Sexo para leer

#SexoParaLeer: La espía secreta

Como todos los fines de semana, ese viernes me fui a casa de Joaquín. Me gustaba impresionarlo con mis locuras, y en esta oportunidad fui con una falda apretada, sin pantaletas. Definitivamente muy provocativa. El ser latina me da una ventaja sin límites: llevo el cabello largo y de color castaño natural, todo mi cuerpo es grande,  y por eso él me desea sin poder controlarlo

Publicidad

Espero los fines de semana con tranquilidad para ver a Joaquin. Los días previos me cuido como una princesa. Siempre me acuesto desnuda y puedo dormir un día completo pero trabajo como diseñadora para una casa de modas. Empezaba la noche del viernes cuando Joaquín pasó por mí con una botella de vino. Me imaginaba cómo me haría el amor: tres veces al día con múltiples orgasmos, acompañados de quejidos que sólo él sabía sacármelos.

Me consentía de todas las maneras posible, cuando entramos a la casa abrimos la botella y celebramos mi llegada. El vino tiene un poder especial sobre él y es que lo calienta de inmediato. Por eso no tarda en desvestirme.

Joaquín sabe como chuparla y qué decir para excitarme. Tenemos 3 años juntos y los encuentros con este hombre son como si fuera la primera vez. Sé que él nunca disfrutó de una mujer que lo montara de la forma que yo lo hago, es por esto que me tiene como un reina. Le dejo darme por donde pida y  justo en el momento de acabar, le digo suavecito —papi,siente esto— y suspiro lentamente.

Él se mantiene fuerte y cariñoso a la vez. Solo tiene en mente complacerme y hacerme sentir muy mujer. Como de costumbre, me acompaña hasta que me duermo. Pero ese día yo no podía dormir y decidí espiarlo para ver lo que solía hacer cuando me tiene en su cama rendida del sueño.

Nuestro cuarto tiene una puerta corrediza. En esta oportunidad, estaba cerrada a medias y podía ver desde mi cama lo que él hacía. Apagó las luces y se sentó sobre el puff. Fue así como inició esta aventura.

Logré ver perfectamente cómo se masturbaba. Eso me dio un morbo tan grande que de inmediato mojé las sabanas y empecé a tocarme imaginado que los dos acabaríamos juntos pero no revueltos.

No lo podía creer, lo estaba espiando. Sí, lo hace divino, casi me babeo. Mi mente vuela y me lleva a su cuerpo para comérmelo completico. “Me imagino que estará pasando por su cabeza, mmm sí, debe estar contemplando mi inmenso culo dándome una y otra vez”, pensaba. Nunca antes lo había hecho, pero al verlo, el deseo era tal que hizo que acabara antes que él.

Joaquín continuaba masturbándose, podía ver detalladamente los gestos de su cara y el cambio de manos que ocurría al subirle la velocidad. No pude aguantar más. Antes de que acabara, decidí sorprenderlo para que lo hiciera en mi boca. Abrí la puerta y entonces sí pude ver su pene bien dotado. Se quedó paralizado y preguntó: —¿Qué haces despierta?— Le dije que venía a tomarme su leche y aunque se encontraba un poco apenado, no dejó que eso fuese un impedimento para acabar. Siguió sin parar hasta que tome hasta la última gota.

Nos acostamos y en minutos quedó rendido. Ahora sí que no podía dormir pensando en lo que pasó. Disfruté verlo, contemplaba su cuerpo desnudo. Él adormecido y su inmenso miembro aún firme. Era irresistible no volver a caer en tentación.

Sin despertarlo abrí mis piernas, empape mis dedos de saliva, los deslicé por mi clítoris hinchado y grande imaginando su lengua jugar entre mis labios. Nunca he probado una, pero sé que mi gordita es deliciosa y sabe divino. Joaquín siempre me lo dice, es su principal fan. Sin poder evitarlo, empecé a gemir a su lado hasta que despertó. Sonrió y me dijo: —Que traviesa eres, mami .

De inmediato me levanté para dejar caer mis nalgas en su boca. Recogí mi cabello largo y después de una buena chupada, quise devolverle el placer de lamer aquel trozo de carne que pedía a gritos. Lo tragué poco a poco, mientras lo llenaba de saliva. Lo hice hasta el final.

Me giró para levantarse y poniéndome en cuatro vio como mi culo pedía ser penetrado. Esta sería mi primera vez. Empezó por la punta y pausadamente fue introduciéndolo todo. Sentía una combinación de dolor y excitación que me volvía loca. Solo escuchaba de sus labios que sería mi esclavo de por vida. —Sí papi, ya lo eres— le respondía.

Esta vez acabó gloriosamente dentro de mi culo. Sentirlo encima de mí con aquello palpitando entre mis nalgas, me llevó a un nivel inimaginable. —¿Quiero saber cuántas veces me has estado espiando mientras me masturbo?— me susurró al oído. —Mmm solo un par de veces, pero estoy segura que lo seguiré haciendo en secreto— respondí.

Publicidad
Publicidad