Venezuela

Venezuela, el país de los paralelos

Una vía no parece ser suficiente. En Venezuela, la realidad transita por más de un canal. En medio de una histórica etapa marcada por la crisis y sus consecuencias, el ámbito político desarrolló una serie de caminos alternativos donde sus protagonistas marchan lejos uno de otro. Las direcciones, a veces, son desconocidas, mientras el impacto social es incalculable.

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Gobiernos, monedas, poderes y gabinetes corren en carriles separados, una pugna entre el chavismo y la oposición que con el pasar del tiempo encuentra rutas paralelas. Recientemente, la materialización de un acuerdo entre el oficialismo y elementos de una oposición diferente a la que encabeza lo que alguna vez fue la Mesa de la Unidad  Democrática (MUD) marcó el nacimiento de otro grupo adverso al que ocupa el poder en Miraflores, alianza minoritaria que había hecho guiños a sus rivales en 2018.

Con 20 años en el poder, la práctica política del socialismo ha chocado contra el muro del fracaso en incontables ocasiones. Desde que el fallecido Hugo Chávez llegara al poder, la imposición de un patrón con más derrotas que victorias en el mundo agrietó a una nación poderosa desde el plano económico y con aires de crecimiento que se vino a menos frente a ejecuciones desacertadas.

Pero la situación empeoró en 2013 cuando Nicolás Maduro tomó la batuta. Las grietas se convirtieron en fracturas y el reparo de una problemática que es noticia en todo el planeta solo es capaz de materializarse a largo plazo.

Los dos hombres de poder

La llegada del año 2019 se tradujo en un despertar político para la oposición, silenciada por bajo el esquemas irregular del chavismo en las elecciones presidenciales del 20 de mayo de 2018, comicios en los que el triunfo fue para Maduro, pero cuyo proceso encontró las anomalías suficientes para que sus adversarios en el país, así como las grandes democracias del mundo, desconocieran la jornada electoral.

El arranque del calendario supuso una bocanada de aire con el arribo de Juan Guaidó a la palestra, designado jefe del Parlamento, quien se encargó de ser el nuevo rostro de la oposición. La ambición y asesoría del representante del partido político Voluntad Popular acumuló el apoyo de aquellos que meses atrás habían sido golpeados anímicamente por la marea roja, una nueva oportunidad para frenar a una maquinaria que pasará al recuerdo por sus errores más que por sus éxitos.

El 23 de enero, el mandamás del Poder Legislativo juró en una masiva concentración en Caracas “asumir formalmente las competencias del Ejecutivo nacional como presidente encargado de Venezuela”.

Así nació formalmente ante el ojo de la comunidad internacional una segunda presidencia en Venezuela, una que, en principio, dejó más preguntas que respuestas, pero que ahora tiene el mayor peso en la balanza de su lado. Más de 50 países, la mayoría potencias mundiales, reconocen como jefe de Estado al parlamentario, en detrimento de un Maduro que, al igual que su antecesor, decidió gobernar solo a favor de su fracción.

Monedas desiguales

El paso del chavismo en Venezuela se puede comparar con un desastre natural. Aunque expertos anuncien el poder de destrucción de determinado fenómeno, el alcance real se conoce luego de que este azota el territorio que se encuentra en su camino.

Así lo sufre la economía nacional, una que alguna vez fue la referencia regional gracias a sus enormes ingresos por parte de la renta petrolera, empresa que en la actualidad es la sombra de lo que alguna vez llegó a ser.

El bolívar ha sido objeto constante de modificaciones en los últimos 20 años por decisiones tomadas desde el Palacio de Miraflores y cuyos resultados han sido uno peor que otro. Mientras expertos en la materia refutan cada vez con mayor intensidad las medidas aplicadas por los gobiernos de Chávez y Maduro, el oficialismo muestra cartas que solo suman a la desgracia. La inflación alcanzó tal altura que en 2007 se anunció la primera de dos reconversiones cuyo efecto ha sido no más que combustible sobre fuego.

El bolívar pasó a ser bolívar fuerte, denominación caracterizada por la expulsión de tres ceros a la moneda. Después, en 2018, arribó el bolívar soberano, con cinco ceros menos, ante el fracaso del primer ajuste. Una ruina para reparar otra.

Mientras esto sucedía, en Venezuela se afianzaba de forma paralela el valor del dólar americano, moneda que se comenzó a sentir con mayor fuerza en los últimos meses en el ámbito comercial. Hoy en día se normalizaron las transacciones con la divisa norteamericana, la cual eclipsó al débil bolívar soberano, solo un trámite para los elementos más básicos a los que puede alcanzar el salario del venezolano.

Parlamentos distantes

Cada proceso electoral de los últimos 20 años ha contado con citas presumidas desde el lado del chavismo, cuya incidencia sobre el Poder Electoral es innegable; sin embargo, entre tantos llamados a celebrar comicios, uno en particular derivó en la aparición de un suprapoder que solo generó más caos e impactos sobre la democracia.

Las elecciones parlamentarias de 2015 sirvieron para ser vistas como el antes y después de lo que hoy se vive. En dicho proceso, la oposición venezolana arrasó en las urnas y obtuvo 112 de los 167 escaños que estaban en juego.

El descontento oficialista no logró esconderse y apenas dos años después apareció la Asamblea Constituyente como respuesta a la abultada derrota de aquel 6 de diciembre. La instancia comandada actualmente por Diosdado Cabello, uno de los personajes de mayor poder del lado chavista, es tomada por Maduro como el verdadero Poder Legislativo a pesar de haber reconocido en un principio el fuerte revés sufrido en 2015.

Con tentáculos que alcanzan cada rincón al que apuntan, la Constituyente se convirtió en el principal mecanismo de ejecución oficialista para hacer y deshacer en la política venezolana. El grupo conformado por más de 545 representantes asumió competencias fuera de lo que está prevista a ocupar, con el desconocimiento y desacato a la Asamblea Nacional, reconocida por la comunidad internacional como la última instancia democrática en Venezuela, así como decisiones en materia judicial remitidas posteriormente al Tribunal Supremo de Justicia, también controlado por el gobierno de Maduro.

Lo que debía ser una enorme senda por donde circulan de manera independiente el gobierno y los poderes, en Venezuela el mapa está dibujado con varias carreteras en su esquema, cada una con dueños diferentes y que hacen de este un país de varias realidades; sin embargo, el problema está, así como lo dicta la regla, en que los puntos paralelos jamás se tocan.

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