Sexo para leer

#SexoParaLeer: Entre gustos y olores…

Con una vagina tan deliciosa es difícil resistirse a la tentación de no consentirla

Fotografía de Diana Mayor
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Cuando las mujeres tomamos un baño, la parte del cuerpo en la que más nos enfocamos es en la vagina. En mi caso comienzo por llenarla de espuma y frotarla repetidas veces. Dejo que el agua tibia bañe su delicada piel, la enjabono nuevamente y con una afeitadora hago un diseño nuevo. La enjuago y reviso como se ve, si me parece hermosa la dejo tranquila y término mi baño.

Al salir de la ducha voy directo al espejo y acostada en la cama abro las piernas para dejarla secar. Para estar segura meto mis dedos para saborearla, al hacerlo inevitablemente me excito y empiezo a masturbarme. Los sabores y olores funcionan como estimulantes.

Es difícil resistirse a la tentación. Se humedece y de ella fluye un delicioso néctar. Al tranquilizarme, me pruebo varias pantaletas hasta elegir la que mejor me queda. Sin secarme, la subo lentamente por las piernas y así comienzo mi día.

Durante la jornada de trabajo, sentada en mi puesto, puedo percibir como sube el aroma de mi cosita que pasa el día goteando sin parar. Cada vez que mi jefe se acerca para darme instrucciones, me ve a los ojos mientras me dice que mi olor es único. Sonrío imaginando que un día sabrá el porqué de mi aroma. Desde el primer día de trabajo me ha tratado como una reina, sus intenciones se ven a leguas.

Todos los días, al empezar mis labores, él me pide que me acerque a su oficina. Un día que llevaba puesto un vestido corto no pudo contener su cara de sorpresa y de lujuria. Me pidió que me acercara para ver un correo que había recibido y muy cerca me dijo al oído que mi olor lo tenía loco. Nerviosa le dije que todas las mujeres tenemos un olor característico, pero me sonroje al recordar que en la mañana había jugado con mi cosita como una niña traviesa.

Sin mediar más palabras tocó mis piernas y al ver que no lo rechacé, fue levantando mi vestido. Luego acercó su nariz a mi pelona, y la olió profundamente como si olfateara una flor en su mejor momento. Yo estaba completamente húmeda.

Le pregunté si ese era el olor que lo enloquecía, pero no respondió. Con actitud arbitraria me quitó la pantaleta, pasó su legua y me saboreó sin parar. Al chuparme, le pedí que me besara. Al sentir mi sabor en sus labios, me entregué por completo.

Como una gata en celos lamí su cuerpo. Sus dedos lo metía y luego los llevaba a mi boca, lo que me hacía perder la razón. Sobre el escritorio me penetró. Solo se bajó los pantalones, así que lucía elegante y sexy a la vez. De la cintura hacia abajo solo se veía su miembro goteando mis fluidos, no perdí la oportunidad para darle todo lo que quería.

Por ser mi jefe, sentí que era un deber dejarlo meter su abultada cabeza en mis nalgas. Parada, apoyada en el escritorio lo metió una y otra vez, el olor a sexo impregnó el aire y mi excitación llego a su nivel más alto.

Como buen supervisor me ordenó lo que tenía que hacer. Cuando me ordenó que le hiciera sexo oral, agarré su endurecido juguete y lo lamí mirándole la cara. Solo pidió mi opinióm cuando preguntó donde quería que acabara. Sin pensarlo dije que en mi boca, tenía la curiosidad de cómo sabría su espeso jugo.

Me gusta hacer mi trabajo bien, así que abriendo bien la boca lo recibí todo. Recogí mi cabello para evitar que lo salpicara y con voz de puta erótica le dije que rico me sentía.

Al regresar a mi puesto de trabajo noté que mi aroma a mujer era más fuerte que nunca, todos los hombres de la compañía se acercaban con cara de pícaros. Fui cariñosa con todos, pero solo a mi jefe lo complacía sexualmente. Comenzó a tratarse de una rutina laboral que hacía con dedicación.

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