Viciosidades

Ser hombre: Conversaciones - Parte II

“¿Qué es ser hombre?” Sigo en la búsqueda de una respuesta, interrogando a otros hombres que saben más que yo sobre ser hombre. En la primera entrega le pregunté a un humorista, a un cantante y a mi papá. En esta segunda entrega hablo con un preso político, un biólogo y un maratonista que es también economista y psicoterapeuta

FOTOS: BÁRBARA Matehu/ @barbaramatehu
Publicidad

VIOLENCIA. Pregunta a Gilber Caro

-Mientras más me parezco a un hombre, más me tratan como hombre. No pensé que esto sería tan evidente. Este nuevo ambiente lo descubro más competitivo, agresivo y, sobre todo, jerárquico. Hay mucha violencia. Explícame por favor, ¿qué es este mundo de hombres? ¿Cómo lo viviste en el sistema penitenciario?

-Ciertamente tienes este cambio porque has estado acostumbrada a que te trataran como mujer, eso era lo que percibían de ti. El hombre ante la mujer es tímido, de hecho las mujeres intimidan a los hombres. Una cárcel en Suiza mete mucho personal mujer porque los hombres tendemos a tener una conducta distinta ante las mujeres. Somos más retraídos, si estamos sin camisa nos la ponemos, si estamos ante ellas expuestos tratamos de mantener una reserva. En cambio ante los hombres somos más libres. Entonces tú lo que estás percibiendo de los hombres es más libertad de su masculinidad. Acéptala. Entiende que ya no te van a ver con aquella perspectiva de mujer y te van a ver como uno más del montón. Si quieres ser uno más del montón, acepta que eres uno más del montón y simplemente no le respondas [a otros hombres] de buenas a primeras. Si se te quedan viendo, esquiva la mirada. Si quieres clavar la mirada, vas a ser retador. Nosotros retamos mucho por las miradas. Los hombres tendemos a marcar mucho territorio y lo que estás percibiendo es eso. Y es un trato normal y común. No lo tomes como algo tan violento. Y si te buscan problemas, bueno, tienes varias alternativas para responder. Es un proceso normal. Es un mundo fuerte. Así que manéjate en los tactos y en la costumbre de que ya no te van a ver como mujer. Te van a ver como macho y te van a retar, marcar territorio, pero eso tú acéptalo: tú lo decidiste y debes estar tranquilo desde ese punto de vista.

La cárcel es el reflejo de la sociedad. No creas mucho que es ahí única y exclusivamente que se refleja la violencia; es primero en la sociedad. Si una sociedad está bien, sus cárceles están bien. Nuestra sociedad venezolana es muy violenta, presa del odio y la maldad. Ciertamente quien está en la cárcel es porque ha hecho muchas cosas malas en la sociedad, y va a la cárcel donde lamentablemente se delinque más de lo que se regenera. Yo lo pude hacer con la ayuda de Dios. Pero en la cárcel está la ley del cuchillo, la ley de la pólvora, el que tenga la pólvora es el más fuerte y así se instala un modelo de la fuerza a través de las armas. Es un submundo donde cohabitan también los funcionarios que son parte de este sistema. Acuérdate de que en nuestro país el policía no es parte de la solución. Entonces sí, en la cárcel manda la ley del chuzo y la ley de la pólvora, pero es un mundo donde si no aprendes a convivir, a respetar las normas, lamentablemente no te va bien.

MUJERES. Pregunta a Carlos Peláez

-Mi sobrino no invitó a niñas a su cumpleaños y ahora lo entiendo. ¿Por qué lo entiendo? ¿Qué dice realmente la biología sobre las hormonas y lo que significan en nuestras relaciones humanas? ¿Qué es ser macho y que es ser hembra? ¿Por qué nos buscamos y nos rechazamos al mismo tiempo?

-Las hormonas fueron nuestra primera inteligencia, nuestra primera manera de interpretar y responder a la información que nos rodeaba. Cuando hablo de primera, me refiero a una época muy ancestral, cuando los animales eran solo un puñado de células flotando en el mar.

A esta escala, las hormonas generaban una respuesta suficientemente rápida que permitía sobrevivir. En aquella época, sobrevivir era comer suficiente hasta lograr reproducirse. No había mucho más que pretender. A medida que la vida se hace más diversa, la competencia más sofisticada, los volúmenes de información más grandes y los tamaños de los cuerpos se hacen mayores, el sistema hormonal se hace insuficiente, lento y surge el dominio de los sistemas nerviosos. Es como cambiar un ábaco por una supercomputadora.

Pero, a diferencia del ábaco, el sistema hormonal no se desecha, sigue siendo la base de nuestra respuesta de sobrevivencia más primigenia: mantenernos orgánicamente vivos y reproducirnos.

La forma en que los individuos reaccionamos a las hormonas depende de dos cosas que vienen codificadas genéticamente: la hormona que se produce y la respuesta del cuerpo a esa hormona. Ahí puede haber mucha diversidad. Hay hombres a los que les puedes inyectar una sobredosis de testosterona y no van a sacar barba, sencillamente no tienen folículos ahí. En evolución las cosas ocurren una primera vez, y si no te matan, pues, siguen ocurriendo. Un hombre sin barba es algo perfectamente posible, por eso hay muchos hombres lampiños perfectamente funcionales. Pero las respuestas más relevantes a la sobrevivencia, como la capacidad de cazar alimento y las ganas de meter espermatozoides en una vagina, tienden a ser más homogéneos en la población porque las desviaciones muy grandes del promedio solían no ser viables.

Entonces hay respuestas sexuales a las hormonas que son muy generalizadas y muy similares a las que prevalecían y eran necesarias en el contexto ecológico en el cual evolucionó nuestro sistema hormonal. Y durante una enormidad de nuestra historia evolutiva, macho y hembra tuvieron funciones muy definidas e importantes.

Hoy en día la gente tiende a verlo como roles de género. Pero para los ecólogos no se trata de que a unas personas por tener pene les corresponde una tarea y a otras por tener vagina les corresponden otras. No. Es que para los mamíferos que alcanzan algún tipo de asociatividad, particularmente los humanos, dividirse las tareas es fundamental, y estas tareas eran cazar, defender y criar. Las poblaciones más exitosas fueron las que biológicamente lograron producir, por un lado, individuos agresivos y fuertes en el torso y, por otro lado, individuos cuidadosos, caderúos y capaces de tratar con suavidad a un tercer individuo extremadamente vulnerable.

Es muy difícil que estas características contrastantes puedan convivir en un solo tipo de individuo.

Estas diferencias biológicas las modulan las hormonas. En el humano ocurrió que el individuo agresivo se fabrica con testosterona y el individuo cuidadoso se fabrica con estrógeno (pongámoslo así de esquemático). Casualmente, al primero le sale pene y al segundo vagina. Hay especies en las que esto ocurre al revés.

¿Qué pasa hoy? Que la sobrevivencia de los humanos ya no depende de que unos cacen y otros cuiden. Desde la invención de la agricultura un humano tiene muchas alternativas tecnológicas para lograr la sobrevivencia y reproducción. Esto significa que los individuos que se desvían de la norma en cuanto a su reacción a las hormonas, tienen cabida. Un macho débil pero inteligente no solo no muere, sino que puede traer comida a casa. Una hembra a la que no le interesan ni los machos ni los hijos, puede cumplir otros muchos roles en la sociedad aparte de procrear. Así se va difuminando esa ecología absolutamente binaria en la que la sobrevivencia de la especie dependía estrictamente de dos roles. No es primera vez que pasa algo así. Cuando pasamos de ser primates frugívoros de selva a ser primates cazadores de sabana, también hubo un cambio en los roles, pero en la dirección contraria. Los primates frugívoros no se peleaban con su alimento, eran mucho menos diferenciados en sus roles, no necesitaban hacer parejas ni grupos y podían reproducirse todos con todos. Eso también vive en nosotros, pero lo tenemos más lejos en los archivos evolutivos.

Así que el concepto de hembra y macho cambia con la evolución también. Si me preguntas como biólogo, lo único que define a la hembra y la diferencia del macho en los humanos actuales es que la hembra lleva a la progenie en su interior. Hasta el rol de amamantar ya no es adjudicable a uno u otro, porque hay teteros y fórmulas. Como persona, como ciudadano, como humano de ciudad, el concepto de macho y hembra solo tiene sentido en los juegos sexuales, cuando estás cogiendo y juegas a ser ese animal del mioceno que aún habita una celda de tu cerebro y necesita salir a pasear de vez en cuando.

BÁRBARA Matehu/ @barbaramatehu

Pero aquí vamos a esa supercomputadora que es tu cerebro. El concepto de hombre y mujer, que sin duda proviene del de macho y hembra, es algo cultural que también tiene su razón de ser. Porque en evolución no se sustituye lo viejo por lo nuevo, lo nuevo se escribe sobre lo viejo, y lo viejo lo cargas siempre. El cerebro y la cultura permiten a los humanos sobreescribir esos programas mucho más rápidamente que esperando una modificación de la respuesta hormonal que puede durar miles de generaciones. Pero corporalmente sigue habiendo una preponderancia de dos tipos de individuos: fuertes con pene y cuidadosos con vagina. Y la cultura siempre va a tener eso en cuenta. A fin de cuentas, el cerebro es un órgano y no está exento de los efectos de las hormonas.

Muchas de las pautas culturales alrededor del concepto de hombre y mujer provienen de las respuestas de un cerebro sometido a testosterona y uno sometido al coctel femenino. Un cerebro macho puede ser más agresivo, más atrevido y busca preñar todo lo que consiga porque durante la mayor parte de nuestra evolución la sobrevivencia de la especie dependía de ello. La cultura adopta estas pautas. Un cerebro femenino puede ser cauteloso, administra los recursos y se cuida mucho de no saber de quién es su cría porque durante otra buena parte de nuestra evolución la sobrevivencia de la especie dependía de ello. Muchas posibilidades conviven en nuestro cerebro y casi todas son moduladas por hormonas, pero existe diversidad en cuanto a cómo responde cada individuo a ellas.

Pero siempre hay un promedio en estas respuestas. O mejor dicho, dos promedios, Y la cultura adopta estos dos promedios como pauta mientras las aprende a modificar sin ponerse en riesgo. De manera que cuando tú entiendes las pautas comportamentales de tu sobrino hombre después de recibir una dosis de testosterona, es porque ahora tienes instalado ese cartucho evolutivo. El tema particular de buscarnos y rechazarnos a mí me parece bastante sencillo. Nos buscamos porque nuestra biología nos conmina a reproducirnos. Eso es algo que todavía es fundamental. Pero nos rechazamos porque los dos tipos básicos de cerebros que la evolución creó ven el mundo de manera distinta. A un niño le ladilla que una niña se ponga a llorar si recibe un coñazo. A una niña le ladilla que le den un coñazo jugando. Así que fuera de la reproducción, no hay demasiada afinidad ahí. Al menos cuando somos niños y nuestros padres nos mantienen. Pero, insisto: esa es la respuesta promedio, a mí nunca me gustaron los coñazos y de chamo le tenía más miedo a los niños que a las niñas.
Mi mamá odiaba eso ¯\_(ツ)_/¯

Cuando somos adultos la cosa cambia porque volvemos a una situación de sobrevivencia. Más sofisticada que cuando éramos colonias de células, pero sobrevivencia al fin. Y ahí la dupla hombre-mujer vuelve a ser un buen equipo. Solo que esa dupla en este momento de la humanidad ya no tiene que ser estrictamente un macho con una hembra. Es más, ya no tiene que ser una dupla. Para sobrevivir seguimos necesitando atrevimiento y cautela, solo que tenemos nuevas fuentes de ambos que no están solo en nuestras bolas y ovarios.

DIFERENTES. Pregunta a Maikel Melamed

-Somos hombres “diferentes”. ¿Qué es ser diferente en el mundo de los hombres? ¿Cómo es la vida de un hombre diferente?

-A veces, ser un hombre diferente es ser un hombre de verdad. Es decir, ser diferente tiene que ver con contarte desde lo que eres y no desde lo que se habla sobre lo que debes ser. Por ejemplo, yo creo que ser hombre es amar, venerar, a los hombres y a las mujeres. El cariño y el afecto se expresan igual y con la misma intensidad. Yo no tengo miedo de expresar amor a ninguno de los dos géneros, creo que eso es ser hombre, expresar amor, fuera del tema sexual o de pareja. Ser diferente en el mundo de los hombres es ubicarse desde ahí. Desde la fluidez, desde la realidad, desde ser hombre de verdad.

La vida de un hombre diferente es a veces solitaria… La distinción, la diferencia, generan un tanto de soledad. Obviamente la diferencia te distancia inmediatamente, pero a la vez esa distancia te permite conectar desde ti. Pero tiene un toque de soledad. Y tiene mucha dignidad. Tiene mucha pasión por la diferencia, por aportar esa diferencia, por enorgullecerte de esa diferencia. Poder envolverte desde la diferencia hacia la diferencia del otro, de la otra… Enamorarte de la diferencia de cada uno. Yo me enamoro mucho de esas diferencias, desde la distinción de cada quien, y eso parte de ser diferente.

Publicidad
Publicidad