
Las cuerdas comenzaron a sonar. Sutiles, pero potentes. Siempre fúnebres. Los acordes de la séptima sinfonía de Ludwing van Beethoven daban directo al corazón de los presentes en el velorio de Armando Cañizales. Así sonaba el adiós de sus compañeros de la Orquesta Sinfónica Juvenil José Francisco del Castillo. Eran muchachos como él, le sacaban el alma a sus instrumentos, tocaban desde las entrañas, con el mayor temple que en su adolescencia podían encontrar, con la cara más seria que camuflaba el dolor. Armando, a sus 17 años, murió de un impacto de bala en el cuello mientras protestaba en contra del gobierno de Nicolás Maduro en Las Mercedes, Caracas, el 3 de mayo.
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