Máquinas

Iron Man ya no es ficción

El invento de un piloto suizo permite imitar el vuelo de un pájaro con bastante precisión al utilizar la cabeza y la espalda como sistema de dirección y planeamiento

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Volar, uno de los sueños más antiguos del hombre, es hoy posible. Yves Rossy, un piloto de la Fuerza Aérea suiza hizo realidad una de las mayores fantasías de la humanidad al desarrollar una juego de alas a reacción a base de fibra de carbono, material que por su ligereza y versatilidad pudo ser moldeado para construir el sustituto perfecto de las plumas.

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Si bien el cinturón cohete y el jetpack, los primeros inventos que permitían al hombre volar sin utilizar una aeronave, datan de la segunda guerra mundial, Rossy logró idear un sistema que permite vuelos estables y prolongados a velocidades de hasta 300 kilómetros por hora, una verdadera proeza que hace posible volar casi de forma natural.

El modelo es de una simplicidad asombrosa. Basado en el mecanismo utilizado en aeromodelismo, Rossy desarrolló un juego de alas con una envergadura de 2,4 metros y provistas de un sistema de bisagras que le permiten plegarse o desplegarse para logar ascender, descender o planear según sea el caso, con el apoyo de un ligero movimiento de la espalda. Para girar a la derecha o la izquierda solo debe girar la cabeza, con lo cual consigue similar el vuelo de un ave casi a la perfección.

El sistema es propulsado por cuatro pequeños motores a reacción ubicados adecuadamente para evitar quemar al piloto, quien utiliza un traje especial en kevlar, una fibra resistente al calor utilizada en la vestimenta confeccionada para bomberos y pilotos de automovilismo.

Sorprendentemente, los motores no son alimentados con combustible de avión y otro hidrocarburo ligero sino con kerosén, uno de los subproductos del petróleo más pesados y baratos que existen.

No obstante, el dispositivo adolece de mecanismos para el despegue y el aterrizaje, por lo cual el piloto debe subir a una aeronave que proporciona el impulso inicial, mientras que el aterrizaje realiza mediante el despliegue de paracaídas.

Derribando obstáculos

Apodado ‘Jetman’, los primeros vuelos del sistema desarrollado por Rossy fueron más bien desilusionante, toda vez que apenas alcanzaron a mantener el vuelo casi como si se tratara de alas delta (parapente). No obstante, el inventor suizo fue perfeccionando su creación hasta que en 2008 logró un vuelo estable de seis minutos.

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Meses después, el piloto tardó poco más de 10 minutos en sobrevolar los 35 kilómetros del Canal de La Mancha, para lo cual saltó desde un avión a 2.700 metros de altura y lograr un vuelo estable a unos 200 km/h.

Este año, Rossy y su compañero de aventuras, el francés Vince Reffet, establecieron un nuevo récord al volar juntos a un Airbus 380, el avión comercial más grande del mundo. La hazaña tuvo como telón de fondo la impresionante ciudad de Dubai, Emiratos Árabes, donde a unos 2.000 metros de altura ambos pilotos volaron al lado de la inmensa aeronave a una velocidad cercana a los 300 km/h.

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Aunque Rossy no tiene previsto hacer de este invento un producto comercial, varias empresas están interesadas en la producción en serie del dispositivo, que necesariamente requerirá de un entrenamiento profesional para su pilotaje, tomando en cuenta que no es posible ir acompañado. ¿Se atrevería a dar una vueltica? Por sentir la libertad de un pájaro, más de uno se arriesgaría.

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