Viciosidades

#Opinión: Si te vas, porque te vas. Si te quedas, porque te quedas

Aquí unas "humoradas" de nuestro colaborador filósofo trapecista, sobre los tipos de vecinos y de personas que nos podemos encontrar en este pequeño universo llamado Venezuela

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Nadie está contento ni lo estará, ni consigo mismo ni con el mundo. Métele yoga al cuerpo, métele autoayuda al alma, métele antidepresivos al coco, naturales o empaquetados, trote si quiere hasta sentirse bello –o quedarse muñeco en el intento-, pero sepa que toda felicidad es pasajera, y tan efímera, como la fuerza del billete que lleva en el bolsillo.

Complacer a otros, es un negocio tan malo como tratar de enseñarle buenas maneras a un patán dolarizado, rodeado de escoltas con más complejos encima, que autos de detención de la cuarta república. Así que, relájese y asuma de una vez que su vida es suya, hasta que los papeles de matrimonio le revelen lo contrario.

En este mundo globalizado, repleto de gente que quiere ser famosita y millonaria en redes sociales, fracasar no es una opción para el relanzamiento de su proyecto existencial, sino la parada definitiva en la carrera de la vida. La gente estructuralmente floja, también es llorona, para ellos, un rasguño resulta en amputación, y cualquier reinvención profesional, puede ser, poco menos, que traumática. Casi que, los deja sacudiendo la cabeza, como Hillary Clinton, en fase de episodio neurológico.

Frente a los que desean tomar al toro del mundo por los cachos -sin ni siquiera preguntarse qué es un toro, ni mucho menos investigar el objetivo de las astas del bovino- se paran erguidos otros grupos, no menos desubicados que el primero, quienes intentan decirle, al que tienen enfrente, cómo debe vivir su vida. Veamos algunos de ellos, todos habitantes de su edificio… o del de al lado:

Los vecinos solitarios: en este conjunto de rarezas humanas encontramos a los panas – o señoras- que viven solos, desde 30 años más o menos – Si te ven, ofrecen el mismo consejo: ahorre y cómprese un perro o un gato. Mentalmente te están diciendo: “si son disecados los animalitos, mejor… y cúbrase con un sweater dos tallas más pequeñas que usted, para no llamar la atención de los zamuros”.

Los vecinos tumultuarios: este grupo lo conforman los extranjeros de exigua pelambre, y gente del interior con recuerdos confusos que mezclan peleas en Parleys, con supervivencia en deslaves. En las soluciones habitacionales, en las que residen, rompen con todas las leyes de la física y logran meter, en lugares óptimos para dos personas, al menos 8 familias con mascotas antediluvianas, gaveras, repuestos robados del Metro y enfermedades olvidadas, por cualquier libro de medicina moderna.

Los educadores de la molicie: estos personajes, dan el mejor ejemplo que un hombre puede darle a un menor de edad. Solo se ven en aéreas comunes paseando perros y fumando cigarros de marcas puyadas como “Bertmon”, “Piserroy”, “Balmoro” y “Castor, Estra Suabe”. Cada vez que tocan un timbre, el individuo aparece como por arte de magia, para fijarse, si quien ha pulsado el interruptor es un abuelo perdido o un vendedor de parcelas del cementerio.

Los recuperados: este es el conjunto más divertido, son los ex drogadictos que en su afán de enmendar la plana de sus abusos corporales -y permanente robadera de partes de carros de los inquilinos- ahora, se venden como gente metida al fitness, la nueva era, la maricura senil o la sapería revolucionaria.

Los neo dañados: son viejos treintones que descubren los alcaloides demasiado tarde en la vida, y uno solo espera que suban las escaleras jalados, para ver cómo sus corazoncitos se ponen en línea directa, con el desfibrilador sin enchufe de algún hospital público.

Los filósofos reyes: son los que arreglan el mundo matando gente por cadenas de wassup, decretando reorganizaciones territoriales y soltando el popular: “no creo”, cuando haces algún comentario de sentido común.

Los premiados: son los que llegaron a esa comunidad residencial producto de un matrimonio por conveniencia, por herencia de alquilado –se murió el vecino solitario que comentábamos arriba- o simplemente consiguieron la llave maestra y con la mejor sonrisa, al estilo Talentoso Mr. Ripley, se convierten en el copycat del inquilino, descompuesto misteriosamente, en el closet del apartamento.

Los originarios: son los que ya están del color de los ladrillos más rufiados de las áreas comunes. Lo saben todo, no dudan de nada, seguro te han pedido algo. Muchos deben más renta –en este caso, condominio- que Don Ramón y cuando se mueren, misteriosamente, abandonan el mundo de los vivos, aparecen convertidos en grafiti o mural de dudosa estética neo piedrera.

Los atmosféricos: son los que en el ascensor -sin ventilador- dicen que tienen frío y durante las ventoleras tormentosas, dicen que hace mucho calor. Son mejores que un reporte de Weather.com, pero eso sí, no los invites a que inflen un globo de fiesta infantil, porque no soportan la presión y se cagan en el flux.

Los “mafia hebilla”: son los que llevan y traen bultos de comida. Por casualidades de la vida, son los únicos que no han rebajado en el periodo entendido como “el Holodomor criollo” y los reconoces porque la hebilla de su cinturón combina con las platinas de sus carros setenteros de 8 cilindros. Sus mejores amigos son unos extraños motorizados, quienes casualmente, cambian de humor y recuperan lo que invirtieron cuando se ponen un pasamontañas en el rostro.

En fin, y ya para terminar. Váyase o quédese, quéjese o no. Esa es su decisión. Sepa que el único regalo que le vamos a dejar los venezolanos al mundo, en esta diáspora miserable, es enseñarle a los extranjeros que se bebe, no para rascarse, sino para estar prendido.

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