Crónicas de Alberto Veloz

Una geografía de los clubes caraqueños

En esta segunda parte sobre la historia de los clubes caraqueños, el cronista Alberto Veloz cuenta sobre el desaparecido Club Florida, donde después se construyó la iglesia de La Chiquinquirá, y otros como el Venezolano-Alemán, el Club Militar, Las Fuentes, el Valle Arriba Golf Club, La Lagunita, el Campestre Los Cortijos y el Izcaragua

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Imagen de portada: Yiseld Yemiñany

“Nuestra Caracas, tan extendida en el hermoso valle de la maravillosa serranía del Ávila, siempre ha tenido clubes de mucha tradición e historia a lo largo de dos siglos que, en medio del mayor progreso, la acercan al próximo tercer milenio”. Carlos Eduardo Misle (Caremis), 1998

La geografía de los clubes sociales de Caracas y el Litoral Central es más amplia de lo que se pudiera pensar. Al emprender este recorrido supe que no lo podía abarcar en un solo y único texto, por eso esta segunda de tres entregas.

En el anterior capítulo aseveramos que un club social no es exclusivamente para el divertimento. Allí también se fraguan el deporte, el arte y la cultura. De estos clubes han surgido deportistas de fama mundial y otros personajes que conforman el orgullo nacional.

La Caracas de los techos rojos albergó en sus casonas, a comienzos del siglo pasado, centros sociales de los que no queda rastro alguno: Alianza, en el N° 44 de Salvador de León a Socarrás; Alemán en el N° 17 de Bolsa a Pedrera. Caracas, N° 5 de Madrices a Ibarras; Central, N° 26-1 de Santa Capilla a Marqués de Mijares; Comercio N° 60 de Cipreses a Hoyo; Culto Osiris, N° 5 del Callejón de Manduca; Taurino, N° 15 de San Francisco a Pajaritos y el Club Venezuela, N° 37, de Jesuitas a Tienda Honda.

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En los inicios del siglo XX Caracas se circunscribía a lo que hoy llamamos el centro de la ciudad. El resto del valle era haciendas que luego se convertirían en las urbanizaciones de hoy en día, donde se proyectaron muchos clubes, de eso se trata nuestro segundo recorrido.

De vermouth danzantes a misas dominicales

Enclavado en el mismo solar que hoy ocupa la Iglesia de Nuestra Señora de La Chiquinquirá, en la intersección de las avenidas Andrés Bello y Los Jabillos en La Florida, se encontraba el Club Florida, (ver la primera foto de este reportaje) construido por Juan Bernardo Arismendi y Luis Roche en 1930, para que sirviera de esparcimiento a los vecinos de la recién inaugurada urbanización y donde años después también funcionó por un tiempo el Instituto Escuela.

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Club Florida,1932. Foto: Luis Felipe Toro «Torito». .Caracas en retrospectiva II Carlos Lachica

Para los que dudan de esta afirmación, les comento que la balaustrada de pilares y hierro del antiguo Club Florida es la misma que actualmente rodea al templo dedicado a La Chinita. Esto se puede corroborar con una simple observación a las fotos antiguas y una visita a la iglesia.

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Club Florida. Fotos Antiguas de Caracas 1928

Este club presumía de una gran piscina olímpica, donde frecuentemente se realizaban competencias de natación en todas sus modalidades, salto de trampolín y nado sincronizado.

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Trampolín del Club Florida, años 40.

La vida social giraba en torno a la vida deportiva y a los vermouth danzantes que marcaban su inicio a las 11:00 de la mañana, desayunos en el jardín, espléndidos almuerzos en su gran comedor de lujo, tardes de té y juegos de naipes. En las noches de soirée espléndidos bailes con las mejores orquestas como la de Luis Alfonso Larrain.

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Jardines y piscina del Club Florida

La mejor descripción de este club la hace la cronista María Filomena Sigillo Gianeto:

“Es en la década de los 30 cuando los clubes, la hípica y los paseos nutren la vida social de los caraqueños, el Club Florida tenía aparte de sus extraordinarios jardines al pie del Ávila, una inmensa piscina, razón por la cual se realizaron campeonatos de natación a lo largo de su existencia. Con el tiempo el club dio paso al Instituto Escuela y posteriormente el terreno lo adquirieron los padres capuchinos, orden que erigió en ese lugar la monumental iglesia de la Chiquinquirá y el colegio San Antonio”.

Por diversas razones, entre ellas las económicas, el Club Florida tuvo que cerrar sus puertas y sus instalaciones fueron alquiladas al profesor Anselmo Alvarado para el Instituto Escuela.

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Vista aérea del Club Florida y Av. Los Jabillos 1938 circa

Posteriormente el terreno fue vendido a la congregación de los sacerdotes capuchinos quienes se encargaron de la construcción de la iglesia de Nuestra Señora de La Chiquinquirá.

El “otro” Florida

En esa misma avenida Los Jabillos en el cruce de lo que actualmente es la avenida Libertador, ocupado hoy por una edificación de Misión Vivienda, estaba la mansión del empresario Luis Eladio Contreras.

Al comienzo del gobierno de Marcos Pérez Jiménez se promocionó la apertura de casas regionales en la capital. Esta casona en estilo neohispano, siguiendo las directrices arquitectónicas de la urbanización, fue alquilada para que fuese sede del Centro Mérida, una suerte de ateneo donde se desarrollaban actividades sociales, charlas culturales, exposiciones de artes plásticas y conciertos.

Posteriormente, con otra administración y concepto de club abierto, con un público diferente que ya no era de la zona, comenzó a funcionar en esa misma sede el Club Social Florida.

La casa tenía un enorme patio trasero arbolado donde se organizaban grandes bailes y podía acudir cualquier tipo de público, previo pago de entrada, que en aquel entonces costaba Bs. 20 (6 dólares americanos de la época). El consumo de whisky se cobraba aparte, así como los pasapalos de bolitas de carne o queso. Era un club sin membresía.

Como testimonio de esas fiestas, un aviso de prensa anunciaba: Club Social Florida invita al “Baile del Siglo” con Dámaso Pérez Prado, Estrellas del Caribe, Fajardo y sus Estrellas, Sonora Santanera, Tito Puente y Tito Rodríguez.

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Baile del siglo. Club Social Florida

Fue todo un acontecimiento social de comienzos de la década de los 60, cuando se comenzaban a presentar en Caracas los dos Tito con sus famosas orquestas.

Escuchemos a Tito Rodríguez and his world famous orchestra Carnival of The Americas con su interpretación de Cara de payaso:

La presentación de estas agrupaciones musicales en el aviso de prensa estaba en estricto orden alfabético para no crear susceptibilidades artísticas que podían anular el contrato.

Con una capacidad para 2.500 personas, el aforo del Club Social Florida era impresionante para esa época. “El Baile del siglo” lo patrocinaba el whisky White Horse y lo anunciaba como el baile de carnaval más grandioso de América.

Lea la primera parte de la historia de los clubes sociales de Caracas pinchando aquí.

Nazis encaletados

Uno de los clubes pocos conocidos, salvo por su restaurante donde servían buena comida alemana y se podía ir sin ser socio, era el Club Venezolano Alemán en la avenida Los Pinos de El Paraíso. Proyectado por el arquitecto Carlos Guinand Sandoz a comienzos de la década de los 30, es una sobria edificación, porque todavía subsiste, de líneas rectas estilo Art Deco.

Los socios debían ser alemanes o descendientes arios. En algunas ocasiones su directiva organizaba almuerzos en el pabellón del antiguo Hipódromo de El Paraíso, que devino en el Liceo de Aplicación y actual Liceo Odeardo Crema, a escasas dos cuadras.

Club Venezolano Alemán

Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Venezuela formó parte del grupo de los Aliados, el club fue clausurado. La edificación estuvo mucho tiempo desocupada, lo que aprovechaban los muchachos vecinos quienes entraban a hurtadillas y se bañaban en la piscina.

La sorpresa fue mayúscula cuando un día, entre jugarretas, los jóvenes encontraron detrás de paneles de madera del bar una gran foto de Hitler y un fusil Mauser.

Tenis y algo más

El Casablanca Tenis Club, inaugurado en 1946 tuvo una intensa vida deportiva en sus canchas de tenis, de basquetbol y volibol, piscina olímpica y bailes multitudinarios. Funcionó como club mixto con socios fijos y también acceso de público, previo pago de entrada mínima más el consumo de licor que para esos años la botella servida con todo el servicio costaba Bs. 100. Estos espacios los ocupa hoy la Hermandad Gallega.

El tenis conquistó espacios y así surgió el Altamira Tenis Club, enclavado en el centro de la urbanización que le da su nombre. Con varias canchas para su práctica, importantes competencias de tenis nacionales e internacionales se han escenificado en sus instalaciones.

Destaca un enorme samán, verdadera escultura vegetal, que da sombra a un gran espacio en el medio del bien cuidado jardín. La cocina está adjudicada al restaurante Costa Vasca, lo que significa que la calidad está garantizada.

Cadetes en perfecta formación

Los 2 de diciembre, instituido como el “Día del Nuevo Ideal Nacional”, Marcos Pérez Jiménez pautaba la inauguración de las obras de su gobierno, que no incluía canchas de bolas criollas, sino construcciones de gran envergadura que todavía están en funcionamiento como es el caso del Círculo de las Fuerzas Armadas, mejor conocido como Círculo Militar, obra del arquitecto Luis Malaussena.

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Fachada principal del Círculo de las Fuerzas Armadas, año 1956

La apertura del Círculo Militar fue el 2 de diciembre de 1953, a las 20:00 horas, en punto, cuando Marcos Evangelista Pérez Jiménez procedió a cortar la cinta que dio por inaugurada la suntuosa edificación, construida en 25 hectáreas donde existían antiguas haciendas privadas del conjunto conocido como Conejo Blanco.

Posterior al acto protocolar con honores, bendiciones, recorrido, concierto y entrega de carnets a los socios honorarios, la noche continuó con una copa de champaña, baile de gala y espléndido buffet.

Dato curioso, en todos los bailes que asistía Pérez Jiménez debían comenzar con el vals Conticinio. En esa ocasión fue interpretado por la orquesta Billo´s Caracas Boys que alternó con la de Luis Alfonso Larrain.

Este acto se desarrolló en el patio central, porque el majestuoso y enorme Salón Venezuela, con pisos de mármol de Carrara, pasarelas, espejos de agua, gigantes cortinajes y capacidad para 2 mil personas fue inaugurado cuatro años después, el 5 de julio de 1957. Se construyó en el tiempo récord.

El primer año del Círculo Militar solo era para el uso y disfrute de los militares y sus familias. Luego se permitió la asociación de civiles, previo estudio y análisis del solicitante.

El Círculo Militar es una ciudad en sí. Posee todo lo necesario para la recreación, desde restaurantes, bares, fuente de soda, teatro, hotel piscinas, instalaciones deportivas, gimnasio, lago artificial, barbería, peluquería, kinder hasta una agencia de festejos.

Las Fuentes y el Monumental

Los bailes de carnaval más populares y rumbosos, propios para los trasnochadores de largo aguante se organizaban en el Club Las Fuentes, donde los disfraces de las atrevidas negritas pululaban ya que su entrada era libre en las fiestas carnestolendas.

Celia Cruz y la Sonora Matancera animaban la tarima y alternaban la larga noche con Willy Gamboa y su orquesta con las Hermanas Montoya.

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Carnaval Club Las Fuentes con Celia Cruz

El Club Las Fuentes estaba al final de la avenida que lleva el mismo nombre, en una zona residencial de El Paraíso. Funcionó durante muchos años en la dualidad de agencia de festejos y organización de fiestas muy bullangueras.

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Carnaval Club Las Fuentes con la Gran Orquesta Aragón

La presión de los vecinos y lo costoso económicamente del gran solar que ocupaba ya no era rentable. Un enorme edificio silenció las noches de rumba del viejo club, popular y jacarandoso.

Los que no eran aceptados en el Club Las Fuentes porque su pista de bailes estaba colmada en su capacidad, caminaban unas cuadras hasta el enorme galpón de El Monumental, donde la pachanga estaba prendida.

Allí todo era posible y verdaderamente monumental por su numeroso público, ingesta de licor y sus consiguientes borrachitos, combinaciones de todo tipo de parejas lo que desembocaba también en monumentales tánganas con botellazos y heridos.

En los bajos del puente 9 de Diciembre, que une la avenida San Martín con El Paraíso, funcionó este enorme galpón llamado El Monumental donde la gente se agolpaba, junto a las famosas “negritas” para bailar puliendo la hebilla, “rucanearse” y “jamonearse” hasta el cansancio.

En ese corralón de diversión non sancta había un apartado para el público gay, expresión desconocida para la época, donde los levantes corrían a “tres por locha” y se unían jóvenes y no tan jóvenes de la alta sociedad caraqueña con sus homólogos de las barriadas populares.

Generalmente el “casual” encuentro terminaba en algún apartamento del este capitalino. Si sucedía algún escándalo o la cosa pasaba a mayores, la prensa sensacionalista titulaba: “Allanado local con ´zoquetes´ en ballet rosado”.

Sol y deportes

Caracas se caracteriza por tener el mejor clima del mundo, así escrito con jactancia, certeza y convicción, una de las condiciones que todavía podemos disfrutar a plenitud y no nos puede ser sustraída.

En virtud de este ambiente se han desarrollado muchos clubes donde la práctica deportiva como el golf, tenis, equitación, natación, toros coleados, polo y bolas criollas ha sido eje fundamental en sus actividades.

Cientos de deportistas han descollado en competencias, nacionales e internacionales y se han convertido en íconos que perduran en la vida deportiva.

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En los clubes caraqueños se formaron grandes atletas. Esta foto es de una competencia de natación en el Club Florida

Entre muchos, se recuerdan a la decana del olimpismo Flor Isava Fonseca y el jinete Gustavo Arroyo, formados y entrenados en clubes caraqueños.

One in hole

Varios centros sociales caraqueños ostentan hermosos campos de golf en Caracas y alrededores gracias a la inmensidad de los terrenos y por supuesto al perenne sol de 364 días al año que hacen posible la práctica de este deporte

Así nació en 1942 el Valle Arriba Golf Club en una extensa área de 43 hectáreas donada por Henrique Eraso, teniendo en mente a los ejecutivos de las compañías petroleras Esso y Shell que fueron sus primeros miembros.Su campo de golf, de 18 hoyos fue proyectado por el ingeniero John von Kleek, especialista en terrenos para este deporte. La casa club, inaugurada en 1949, fue diseñada por el arquitecto Clifford Wendehack el mismo que hizo la casona del Caracas Country Club, pero más estilizada, apartándose del patrón neohispano.

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Un icono entre los clubes caraqueños, la Casa Club del Valle Arriba Golf Club, 1947. Arquitecto Clifford C. Wendehack

El periodista y cronista social, Leopoldo Fontana Briceño nos cuenta una anécdota cultural del club:

“Desde sus amplios ventanales se divisa el Ávila y al pedírsele al pintor del Ávila, Manuel Cabré, que pintara un lienzo retratando el cerro, como lo había hecho con el Caracas Country Club, simplemente puso su firma en uno de los ventanales que lo enmarcan y que el club conserva en una placa conmemorativa”.

En el Club Valle Arriba se han celebrado cientos de cientos de fiestas de todo tenor, pero este cronista recuerda en detalle la boda del hijo de dos famosos: Carlos Moreán y María de Las Casas McGill.

Pasada la medianoche, sin que nadie lo sospechara y en medio de la algarabía el padre del novio enfundado en su elegante frac tomó la guitarra eléctrica y junto al resto de Los Darts, ya con la sienes plateadas, ofrecieron un concierto donde se pasearon por su repertorio musical, al grito repetido de otra… otra…

Recordemos musicalmente esa noche con Los Darts: Tú la vas a perder

El Valle Arriba Athletic Club es otro centro con similar nombre, pero enfocado al deporte y funciona en la misma urbanización Valle Arriba. Construido en varios niveles, ofrece todo tipo de espacios para la práctica deportiva como gimnasio, piscina, canchas de tenis, amén de salones para juegos, restaurantes, área infantil y de computadoras.

Rivalidad por membresía

La Lagunita Country Club fue concebido como un lugar de golf para los vecinos de la urbanización La Lagunita, Alto Hatillo y zonas aledañas con un bien cuidado campo, además de canchas de tenis, piscina y demás áreas de recreo. Los domingos son de almuerzo familiar.

En La Lagunita Country Club ha habido varios casos de boleo, pero el más sonado que alcanzó ribetes noticiosos fue el de un conocido cirujano plástico, seducido por el mundo social que se reflejaba en las páginas de los diarios importantes, fue rechazado varias veces, a pesar de ser vecino del club, hasta que lo logró después de un litigio de 11 años.

Las lenguas, malas o buenas, comentaron en su momento que todo comenzó por una eterna rivalidad social y profesional con un colega -también cirujano plástico- quien solicitó su membresía en el Caracas Country Club, urbanización donde se mudó, y contrario a su rival, de inmediato fue aceptado.

El periodista y cronista social Leopoldo Fontana Briceño es muy explícito cuando en la primera parte de los clubes sociales comenta sobre lo que significa la temible bola negra o bolear.

Casa colonial en bosque xerófilo

Izcaragua en lengua indígena significa “tierra donde abunda el agua”, por eso el campo de golf del club, diseñado por Joseph L Lee, arquitecto del grupo Disney, es el de mayor dificultad del país porque 13 de sus 18 hoyos tienen agua, lo que constituye un estimulante reto para sus jugadores.

El Club Izcaragua está enclavado en una hacienda de caña que data del año 1715, rodeado de un bosque xerófilo, santuario conservacionista de fauna y flora.

La casona de la antigua plantación fue restaurada por el arquitecto Graziano Gasparini quien conservó su estilo colonial y la torre del trapiche. También incorporó instalaciones modernas para diversas actividades sociales donde está el bar restaurant La Campana, fuente de soda, piscina, cancha de tenis y gimnasio.

Su importancia como lugar de fiestas fue decayendo debido a lo dificultoso y hasta riesgoso llegar a sus instalaciones.

Caballos adiestrados

El Club Hípico está dedicado a la equitación con canchas de salto con obstáculo, acondicionadas para campeonatos nacionales e internacionales. Un total de 120 establos albergan a los equinos atletas desde su fundación en 1959. También los socios pueden practicar tenis en sus 4 canchas y natación.

En los últimos años ha sido escenario de encuentros de saltos hípicos, además de ser sede del campeonato infantil que lleva el nombre de Flor Isava, rindiéndole así reconocimiento a esta extraordinaria amazona, que no solo ha sido gloria para el país en las pistas, sino en el ámbito organizacional deportivo por ser la primera mujer en integrar el Comité Olímpico Internacional.

Cercano a Caracas, tan solo a 24 kilómetros está Club de Campo, especializado en el juego de polo con canchas y caballerizas.

Caballos para colear

La manga de coleo -ahora en receso- más exclusiva del país estuvo en el Club Campestre Los Cortijos. Los fines de semana se organizaban competencias de toros coleados. La equitación también ha sido puntal deportivo de este lugar, basta recordar al muchas veces galardonado jinete Gustavo Arroyo.

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Clubes caraqueños: En el lobby de los Campestre Los Cortijos se celebraban imponentes fiestas

En las tardes de coleo, las jóvenes socias asistían trajeadas en fashion campestre con flores en la cabeza, blusas escotadas y muchos encajes al estilo de la recordada cantante Magdalena Sánchez.

Invitada perenne, la folklorista Magdalena Sánchez lucía su atuendo adaptado a la silueta del new look que impuso Dior en la década de 1950 en su vestuario de fantasía llanera de enormes faldas con armadores, estampados de flores gigantes, blusas con mangas tres cuartos que remataban en faralaos y su colección de pulseras de morocotas de oro, según explica el diseñador Leonardo De Armas.

La mejor representación de la música llanera fue la voz de Magdalena Sánchez, quien con su canto criollo animaba las tardes de coleo interpretando su famoso Mango verde.

Escuchemos a la recordada Magdalena Sánchez en Mango verde

La fiesta de Cruz de Mayo era otra de las más concurridas y animadas celebraciones del Club Campestre Los Cortijos. Una enorme cruz vestida de coloridas flores era el centro de atención para mantener las tradiciones del folklore nacional.

Las hijas de los socios celebraban su fiesta de 15 años en el salón principal donde hacían su entrada precedida de un enorme cortejo de parejas de amigos, ellos de esmoquin y ellas vestidas idénticas, trajes largos del mismo color y el mismo modelo.

Los zapatos de altísimos tacones de las jóvenes del cortejo los forraban con el mismo género del vestido para hacer juego y sentirse en el colmo de la elegancia. Muchos zapateros se especializaron en “forrar” los zapatos con las telas de los trajes.

El baile lo abría la cumpleañera, invariablemente, con el vals Conticinio (¿tradición perezjimenista?) con el padre, luego el abuelo, el padrino, el hermano mayor, los demás hermanos y el vecino, hasta que finalmente le tocaba el turno al impaciente novio de la quinceañera.

Hebraica para su comunidad

En los terrenos de la antigua Villa Manresa, antes Villa Pignatelli, donde funcionó el noviciado de la Compañía de Jesús, la comunidad judía fundó en los años 70 el Club Hebraica, centro de todas sus actividades sociales y culturales.

El Club Hebraica se define como un club social, cultural y deportivo para la comunidad judía. Su piscina olímpica está rodeada de gradas para observar las competencias que se realizan frecuentemente. En el Espacio Anna Frank se organizan infinidad de actividades culturales y sociales como presentaciones de libros, charlas y conciertos.

El periodista Leopoldo Fontana Briceño comenta que su entrañable y recordado amigo, el sacerdote jesuita Rafael Baquedano, cuando arribó como novicio a los 18 años a Venezuela en 1945, dejando atrás una España con hambre y devastada por la Guerra Civil, escribió a sus padres: ¡He llegado al paraíso! Y es que el Club Hebraica, rodeado de frondosa vegetación, conserva algo de ese paraíso.

Este recorrido no ha terminado. Un gran conglomerado social ha hecho de los clubes regionales su lugar de reunión y esparcimiento, así como los de las comunidades extranjeras y los que desarrollan su vida en el vecino litoral central, entre palmeras borrachas de sol, arena caliente y cavas frías bien apertrechadas.

Agradecimiento

Un agradecimiento especial para el colega y cronista Leopoldo Fontana Briceño por los datos precisos aportados para la realización de esta investigación sobre los clubes caraqueños.

Bibliografía

Leopoldo Fontana Briceño. Ensayo sobre los clubes, Caracas 2020

María Filomena Sigillo Gianeto. Caracas en retrospectiva

Carlos Eduardo Misle “Caremis”. Dos siglos de clubes en una Caracas hacia el tercer milenio. 1998

Vida Luz Azuaje. Anales Históricos del Círculo de la Fuerza Armada de Venezuela. 2000

Fotografías de los clubes

Caracas en retrospectiva II

Colecciones de Gonzalo “Chile” Veloz, Ricardo Rodríguez Boades y Alberto Veloz Guzmán

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