Viciosidades

La supernova de Elton John en Madrid

Se despide el gran Elton John con el impulso de su película y una gira que ha pasado por Madrid: así fue la noche del 26 de junio

TEXTO: Javier Herrero/efe FOTOS: Kiko Huesca/efe
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Cincuenta años de éxitos de Elton John, de «Your song» a «I’m still standing», han sonado este miércoles en vivo por última vez en la capital española, primera y única parada en nuestro país por el momento de la gran gira mundial con la que se despide uno de los últimos astros de la música.

«Es una sensación agridulce, porque os llevo en el alma», ha confesado ante un WiZink Center que ni la ola de calor ha impedido llenar (12.000 personas) para disfrutar de una explosión galáctica y del inapelable bagaje de quien es uno de los artistas con mayores ventas de todos los tiempos, con más de 300 millones de discos despachados.

Desde su último gran concierto en esta ciudad, aquel desmelene celebrado en 2015 en el Teatro Real, venía avisando de que la retirada estaba cercana y también de las razones: «Ahora me gustaría ver crecer a mis hijos», declaraba entonces, argumentos que repitió en la presentación de este «tour» que a sus 72 años incluirá 300 conciertos en 3 años.

En el de esta noche solo le ha faltado levitar sobre su piano como en «Rocketman», la película que actualmente loa en cartelera sus triunfos y trompazos, y lo ha hecho con un repertorio que ha desechado la paja de sus 30 trabajos de estudio para centrarse sobre todo en su producción de los años 70 y primeros años 80.

Así, «Goodbye Yellow Brick Road» (1973) ha sido una vez más el gran protagonista de la velada, que ha empezado con «Benny and the jets» y ha terminado transcurridas dos horas y media con la canción que daba título a este, su trabajo más exitoso y uno de los mejor considerados por la crítica.

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Puntualísimo, como corresponde a un «sir» británico, en medio de una oscuridad casi absoluta a las 21 horas ha atronado un martillazo al piano y, con él, un fogonazo directo de luz sobre su responsable, rubísimo en su retoñado cuero capilar y vestido con un frac negro de amplias solapas, plateadas como los ribetes, encerrando unos apropiados dibujos de llamaradas.

Como si no hubiesen pasado cinco décadas («Parece que fue ayer», reconocía él mismo), el rock se ha hecho presente en esos primeros impases con «All the Girls Love Alice», empujado por una banda de seis músicos veteranos, tres de ellos encargados de la percusión, y una colosal escenografía con un pantallón de fondo por el que han pasado proyecciones de esmerada dirección de arte que bien podrían pasar por videoclips.

«¡Buenas noches, Madrid! Estoy muy feliz de estar en esta fantástica ciudad. ¡Bienvenidos a esta gira de despedida, espero que les guste lo que vean y lo que escuchen!», ha declarado antes de afrontar «I Guess That’s Why They Call It the Blues» con un ímpetu que el público ha devuelto en forma de aplausos.

A solas ante las teclas se ha hecho cargo del mensaje conciliador y panracial de «Border song», una combinación que poco después, en maridaje con la percusión para trazar horizontes lejanos, ha puesto a los asistentes en pie con «Indian sunset».

Todo listo entonces para la eyección lumínica que ha anunciado el viaje orbital de «Rocket Man», quemando todas sus reservas de oxígeno en un bello pasaje instrumental final prolongado hasta conformar una supernova más que una mera canción.

Mientras su aún poderosa voz aguantaba con nota las cabriolas en el aire, las chispas han seguido brotando con «Take me to the pilot» y sobre todo con «Levon», sus regordetes dedos ensortijados desplazándose inexplicablemente tan ágiles como siempre sobre los controles de la nave y haciendo que señores de «sesenta y» volvieran a los veintitantos en una orgía de rock.

No hay concierto de Elton John sin su peaje de baladones, como «Sorry seems to be the hardest word», «Someone saved my life tonight» o «Candle in the wind», la que fuera la canción más vendida de todos los tiempos tras la muerte de Diana de Gales, aunque naciese concebida en homenaje a Marilyn Monroe, como esta noche ha reivindicado con una puesta en escena en la que el piano ha orbitado por el escenario.

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Donde otros ya habrían echado el freno, el viaje de Elton John solo había traspasado su ecuador y, con vestuario nuevo, se ha lanzado a una segunda mitad con la misma alternancia dinámica de acelerones y velocidades de crucero, entre los «Funeral for a Friend/Love Lies Bleeding» y los «Daniel» o «Believe».

«Esta canción trata sobre la creencia de que el amor y la compasión son la cura», ha proclamado en un largo discurso en el que ha recordado cómo creó su fundación contra el sida en los años 90, tras desintoxicarse («Me odiaba a mí mismo y estaba completamente perdido», ha dicho), y en el que ha exigido la implicación de las farmacéuticas para llevar los medicamentos contra la enfermedad a los más desfavorecidos.

Estaba por llegar la explosión final, de «Don’t Let The Sun Go Down On Me» a «The Bitch Is Back», de «I’m Still Standing» a «Saturday Night’s Alright for Fighting», hasta unos bises que, en batín y tras más de dos docenas de canciones, han aterrizado suavemente con «Your Song» para luego desbaratarse como polvo de estrellas con «Goodbye Yellow Brick Road». Buen viaje al infinito, «Rocket Man».

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