Venezuela

Vamos a ver

La desconfianza han contribuido las amargas experiencias de frustraciones y ciertos discursos radicalmente antipolíticos en el país

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Consejo Nacional Electoral, un poder público vacío
Daniel Hernández

El optimismo ciego y el negativismo impermeable son dos formas de bobería. Estimulan la esperanza las noticias de la Asamblea Nacional. Hasta ahora. Que la representación popular, en medio de sus diferencias, encuentre vías de entendimiento para organizar un Poder Electoral confiable para todos los sectores, no es poca cosa.

El país necesita un cambio, porque el presente no solo es insoportable sino tiende a empeorar. La inmensa mayoría de los venezolanos quiere que ese cambio sea pacífico y democrático, es decir a través de unas elecciones creíbles. Muchos, sin embargo, no creen que eso sea posible.

A esa desconfianza han contribuido las amargas experiencias de frustraciones y ciertos discursos radicalmente antipolíticos. El oficialista que asegura no aflojar “ni por las buenas ni por las malas” y el de cierta oposición glandular que dice más o menos lo mismo, pero desde afuera. Uno y otro hacen ver como lerdos a los demócratas y nadie, sobre todo entre nosotros, quiere pasar por lerdo.

Bueno, no es sólo cuestión de lerdos, sino de pícaros que se hacen los lerdos para sacar su tajadita de hacer el juego al poder. Y no voy a decir que no los haya, porque los hay. Pero la contaminación que producen es un problema menor en cantidad y en cualidad si se la compara la intransigencia de quienes creen que se las saben todas y, por estar en el poder están causando gravísimo daño al país entero o desde fuera del poder, sabotean, intencional o inocentemente, cualquier posibilidad de ejercicio político. Porque la intransigencia arrogante, esté dentro o fuera del poder, siempre está fuera de la realidad. Un poco de modestia civil nunca está de más.

Que nuestro voto se revalorice como instrumento de participación real en las decisiones no será por un amanecer milagroso. Será el resultado, siempre exigente en trabajo y tenacidad, de la inteligencia y la voluntad políticas. Ojalá que no nos defrauden nuestros representantes en la Asamblea Nacional, cuyos méritos cívicos no me canso de ponderar, no porque incluyan la perfección, sino por su valentía y su constancia. Y ojalá que no pierda el grupo en el poder esta oportunidad de encaminar sus pasos en la ruta constitucional. Contra las apariencias, cada día habrá menos.

La cercana Bolivia nos acaba de mostrar, a todos, evidencias de cuan pedagógica puede ser la realidad. Y lo seguirá haciendo en el tiempo por venir. Abusar del poder entraña riesgos impredecibles para el abusador. No se debe subestimar el valor del voto, incluso en sistemas viciados. La eficacia de la protesta en la calle depende de su vinculación en una estrategia que no se agota en ella. Si la situación boliviana avanza hacia el orden y una nueva elección limpia, será bueno para ellos y para nosotros. Si evoluciona hacia el caos y la ingobernabilidad, será malo para ellos y también para nosotros.

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