Opinión

Un premio Nobel para el periodismo

Ressa y Muratov ya eran figuras simbólicas del periodismo independiente que hace frente al poder y sus desmanes. La concesión del Premio Nobel enaltece su labor y al mismo tiempo envía un mensaje al resto de periodistas y al mundo

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Dos periodistas, de Filipinas y de Rusia, respectivamente, han sido galardonados con el Premio Nobel de la Paz de este año. Es un hito. Sólo una vez, hace 86 años, este galardón se otorgó a un periodista. No es por tanto un asunto ordinario y la decisión del Comité Noruego está cargada de simbolismo.

La filipina Maria Ressa y el ruso Dmitri Muratov son los nombres de los dos galardonados. Al escoger a estos dos periodistas, por encima de tantas personalidades y organizaciones postuladas al Premio Nobel de la Paz, se puso de relieve no sólo la valentía y compromiso de estos dos comunicadores, en sus respectivos países, sino que también se ha resaltado el rol del periodismo en un mundo en el cual -francamente- la libertad de expresión y en su conjunto los derechos humanos están bajo amenaza.

“La señora Ressa y el señor Muratov representan a todos los periodistas que defienden esos ideales en un mundo en el que la democracia y la libertad de prensa se enfrentan a condiciones cada vez más adversas”, señaló la presidenta del Comité, Berit Reiss-Andersen.

“El periodismo libre, independiente y basado en hechos sirve para proteger contra el abuso de poder, la mentira y la propaganda de guerra”, añadió Reiss-Andersen. La anterior vez que se concedió el Nobel de la Paz a un periodista fue en 1935, al alemán Carl von Ossietzky por sus reportajes sobre un programa de rearme que Alemania mantuvo en secreto entre las dos guerras mundiales.

Ressa y Muratov ya eran figuras simbólicas del periodismo independiente que hace frente al poder y sus desmanes. La concesión del Premio Nobel enaltece su labor y al mismo tiempo envía un mensaje al resto de periodistas comprometidos con la libertad de informar y la denuncia de los derechos humanos.

Los autoritarios, en cualquier parte del mundo, restringen al periodismo no sólo porque les moleste la libertad de expresión, sino porque en la medida en que circule información la sociedad estará más informada de lo que ocurre en el país. Generalmente los regímenes que no comulgan con la libertad de expresión violan los derechos humanos y desean que esto no trascienda.

Muratov es un buen ejemplo de esto. Uno de los fundadores del periódico liberal Nóvaya Gazeta, que nació tras la desaparición de la Unión Soviética, en medio del deseo de cambio que se vivía allí. Devenido en director de la publicación, este periodista ha sido testigo clave de la deriva autoritaria que prevalece sobre Rusia, tras las décadas de pesadilla comunista.

Nóvaya Gazeta ha sacado a la luz escándalos políticos del gobierno de Vladimir Putin y de la oligarquía postcomunista, casos de corrupción, violaciones de derechos humanos, crímenes en el Cáucaso o las purgas, torturas y persecuciones a personas LGTBI+ en Chechenia.

De acuerdo con el ranking que elabora la ONG francesa Reporteros Sin Fronteras, Rusia ocupa el puesto 150 en el Índice mundial de libertad de prensa de este 2021, por debajo de estados como Zimbabue y Sudán del Sur. Al menos 28 reporteros rusos han sido asesinados en el país durante los últimos 20 años, según la ONG estadounidense Comité para la Protección de los Periodistas.

Nóvaya Gazeta han vivido en carne propia este clima de represión. Seis de sus periodistas han sido asesinados desde la fundación del diario. Este Premio Nobel para Muratov llegó un día después del 15 aniversario del asesinato a tiros en el portal de su casa de Moscú de Anna Politkóvskaya, una de sus periodistas más destacadas, y un referente del periodismo independiente en Rusia.

“Un mundo sin hechos significa un mundo sin verdad ni confianza. Y sin verdad ni confianza no puedes luchar contra el coronavirus. No puedes luchar contra el cambio climático”. Esta declaración de principios, para resaltar la importancia que tiene la información libre en el mundo actual, la ofreció la periodista filipina Maria Ressa a su propio medio, Rappler, tras conocer que había obtenido el Premio Nobel de la Paz.

Ressa, quien ha obtenido otros galardones importantes en los últimos años, es un buen ejemplo de perseverancia y de compromiso con el periodismo. Debido a su permanente verificación sobre la actuación del presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, y los escándalos que le envuelven, ella ha recibido 10 órdenes de detención en los últimos dos años.

Ressa, por ejemplo, está enfocada en develar lo que ocurre detrás de la guerra contra las drogas del gobierno de Duterte. “No tenemos ni idea de cuántas personas exactamente han muerto en esta guerra brutal… A plena luz del día vimos a la policía recortar los números de 7.000 a 2.000 en 2017, ahora en 2021 tienes a grupos defensores de los derechos humanos diciendo que son decenas de miles, más de 30.000 (las muertes)”, explica la ahora Premio Nobel.

La entrega del premio tendrá lugar el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de su fundador, Alfred Nobel. La ceremonia se celebra en Oslo, la capital de Noruega.

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