Viciosidades

Manual de superviviencia: por qué todo hombre heterosexual necesita un pana gay

Sí, así como lo oyes. ¿Qué pasó? ¿Estás cagao? Te prometo que no muerden (bueno sí muerden, pero ya sabes a lo que me refiero), ni te tienen ganas porque seas hombre, ni ninguno de esos mitos que solo están de moda porque vivimos en un nido de machismo. Además, la homofobia es muy 2010

Composición gráfica: Yiseld Yemiñani
Publicidad

Pongamos un ejemplo práctico para todas las razones que a continuación vamos a exponer. Para ellas utilizaré a dos amigos “ficticios”, Eduardo y Andrés. Eduardo es gay y Andrés es hetero. Los dos tienen mi edad, 25 años. Pero hay un mar de diferencias entre ambos y por tanto, una amistad muy diferente.

Los “predespachos

Andrés me llama a las 9 de la noche para que nos veamos en su casa a las 10. Si ya tengo otro plan, se arrecha. No me dice nada, pero se arrecha. Un poco marico si lo piensas.

Si voy me dice que necesita alcohol, o cigarros, o refresco. Tal vez las tres. Si va mi novia, a veces le fastidia pero no dice nada por educación (aunque en ocasiones voy solo porque considero importante darse esos espacios), eso o me pide lo que más me fastidia: “Tráete unas amigas”.

Hermano, mis únicas amigas de verdad o tienen novio o saben que si Andrés las invita para su casa es para… tú sabes. No soy pimp tampoco, además, ¡la diáspora hermano! Si somos afortunados nos quedan como 15 amigos a cada uno en Venezuela y cada quien anda en su “movida”. Quedan pocas “amigas”.

Después de pasar todo el protocolo para llegar a su casa, Andrés cuadró otro plan. Apenas llego me dice que vamos a casa de un pana de su universidad, que hay un “trancaíto”. A veces me lo vacilo, pero no siempre.

Eduardo, en cambio, me avisa a las 6 pm para que vaya 3 horas más tarde a su casa. Me da tiempo de alistarme, cuadrar con mi novia y encontrarnos. Nunca me pide que lleve nada. Lo que lleve queda a mi elección y disposición. Bastante adecuado para el país, me parece.

Cuando llego él está tranquilo, a veces con otros amigos, pero siempre con su novio, que también se ha vuelto un pana más. La conversación fluye tranquilamente. Ellos fuman, tranquilos. Nosotros bebemos. No hay sorpresas.

Como host

Si llego a casa de Andrés, protege su cocina a toda costa. Siempre propone salir (a las 4 am, cuando no puedes ni moverte de la pea) a alguna arepera a comer. Si tengo necesidades (ganas de cagar) y lo hago, se molesta. Como si tuviera que pausar mi ano porque eso es de mala educación.

Si me voy más temprano de lo que esperaba, me dice que soy un “cagón” o un “aburrido”. Ser amigos es estar obligado a acompañarlo.

A veces, cuando a él le pegan las ganas de comerse un snack, saca unos doritos. Siempre unos doritos. Bueno, igual se agradece.

La última vez que vi a Eduardo cocinó unas cotufas con limón y parmesano que fácilmente las pudiera vender, me recibió preguntándome que quería tomar, me acercó un cenicero para que fumara tranquilamente. Hablamos de cine un rato y me fui porque tenía que trabajar al día siguiente. Ni se inmutó por mi despedida. Amigos, pero con límites.

Asesoramiento

Eduardo me aconseja tremendamente en cuestiones de moda, música y gastronomía. Me enseña zapatos, me comenta sobre unos lentes que me quedarían bien (y yo no los hubiese descubierto por mí mismo) y siempre que quiero buscar un buen lugar para comer, le pido una recomendación. Es un poco exquisito con lo de la comida así que solo le hago caso en reseñas positivas.

Cuando tengo un problema a veces acudo a él. Es un buen oyente y un consejero promedio, como todo amigo atento.

Andrés lleva diez años invitándome al mismo bar en Los Palos Grandes. Que no es malo, pero pana, hay otros lugares. Me enseña culos por el celular. Todo el día. Culos, culos, culos. También me gustan pero siento que ya raya en una obsesión. No puedo ver jevas por media hora y no porque no me guste un buen par de tetas sino que, a menos que estén de frente, me parece aburridísimo, ni viendo porno me tardo tanto.

Si hablamos de problemas cuando siente que la conversación se pone «muy íntima», me dice «¡qué bolas!» o algo por el estilo para dejar claro que entiende, pero le incomoda lo que estamos hablando.

Como consejero

Seamos honestos, a la mayoría de los heterosexuales (jóvenes o no) nos incomoda hablar de los problemas de un pana con su novia. Creo que, como le pasa a Andrés, eso pasa porque no sabemos cómo manejar esas situaciones del todo.

Cuando le he contado que tuve una discusión con mi novia, porque, por ejemplo, llegué a mi casa muy tarde, la inmediata respuesta de él es «mándala a cagar». Andrés, que no ha tenido novia en 5 años, me dice que le termine a la mía por un problema que se puede resolver y que tal vez es mi culpa. Además, yo no quiero que mis panas me resuelvan el problema. Quiero ser escuchado. Como todos, creo.

Eso es justamente lo que Eduardo hace. Me escucha. Después me ve a través de sus lentes arrechísimos pero que jamás me quedarían bien a mí, de arriba a abajo, como examinando desde la profesión que escogí hasta la elección de zapatos que hice ese día.

Y me dice lo obvio: «Mira Diego, tú eres un güevón». Eso es lo que necesitas que te digan cuando te equivocas. También lo argumenta, me explica que el problema no es que llegué tarde a mi casa, sino que nunca le avisé, que me rasqué mucho y el verdadero problema de ella es que estoy tomando demasiado. Me hace ver las cosas desde otra perspectiva y salgo con una visión renovada de su puerta súper «chic».

Otras acotaciones

No digo que un amigo es automáticamente mejor que otro porque es gay, además, no todos los gays son como Eduardo. Algunos son más femeninos, algunos son más rockeros, hay tanta variedad en la personalidad de un gay definido como en la de cualquier heterosexual (a estas alturas, a quién le importa lo que te guste) lo que sí creo es que los hombres hetero a veces se privan de establecer una relación de amistad con un hombre gay por tabúes tontos o por simples inseguridades retrógradas.

Es otro tipo de amistad. Yo, por ejemplo, me declaro un eterno sentimental y creo que tal vez los homosexuales están más conectados con esa «mariquera». ¿No?

Tal vez un amigo mío que juega fútbol tres veces a la semana nunca quisiera acompañarme a una obra de teatro, es entendible. Pero también ha sido una salvación para mí encontrar a un pana que sí lo quiera hacer y sucede que es gay. Pura casualidad genética y social.

En fin, he aprendido que con menos prejuicios conocemos a mejores personas y que le aporten más a nuestra vida así que ¡sal a buscar a tu marico vale! Son bien cool.

Publicidad
Publicidad