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Una crisis de partido hace a un magnate primer ministro de Australia

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Australia tendrá un nuevo primer ministro, cargo que asumirá Malcolm Turnbull, que forzó y ganó una moción de confianza en el seno del Partido Liberal al hasta hoy líder de la formación y jefe de Gobierno, Tony Abbott.

En la votación, Turnbull obtuvo 54 votos frente a los 44 que recabó Abbott, según anunció a la prensa el encargado de los procedimientos disciplinarios de esa formación política, Scott Buchholz.

Turnbull deberá jurar al cargo ante el gobernador general, Peter Cosgrove, después de cumplirse un procedimiento formal mediante el cual Abbott le comunica al representante de la reina Isabel II en Australia el resultado de la votación y le presenta su renuncia.

«Hoy hemos tenido una experiencia importante y aleccionadora, me siento humilde ante ella», dijo Turnbull en su primera comparecencia ante la prensa junto a la ministra de Exteriores, Julie Bishop, quien fue ratificada con 70 votos como la número dos del partido.

El nuevo dirigente no escatimó elogios a Abbott, que asumió el cargo en septiembre de 2013, del que destacó su labor como líder y logros como la firma de varios tratados de libre comercio o su política contra la inmigración ilegal.

Pero Turnbull, que en 2009 fue apartado del frente del entonces opositor Partido Liberal por Abbott, aseguró que su Gobierno tendrá «una visión económica» y otro estilo, en el que se explicarán los retos a los que se enfrenta el país en lugar de «dar lecciones».

El nuevo primer ministro se mostró confiado en que el Parlamento termine su mandato y que los ministros que sirvieron a Abbott sigan en sus cargos hasta que se anuncie una remodelación ministerial al final de esta semana.

Estos cambios podrían implicar la salida de la oficina del Tesoro de Joe Hockey, que defendió la gestión de Abbott hasta el último momento, para dar paso a Scott Morrison, actual ministro de Servicios Sociales.

La crisis de liderazgo estalló cuando Turnbull dimitió por la mañana como ministro de Comunicaciones y forzó a Abbott a convocar una votación interna entre cien miembros del Parlamento y senadores.

La votación fue convocada días antes de unas elecciones parciales para ocupar un escaño en Australia Occidental vacante por fallecimiento y ante la desaceleración de la economía, que solo creció un 0,2 % en el último trimestre tras más de dos décadas de expansión.

Por el momento es incierto el futuro político de Abbott, quien ya había puesto a prueba su liderazgo en febrero pasado, cuando superó otra moción de censura planteada por un sector de su partido con 61 votos a favor por 39 en contra.

Entonces, Abbott se jugó el puesto entre críticas constantes a medidas de su Gobierno que tuvo que modificar o retirar y después de su controvertida decisión de conceder el título de Caballero de Australia al marido de la reina Isabel II de Inglaterra.

No es la primera vez que una crisis de partido pone en jaque al Gobierno australiano después de que en 2010 el primer ministro laborista, Kevin Rudd, perdiera el cargo y las riendas de su partido en una moción de censura.

El cargo le fue arrebatado por Julia Gillard, a quien Rudd respondió con la misma moneda tres años después, justo antes de perder las elecciones ante Abbott en 2013.

Antes de la votación, el líder del Partido Nacional y viceprimer ministro, Warren Truss, alertó que si bien la elección de su líder era un asunto de sus socios liberales, cualquier cambio requeriría un nuevo acuerdo en la coalición gobernante.

«Se prevé que esto sea una formalidad», apuntó la analista política Michelle Grattan en la revista de análisis «The Conversation».

«Australia tiene buenas instituciones políticas», enfatizó en declaraciones a Efe el politólogo Raúl Sánchez, de la Universidad La Trobe, al considerar que la crisis de liderazgo no es un asunto estructural que vaya a marcar la vida política australiana.

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