Aunque la campaña aún no arde en mítines; en las casas, en los trabajos y en las largas colas de los mercados todos hablan del 6 de diciembre, cuando 19 millones de venezolanos están llamados a elegir a 167 diputados de la Asamblea Nacional, actualmente controlada por el oficialismo con un centenar de escaños.
«Hay momentos en la vida en que uno tiene que restearse (jugárselo todo), sea lo que sea y como sea, y este es el momento», dijo el jueves el mandatario socialista Nicolás Maduro.
A un mes de los comicios, varias encuestadoras dan a la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) de 14 a 31 puntos de ventaja, aunque el gobierno cita sondeos en que figura favorito con un voto «duro» chavista del 40%.
Dividida y con sus principales dirigentes fuera del combate electoral -presos como Leopoldo López y el alcalde capitalino Antonio Ledezma o inhabilitados como María Corina Machado-, la oposición hace una campaña sin rostros, proclamando el «cambio».
«Incluso con la peor distribución de votos la oposición puede obtener mayoría parlamentaria», estimó el politólogo John Magdaleno, al referirse al complejo sistema electoral legislativo en el que mayor número de sufragios no implica necesariamente mayor número de diputados.
– ¡Socialismo o cambio! –
Pese a ser unas parlamentarias en un régimen presidencialista, analistas creen que podría haber un «voto castigo» para la gestión de Maduro, en el poder desde 2013 tras la enfermedad y muerte de Hugo Chávez.
Maduro tiene apenas 25% de aprobación según las firmas Datanálisis y Venebarómetro, en medio de una aguda escasez de productos básicos y una inflación que el gobierno calcula en 85% este año y analistas en un 200%, atribuida por el presidente a una «guerra económica» de empresarios de derecha, confabulados con Washington.
Pese al malestar, hace año y medio no hay protestas violentas, las llamadas «guarimbas» que en 2014 dejaron 43 muertos y por las cuales López cumple una condena de casi 14 años de prisión. No obstante, los comicios renuevan la polarización política que ha marcado la revolución socialista fundada por Chávez.
En la puerta de su humilde casa en Catia, un barrio popular del oeste de Caracas, Nancy Daza, de 55 años, dice a AFP que los problemas cotidianos no van a hacerla traicionar su «corazón chavista y socialista». Uno de sus hijos, descamisado y en pantalón corto, le grita desde la cocina: «¡Hay que votar por el cambio!».
«Este gobierno no sirve. Mira el desastre: colas para comprar, todo carísimo y la inseguridad terrible. Aunque no conozco a los de la oposición, hay que darles la oportunidad a ver qué pasa», dice Jefferson Márquez, un electricista desempleado de 21 años.
Pero la potente maquinaria chavista está en marcha. Maduro llamó a sus copartidarios a convencer «casa por casa» a «descontentos y confundidos», aumentó 30% el salario mínimo y otorgó 110.000 pensiones, destacando que la revolución está llevando la miseria «al histórico más bajo» del 4,5%.
«Están desesperados. El voto no será sólo de castigo, sino de esperanza. El pueblo se cansó», expresó el excandidato presidencial y gobernador del estado de Miranda, Henrique Capriles, quien perdió en 2013 frente a Maduro por sólo 1,5 puntos.
Magdaleno considera que el oficialismo tiene difícil remontar las encuestas, sin Chávez y en crisis económica, faltando sólo 30 días para los comicios.
– El día después –
Maduro promete respetar los resultados «gane quien gane» y llamó al «diálogo» a los diputados que resulten electos, incluidos opositores, aunque advirtió que «la revolución no va a ser entregada jamás».
«Es evidente que un triunfo le da a la oposición oxígeno y mayor poder para presionar cambios y exigir al gobierno que tome decisiones que hoy evade», sostiene Luis Vicente León, presidente de Datanálisis.
A su juicio, es un error pensar que una victoria opositora solucionará de inmediato todos los problemas o cambiará el gobierno, y advirtió de múltiples escenarios que van desde una radicalización hasta posibles acuerdos para lograr equilibrios.
Para los analistas, el gobierno debe liberar las fuerzas productivas y eliminar las distorsiones que genera un sistema cambiario controlado desde 2003, con un dólar paralelo que se cotiza a 130 veces más que la tasa oficial más baja.
En el país con las mayores reservas petroleras del mundo, el déficit fiscal ronda el 20% del PIB y las reservas monetarias bajaron 33% durante 2015, en pleno derrumbe de precios del petróleo, generador del 96% de las divisas.
Con el actual panorama, la empresa privada Ecoanalítica pronosticó una inflación de 300% en 2016, y de 830% si hubiera un enfrentamiento político.
Con votos distintos, Nancy y Jefferson coinciden en que «algo tendrá que pasar». Peor, dicen, es difícil estar.