Sexo para leer

Sexo para Leer: ahora y donde sea

El sexo “no tiene horario ni fecha en el calendario”. “Cuando las ganas se juntan” el deseo no se controla. Una mirada basta para saciar dos cuerpos ávidos de manos, bocas, lenguas y toqueteo. No importa el lugar, solo importa lo que se quiere hacer y con quien se quiere hacer. Descubre en este relato erótico de Orina Montilla dónde y cuándo es el momento de actuar 11pm. Camila llegó al local nocturno donde se disponía a emborrachar para celebrar su graduación. Llevaba una camisa blanca ajustada y un pintoresco sombrero que decía “Licenciada”. Con un jean pegadito al cuerpo y unos tacones marrones muy altos llegó contoneando su cuerpo de lado a lado al compás de la música, una música visceral, esa que evoca movimientos pélvicos casi ancestrales, la que el cerebro réptil reconoce y relaciona con nuestro entrepierna. Jesús llevaba rato en el lugar. Él por su lado celebraba un ascenso bien merecido y se encontraba disfrutando de una noche liberadora para enfrentar el lunes siguiente las nuevas responsabilidades que le venían. De pronto la vio, miró, casi midiéndolo, el trasero de Camila y haciendo un gesto con sus manos y su boca en forma de “u” se la imaginó entre sus brazos bailando para él.

Ilustración: Joel Hernández
Publicidad

Era pelirroja, bajo su camisa, pasando por su cuello, llegando a sus hombros se descubrían unas pecas que hacían agua la boca de Chúo, como lo llamaban sus compañeros de oficina. Sus pechos eran grandes, su cintura muy pequeña, su baile casi delataba su acción en la cama. La música visceral sonaba y ambos bailaban desde lejos. Casi de un extremo a otro Jesús se propuso avanzar hasta llegar a donde estaba Camila. Ella no lo esperaba, de pronto sintió un tropezón desde atrás, era él. Se miraron y el chispazo terminó de encenderse. -Disculpa –le dijo él fingiendo estar apenado. -Tranquilo –le respondió ella asomando una sonrisa como modo de aprobación a la invitación que con los ojos Jesús le había hecho. -Así que… ¿“Licenciada”? –le pregunta. -Sí, Administradora para ser exacta. -Qué bueno, eso se merece un brindis –le responde Jesús al tiempo que chocan los tragos que llevaban en la mano y él aprovecha de abrazarla con una felicitación oportunista. Al abrazarse sobraron las palabras. Él pasó la mano por su espalda, la subió desde su coxis hasta llegar al cuello disfrutando cada centímetro.

A ella, algo apenada pero disfrutando también, la invadió una risita nerviosa que no la dejó despegarse de él con su cabeza en su cuello respirándole casi en el oído. Al instante, casi por cuestiones del destino, la música cambió y ambos sobresaltados afirmaron reconocer la canción que comenzaba a sonar como su favorita. Era solo una excusa para recostarse el uno del otro. Bailaron un rato. Ella agarrándolo por la nuca y él apretándola por la cintura, tal como lo había visualizado. Con la boca muy cerca de su oreja Camila pasó su lengua por el lóbulo y lo chupó pegándose más a él. Chúo reconociendo la señal verde bajó las manos hasta sus nalgas y la manoseó como quería. Sin pena ni gloria ella comenzó a moverse un poco más hasta que se sintió tan mojada que no pudo aguantar y le susurró al oído “te espero en el baño”. Él asombrado la soltó y dejó que siguiera el camino indicado.

Por alguna extraña razón el baño estaba vacío. Nuestra pelirroja se escabulló rápidamente y esperó a su amante casual en la puerta para jalarlo y pasar el seguro una vez él adentro. Lo quería adentro y rápido. Camila desabrochó su camisa blanca y dejó al descubierto sus dos grandes razones. Jesús sin poder soltar una palabra se entregó a ellas y las manoseó mientras las besaba. Extasiada intentaba desabrochar su pantalón y gemía loca por estallar de placer.

Ambos con el pantalón abajo y las camisas semi puestas se besaron introduciendo su lengua y mordisqueando labios. Él introducía también sus dedos dentro de ella verificando lo húmeda que estaba, tanteando el desconocido lugar. Le gustó lo que sintió y luego lo que vio. La tomó en sus brazos y la montó sobre el lavamanos. Llevaba un perfume que olía a sexo. Abrió sus piernas y pasando un dedito desde su ombligo hasta su vagina esparció el líquido que botada su concha por todo el lugar para humectarla toda. Puso las manos en sus rodillas y empujándolas hacia atrás besó sus labios vaginales y bailó con su lengua dentro de ella. Camila se retorcía. Metía los dedos en su boca y mojados los pasaba por sus senos y sus pezones rojos. Con una mano se tocaba la nuca hasta subir hasta su cabello alborotado y lo jalaba. Con la otra tocaba sus pechos sin descanso disfrutando del oral que Chúo le estaba dando. Excitado Chúo la bajó del pedestal y la volteó dejándola expuesta cara a cara con el espejo del baño. Sus figuras se duplicaron y en vivo y directo podían ver lo que hacían. Esto los excitaba más.

Él la agarró por el pelo y mientras jalaba su cabeza hacia atrás la penetró bruscamente. A ella le encantó y gimiendo comenzó a moverse desenfrenada. Penetrándola tocaba sus senos y ella se sostenía de las paredes del pequeño espacio con una mano mientras con la otra mojaba sus dedos y los pasaba por su monte de Venus. Lo metía y lo sacaba, a veces lento, a veces rápido. Camila gemía cada vez que entraba. A él le tambaleaban las piernas a punto de verter dentro de ella todo su líquido. Casi sin poder más Jesús cayó sentado en la taza del baño con ella sentada sobre él. Así, ensartada en él Camila se dispuso a brincar y a moverse al ritmo de la música que afuera sonaba. Moviéndose de arriba abajo, en círculos y hacia adelante y hacia atrás, ordeñó a su toro.

Gritando de placer la graduando se sostuvo de las paredes para no caer y acabando los dos, llegando a un divino orgasmo, desmayaron aliviados de deseo. La puerta sonó y el alivio duró poco. Y en este caso fue cierto: el sexo no tiene horario ni fecha en el calendario, cuando las ganas se juntan, lo que sí sabemos que tiene, es duración. Donde sea, pero rapidito.

Publicidad
Publicidad