«Reiterando que es lícito detener al agresor injusto, aunque respetando siempre el derecho internacional, quiero recordar también que no podemos confiar la resolución del problema a la mera respuesta militar», dijo el pontífice.
Bergoglio recordó que en Siria e Irak, donde el grupo yihadista Estado Islámico ha declarado un califato, «la violencia terrorista no da indicios de aplacarse» y que en ambos casos «se constata la violación de las leyes humanitarias más básicas».
El papa pronunció estas palabras ante el presidente turco, Recep Tayip Erdogan, quien le recibió en el palacio presidencial de Ankara, en la primera etapa del viaje que el sábado le llevará a Estambul.
El pontífice destacó que Turquía, que acoge refugiados procedentes de esos dos países, «está directamente afectada por los efectos de esta dramática situación en sus confines y la comunidad internacional tiene la obligación moral de ayudarla».
«No se puede permanecer en la indiferencia ante lo que han provocado estas tragedias», añadió el papa, quien pidió un «gran esfuerzo común» para alcanzar una «paz duradera» basada en la confianza mutua y que se destinen recursos «no a las armas sino a las verdaderas luchas dignas del hombre».
Estas son, recordó, el combate contra «el hambre y la enfermedad, en favor del desarrollo sostenible y la salvaguardia de la creación, (y) del rescate de tantas formas de pobreza y marginación, que tampoco faltan en el mundo moderno».
En territorio sirio e iraquí, «se constata la violación de las leyes humanitarias más básicas contra los presos y grupos étnicos enteros», según el papa argentino.
Bergoglio denunció que «ha habido y sigue habiendo graves persecuciones contra grupos minoritarios, especialmente -aunque no solo- los cristianos y los yazidíes».
Y recordó que «miles de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares y su patria para poder salvar su vida y permanecer fieles a sus creencias».
En su mensaje a las autoridades turcas defendió el «diálogo interreligioso e intercultural» para «apartar toda forma de integrismo y de terrorismo, que humilla gravemente la dignidad de todos los hombres e instrumentaliza la religión».
Pidió además «la solidaridad de todos los creyentes» con el objetivo de contraponerla al «fanatismo y al integrismo, a las fobias irracionales que alientan la incomprensión y la discriminación».
Ante las principales autoridades del país que le recibe, de abrumadora mayoría musulmana pero cuyo Estado se declara laico, el papa dijo que «es fundamental» que los ciudadanos musulmanes, judíos y cristianos gocen -tanto en las disposiciones de la ley como en su aplicación efectiva- de los mismos derechos y respeten las mismas obligaciones.
«La libertad religiosa y la libertad de expresión, efectivamente garantizadas para todos, impulsará el florecimiento de la amistad, convirtiéndose en un signo elocuente de paz», agregó el papa.