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Hasta que el sueño nos alcance

Estados Unidos se llenó hasta el cansancio de vejámenes, acusaciones ciertas y falsas, insultos, perjurios y groserías, procacidades, burlas y ausencia de ideas y propuestas. Y digo hasta el cansancio por usar una frase común, pero yo, que soy venezolano, sé que el cansancio no llega, cuando quien detenta el poder usa la descalificación como arma política, la exclusión como gasolina para los suyos, la opresión para lograr sus objetivos. El cansancio, simplemente, no puede llegar.Pienso en Nelson Mandela, una imagen tantas veces socorrida, y en sus 27 años esperando con paciencia y fuerza el momento en el que finalmente, pudiera liberar a su país del brutal racismo y el colonialismo inglés.

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Y pienso en nosotros, los venezolanos que desde antes de que llegara esta revolución que ha asaltado y saqueado los haberes del alma y el erario venezolano, soñábamos con un país mejor, perfectible, justo, creativo y mágico, como solía ser nuestra vida.

Pienso en los cientos de culturas que han tolerado líderes y movimientos nacionalistas, guerreristas, racistas y opresivos, y que lo han dado todo hasta volver a conquistar la libertad, la democracia, la oportunidad de que cada ser humano pueda desplegar con su propio esfuerzo y la ayuda del prójimo, el Estado, la sociedad, sus propias capacidades para ser feliz.

A veces, parece que el oprobio se desborda, que los Donald Trumps, los Nicolás Maduro, los Hugo Chávez, los Hitler de todos los tiempos, se apoderan de los sentimientos más primitivos de nuestros congéneres, y se hacen y nos hacen presos del odio, del atropello, de la inclemencia y de los valores más bajos, para terminar arruinando lo mejor de las sociedades, al final, simplemente por mantener el poder al costo que sea, de las vidas que sea, del hambre que sea, del odio que sea.

Pero a veces, las más, el sueño parece no morir nunca, que podamos vivir en una sociedad justa y respetuosa, que los más débiles tengan la mano de la oportunidad de los otros, que las comunidades puedan crear y producir prosperidad y conocimiento para vivir mejor, es una utopía a la que el ser humano no renuncia, por muy cansado que esté.

Las elecciones de Estados Unidos están siendo una pequeña muestra de eso que los humanos han sido capaces por siglos hasta llegar el día de hoy. Bajo una artificiosa argumentación antisistema, un hombre que se ha enriquecido a punta de él, y que no ha dudado en estafar, malograr la ley, mentir y hasta abusar de mujeres, con un lenguaje soez, violento y autoritario, ha querido empañar, y lo ha logrado con fuerza, los logros que por dos siglos esta nación ha hecho en cuanto a tolerancia racial, diversidad étnica, oportunidades para que los individuos evolucionen libremente.

Un país, como todos, perfectible, con taras, con pruritos, con mucho que criticar, como cada una de las culturas del mundo, pero que, los venezolanos lo sabemos, no mejorará con el matiz de la destrucción y la exclusión.

Una vez más, los ciudadanos que estamos en este país, como las madres de Siria, los peatones de Venezuela, los votantes argentinos, extendemos el sueño de un mundo mejor, esta vez con el voto, y con la ilusión exponenciada en que, muy pronto, podremos hacerlo también en nuestra querida Venezuela, y, por qué no, en Cuba, en Nicaragua, en Ecuador, y en todo país en el que sus ciudadanos sufran por no tener el mismo derecho que otros.

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