Viciosidades

La radio como patio de juegos, la libertad de Iván Loscher

Hecho locutor, Iván Loscher fue testigo de excepción de una de las grandes revoluciones de la radiodifusión venezolana: el nacimiento de Radio Capital 710 AM como emisora juvenil en 1968. En esa emisora dio sus primeros pasos y se convirtió en leyenda. Convertido en icono del naciente discjockeismo venezolano con apenas 22 años, fue el rockero impenitente que dio a conocer a Pink Floyd, Yes, King Crimson y tantos otros grupos de rock progresivo. Aquí cuenta esa historia, en una entrevista en primera persona.

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La fundación de Radio Capital 710 AM no tuvo nada que ver con lo que era la radio a la vuelta de un año, año y medio. La radio la fundan Oswaldo Yépes y Tito Martínez del Box, que era el señor detrás de Radio Rochela, y la programación inicial era fundamentalmente artistas de Radio Rochela con programas humorísticos, muchos, y casi poca participación de los discjockeys. Pero eso nunca funcionó y a la vuelta de seis meses ya era otra cosa.
Antes de Radio Capital, los discjockeys de radio eran profesionales, pero generacionalmente no estaban vinculados a la juventud de los 60, puesto que tenían más edad. Eran unos grandes profesionales, como Clemente Vargas Jr. o Eduardo Morell. Lo que sucede con Radio Capital es un asunto generacional más que profesional. Los que empezamos allí estábamos vinculados a una generación con un mismo sentir, con una misma ideología. Por supuesto, fueron años muy agudos, exacerbados, sobre todo 1968 a nivel mundial y los posteriores años de esa década y comienzos de la siguiente. Había como una especie de empatía muy grande entre el público y nosotros, porque nosotros éramos iguales que cualquiera que estuviera oyendo la radio.
A los ojos de la gente que hacía las radios tradicionales nosotros éramos unos locos o, en el menor de los casos, unos drogadictos, que fumábamos yerba maldita o qué se yo. No entendieron que es que la cosa estaba cambiando porque el mundo estaba cambiando. Existe el criterio ideológicamente muy apegado a que a mayor experiencia tú tienes el saber contigo, lo cual es equivocado porque existe una prepotencia a medida que se te acumulan los años. Es un complejo, de que en vista que tú eres mayor que todos los demás tú sabes cómo es la vaina. Para empezar, en la vida no se sabe cómo es la vaina. Nadie sabe cómo es la vaina en la radio. Esto es una cosa meramente empírica: tú vas viendo qué carajo se puede hacer, y vas viendo si resulta o no resulta. Fue así desde entonces, nos vieron como unos locos; como mi generación, que eran los locos de entonces, ven a los muchachos que están haciendo radio ahora como unos loquitos.
Nosotros no nos ocupábamos de ser buen discjockey, o sea, en el sentido operativo-técnico, de andar corriendo detrás del intro o qué se yo. Lo que prevalecía era el querer compartir con mucha gente música que a nosotros nos gustaba y que íbamos teniendo. Era una labor mucho más apasionada, mucho más vinculada con una pasión personal con relación a la música que lo que se hace hoy en día.
Al principio de Radio Capital había un tipo muy responsable en la musicalización, que sabía muchísimo, que era Carlos Raybans. Él después se fue. Su trabajo creo que lo heredó Gonzalo Lázzari ya en el 73. Pero ya el esquema de la libertad para poner música estaba dado, claro que seguía habiendo como una especie de referencia más no impositiva, imperialista, por parte de Billboard. No existía MTV. Las radios tenían mucha mayor libertad. Las disqueras no tenían esa prevalencia sobre la programación de las radios, y muchos menos en una como Radio Capital. Entonces, habían, digamos, que dos circunstancias. Una en las cuales había cosas que había que poner, porque era ineludible poner algunas cosas que estaban sonando demasiado en muchas partes del mundo. Pero, por otro lado, había ese rasgo de libertad de que tú podías poner grupos y canciones que jamás aparecieron en una lista. Yo no recuerdo que Génesis haya tenido una canción sencilla en ningún lado, ni el grupo Yes, ni Wishbone Ash, ni nada de eso.
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Nosotros, Alfredo, Plácido, tal vez yo, hacíamos payola pero a la inversa. O sea, hablábamos con una disquera, sabíamos que un producto era bueno, pero que la disquera nunca lo iba a poner a la venta, no iban a hacer el disco en Venezuela, y entonces apostábamos por ese producto, hacíamos negocio con esa disquera. Si a mí me parece que eso debe sonar, vamos a sonarlo, y la disquera se arriesgaba con mil copias. Era un negocio compartido, ustedes ponen el disco y yo pongo la difusión del mismo. Eso podría ser una forma de payola, pero es una forma a la inversa, la disquera no nos está pagando para que pongamos el disco; nosotros por iniciativa propia, en vista de que ellos no van a asumir el riesgo y porque esto es un producto cultural ineludible, vamos a hacerlo.
La gente te llamaba mucho y también te los encontrabas en la calle. Claro, era una Caracas mucho más parroquiana. Acuérdate que en un momento determinado, a ciertas horas específicas, Radio Capital tenía más audiencia que la televisión. Y recuerdo tipos que te llamaban y te decían ‘oye pana, ponme ahí John Mayall y Habitación movible -Roomn to move- que tengo una traba arrechísima y me la quiero vacilar con una armónica’ y qué se yo… Cosas de una enorme empatía con el locutor, puesto que el locutor no era una persona en un pedestal. A finales de los 60, antes de Radio Capital, nadie ponía Pink Floyd ni Jimi Hendrix, nada de eso que estaba pasando en el mundo.
Había un asunto generacional. Era la primera generación que usaba cabello largo, la primera que fumaba marihuana, la primera que era perseguida por la policía por escandalosa. Entonces más bien había como una especie de sensibilidad compartida, propio de una cofradía, qué se yo, los Cátaros de los años 60. Compartíamos una misma sensibilidad, un mismo saber y por ende también un mismo secreto.
Yo creo que aquí en Venezuela entendieron que la “contracultura”, por llamarlo de alguna forma, era un negocio también. La “contracultura” era el reverso de la cultura. Yo escribí por allá por el 73 un artículo para un periódico o una revista, no recuerdo, que la “contracultura” se ha vuelto un blue jean de 200 bolívares. Lo que quería decir era que por entonces un blue jean costaba 40 bolívares, pero uno de marca costaba 200, y en esa época, 72-73, usar blue jean era un símbolo de ser una persona contestataria, pero ya la cultura nos había devuelto la “contracultura” como mercancía. Entonces, la “contracultura” fue entendida en Venezuela como mercancía y Radio Capital logró un gran éxito comercial en base, precisamente, a la irreverencia de los locutores.
A partir de los años 74 y 75, vino lo que se llama un relevo generacional en Radio Capital, con gente como Hoffman, el conejito Amaury José Díaz, Luis Oberto, Musiuíto Lacavallerie… donde la radio tomó un poco más de beligerancia en lo que era la programación musical. Comenzaron a poner cosas muy comerciales, a bajar la tónica de las canciones muy largas. Radio Capital dejó de ser la emisora irreverente que había sido entre el 68 y el 73-74, y comenzó un proceso de “adecentamiento”, con estos DJ’s que eran todos muy zanahorias, y la música que ponían era por ende muy zanahoria.
Creo que todo parte de la conciencia que tenía por entonces Oswaldo Yépes de que los locutores eran como los aparatos japoneses, que tenían una obsolescencia planificada. Creo que Yépes estaba formado en esa concepción, de que había que integrar gente nueva, y se correspondía también con un criterio que por entonces manejaba la gerencia de bajar el ritmo de irreverencia en la radio. A mi me suspendieron varias veces en el 73, a Cappy Donzella también. Por otro lado, controlaban aún más la programación, y durante un tiempo Radio Capital mantuvo el nombre que había tenido con nosotros pero en base a poner música bastante insípida, hasta que con el advenimiento del disco music finalmente Éxitos 1090 AM la pasó.

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