Opinión

Un avión en el bolsillo (en torno a Elías Jaua)

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-Sócrates y la costumbre-

Un pensamiento común: si mil personas lo hacen, aunque la ley diga que el acto debe ser sancionado, pues está bien que se haga. La Ley qué importa. La costumbre es lo que vale. La fuerza de la costumbre.

Pienso en los motorizados que van por la acera y si uno les reclama se enojan y hasta puede que te golpeen con su casco. ¿Qué piensa ese motorizado? Qué ladilla, mi pana, esto de andar por la acera lo hacemos a cada rato, ¿cuál es la queja?

A Sócrates lo juzgaron los atenienses, lo encontraron culpable de ser una piedra en el zapato de la conciencia y lo condenaron a beberse la cicuta. Luego del juicio, leemos en el Critón, Sócrates es convidado por aquel Critón que da título al diálogo a fugarse. Está todo listo, vayamos a Tesalia, allá te recibirán del mil maravillas. Sócrates se detiene entonces a meditar frente a su amigo. Y allí, en un diálogo magistral con la Ley, Sócrates llega a la conclusión de que no debe hacerlo, porque fugarse sería violentar la Ley. Aquí, sucintamente, algunos argumentos de las Leyes: ¿Por qué has de huir Sócrates, acaso no naciste en este país, acaso tus padres no son de este país, acaso no tuviste a tus hijos en este país? Eso quiere decir que has vivido conforme con las Leyes de este país, que las has acatado porque te parecemos bien. Ahora, al fugarte, ¿pretendes destruirnos? ¿Eso quieres, Sócrates, destruirnos a nosotros y a tu país?

Platón usa palabras duras. Destruirnos, destruir las Leyes, destruir el país. Quien desacata las Leyes destruye un país, así lo ve Platón. No importa qué tan acostumbrado esté usted a hacer algo, no importa qué la Ley sea para usted un recuerdo lejano, no importa cuánto poder tenga, no importa incluso que usted crea que ha sido juzgado erróneamente (Sócrates así lo pensaba), la Ley es la vida de la nación, y la suya, como alma colectiva.

-Jaua y lo normal-

Seguimos esperando que el gobierno investigue más a fondo si hubo o no peculado de uso o intervencionismo, o qué sé yo qué otro exabrupto en el incidente de Jaua con el soberano país de Brasil.

Lo cierto es que el gobierno no piensa explicar nada ni aplicar sanciones a nadie. ¿Impunidad? Sí, impunidad es la palabra. Pero yo creo que hay algo más que quizás sea producto de esa impunidad, y que vuelve el caparazón aún más duro.

El gobierno no tomará acciones porque sencillamente en el gobierno piensan que Jaua no ha hecho nada sancionable. Porque, aunque la Ley diga otra cosa, pues ya es fuerza de costumbre, ya es normal que los altos funcionarios del gobierno hagan lo que mejor les parece… por el bien de la Patria, supongo yo.

Se ha vuelto normal reunirse con organizaciones de otros países sin notificarle a nadie, normal hacer uso de lo público como si fuese privado, normal cargar todo lo que usted quiera en su maleta sin reportárselo a ninguna aduana. Normal que el poder tenga más poder del que necesita.

Ya los bordes no existen, toda frontera es una línea imprecisa que apenas suelta un gemido o ya no lo suelta en su absoluta mudez agónica. Ya fue la caída, ya estamos en el después de la caída, en el fondo del abismo, nuestra conciencia impactó contra el llegadero y fue aniquilada en el impacto. Lo que queda es un zombi. Un zombi que sólo devora la carne ajena, sin parar mientes en la monstruosidad que implica morder y alimentarse de aquello que no le pertenece.

Si existiese una conciencia de la trasgresión, pues allí sería factible un castigo y una reforma. En el caso contrario, en este en que todo lo que se hace es considerado costumbre, una acción normal que forma parte de una atribución del poder que te confiere tu amor por la Patria, no hay salida posible, no hay luz posible. Hacer uso libre de los bienes públicos, confundir la esfera pública con la privada, pensar que la costumbre impone la norma y la justica, es absolutamente perverso. Es absolutamente perverso creer que la Ley está a mi disposición y libre arbitrio.

-El gobierno y la indiferencia-

Insisto, la impunidad es inaceptable, pero horrenda es la pasmosa indiferencia ante el reclamo. Las justificaciones endebles del gobierno, el silencio y el descuido son un claro síntoma de que lo que ha hecho Jaua se les antoja cualquier cosa, una tontería. Claro, cómo no, es una tontería hacer uso discreto o digamos más bien indiscriminado de los bienes públicos.

Pero, me pregunto yo, ¿pensar así no equivale a considerar que tomar del bolsillo del Estado para pasarlos a los bolsillos míos es también una tontería, una costumbre que hay que seguir? ¡Vamos, tampoco es para tanto!, dirá alguien, el avión es una cosa, robarse millones de dólares otra. No exageremos, concluirá ese alguien.

Y bueno, yo creo que de lo pequeño se trasciende a lo grande. Cualquier falta implica un nivel superior de exceso. El empujón le abre el camino a la golpiza, ¿me explico?

Pero no hay culpa en los corazones. Eso es terrible, porque ni siquiera tienen idea de que están destruyendo las leyes, destruyendo el país.

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