Venezuela

Perreras humanas: así se movilizan los venezolanos ante la falta de transporte

En medio del colapso económico, el venezolano promedio ha sido condenado a perder horas de vida en paradas de autobuses, a la espera de alguna unidad con espacio suficiente para viajar sin caer al pavimento. Los que logran abordar alguno de los pocos buses que siguen funcionando se someten a un agobiante hacinamiento. Otros pasajeros se atreven a subirse a  atestados camiones o camionetas de carga, hoy llamados popularmente "perreras". 

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FOTOGRAFÍA Y VIDEO: DANIEL HERNÁNDEZ | EDICIÓN DE VIDEO: HAROLD ESCALONA

Estos peligrosos transportes colectivos improvisados son cada vez más frecuentes en pueblos y ciudades de Carabobo, Aragua, Guárico, Zulia, Bolívar y Vargas. En Caracas, la orgullosa capital,  las situación ya no es diferente y tiende a empeorar.

En el país con las mayores reservas de petróleo del mundo y donde la gasolina es técnicamente gratis, hoy los adultos, niños y ancianos son obligados a trasladarse como animales de matadero, mientras los sistemas de transporte masivo como el Metro de Caracas y el de Valencia ya han colapsado.

Esta situación se ha convertido en un símbolo de la pérdida de calidad de vida de millones de personas, en un país donde la justicia social es una de las principales bajas.

Según el presidente de los transportistas del Bloque del Oeste de Caracas, Hugo Ocando, el desabastecimiento de unidades a escala nacional es del 80%.

La constante salida de circulación de las unidades de transporte público son la escasez  y los altos costos de los repuestos y autopartes, desde llantas hasta baterías, aceite de motor hasta bujías y pistones. Son las misma razones por las cuales muchos propietarios de autos particulares se han visto obligados a dejarlos parados, sin tener como repararlos o mantenerlos.

Cada caucho (neumático) cuesta a la fecha unos 100 millones millones de bolívares, lo que equivale hoy a 40 meses de trabajo de un obrero promedio, pagados al ingreso mínimo integral -con sueldos y bonificaciones.

Un juego de pastillas de frenos vale 15 millones de bolívares, el equivalente a 7.500 pasajeros a la tarifa de pasaje mínimo vigente.

Estas tarifas impiden cubrir estos gastos de mantenimiento, comentó Ocando, quien se encuentra en pie de lucha por la oficialización del nuevo pasaje mínimo en Bs 5.000.

Como los salarios y las tarifas de servicios  públicos, en Venezuela hoy los pasajes están desfasados frente a un hiperinflación que acumula más de 4.000% en el último año y que se proyecta sobre 120.00% para el cierre de 2018, según cálculos de economistas.

-Perreras para humanos-

En calurosa ciudad de La Guaira, una pancarta enorme en una de las pasarelas de la avenida Soublette de Maiquetía afirma que «Vargas es la tierra en donde renacen los sueños».

Pero uno de los sueños más inmediatos de Rosamar Puertas está lejos de cumplirse. «Quiero un bus en el que me pueda sentar tranquila y llegar a mi destino», afirmó a El Estímulo.

Las «perreras» han sido la solución para la falta de unidades que se acrecentó en este 2018 cuando colapsó una economía que lleva años arrastrando su peor crisis en la historia republicana. Estas «perreras» o «chirrincheras» como las llaman en el Zulia son camiones con jaulas de acero, en donde viajan los pasajeros pegados uno de otros y sujetados de barrotes para no perder el equilibro.

En los casos más extremos son camiones areneros de volteo, camionetas pick up y camiones con barandas de madera, como ocurre en Valencia, en donde hay hasta camiones de comida rápida rediseñados para cargar personas. Sin embargo este tipo de vehículos no tiene condiciones mínimas de seguridad, mucho menos licencia como transporte  público.

La gran promesa de Rafael Lacava, el gobernador de Carabobo, de donde Valencia es la capital, es que en dos meses las calles del estado estarían abastecidas de buses. Pero la meta no ha sido alcanzada luego de casi 10 meses en el poder.

En La Guaira y en el Distrito Capital, los alcaldes, José Alejandro Terán y Erika Farías, ofrecieron una solución «momentánea» al problema, colocando perreras del gobierno. Están pintadas de blanco y llevan el sello del Fondo del Transporte Urbano (Fontur).

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En Vargas esta nueva opción abunda. Tienen más presencia que las unidades de las cooperativas. En menos de 10 minutos por la avenida Soublette bajaron cerca de ocho, con destino a la Plaza El Consul en Maiquetía.

En Caracas todavía no son tan comunes como en el interior del país, sin embargo en La Vega, en el oeste de la ciudad, son más visibles y además las hay gratuitas. Llegan hasta los barrios de la zona como Las Casitas. Mientras en Petare de vez en cuando se ven camiones cavas, como el de Francisco Muelles, quien cubre la ruta, Redoma-barrio La Machaca, por un costo de siete mil bolívares.

«Trabajo desde las 5:00 a.m. hasta las 9:00 a.m». Su hijo cobra el pasaje mientras los usuarios se bajan por la puerta de la cava.

En los barrios del cinturón de miseria de Caracas, como Mariches, ya los camiones atestados de gente son más frecuentes que los autobuses convencionales, narran vecinos que han reportado accidentes serios de pasajeros que caen en medio del trajín de subir o bajar.

A diferencia de las situación en Valencia y Maracaibo los vehículos improvisados para transportar personas habían sido prohibidos en Vargas para evitar accidentes, como el ocurrido en Los Azules, en el municipio Sucre de Mérida, donde murieron casi una docena de pasajeros; o el del municipio Carlos Arvelo de Carabobo en abril, cuando dos mujeres cayeron de un camión.

Cuando a Rosamar Puertas le tocó montarse en las perreras de La Guaira se desanimó. «Parecemos como cochinos de camino al matadero», expresó la mujer quien llevaba dos horas esperando junto a la pasarela. A las 10:00 a.m. aún no veía la oportunidad de montarse en un autobús de verdad.

Puertas enfatizó que no usaría las perreras. «Es una guillotina. Te meten mano, te roban y hasta se te pegan los olores. No es que yo sea rica ni nada de eso, pero muchos no tienen para comprarse ni un jabón y menos un desodorante», detalló.

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El hacinamiento en las perreras, sumado al calor costero de La Guaira son una mala combinación. Junto a Rosamar estaba Wendy Rodríguez, quien llegó a las 7:00 a.m. para ir a su consulta ginecológica en el Seguro Social. Está embarazada de siete meses, llevaba tres horas esperando y es su tercer día consecutivo esperando.

-Ninguna hora es buena-

Dos horas después, en Caraballeda, Giselle López de 50 años esperaba que algún bus se detuviese a cargar, porque ya habían pasado dos, pero ninguno se detuvo. «Es una falta de respeto y más para mi que estoy en silla de ruedas». Hace un mes sufrió una caída y tiene un esguince.

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El tercer autobús pasó y se detuvo, la puerta estaba frente a López, pero el conductor hizo señas para que no se montaran. «Tengo los frenos malos», gritó Félix Díaz, conductor que cubre la ruta Catia La Mar, Caribe.

La última vez que tuvo que estacionar su bus por mantenimiento fue hace unas semanas. «Dos meses estuve con el vehículo dañado y las reparaciones hacen cada vez más dificil seguir en este trabajo».

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Diariamente gana dos millones de bolívares, pero solo para comprar un litro de aceite de motor necesitaría tres días de trabajo.

En Vargas el pasaje continúa a dos mil bolívares, a diferencia de Caracas, en donde la tarifa es de cinco mil. Félix apoya el aumento a pesar de conocer las penurias de los pasajeros «Yo también como», explicó el trabajador. De igual modo Ocando anunció que si volvían a aumentar el sueldo ellos lo harían con el pasaje «Así será en cada ajuste».

Sobre el uso de perreras el chofer opinó que es riesgo y que nada las diferencia de los camiones cava. Según diversas aseguradoras, si llegase a ocurrir un accidente en uno de esos vehículos el seguro no cubriría con los gastos por cambiar el uso legítimo del automóvil cubierto por una póliza.

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Es crítico contra el alcalde de la capital varguense «Ese como que vive en Narnia. Él jura que lo está haciendo bien, pero míranos a todos. Estamos comiendo cable parejo».

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