“Toque la reja, el timbre no funciona”, “suba por las escaleras, los ascensores están dañados”, “abrimos solo de lunes a martes, en las mañanas”, “tranquilo, yo busco como hacerle una adaptación para que por lo menos arranque y medio funcione” “bueno no sirve, pero se ve bien”, “este medicamento está vencido, medio sirve, algo hace”, “pruebe este tres leches, que solo lleva una, la que se consigue, pero algo es algo”, “no te quejes, por lo menos a ustedes le quitan el agua tres días a la semana, nosotros no tenemos desde hace 15 días”, “por lo menos te hirieron y no te mataron”
Estas y muchísimas expresiones más se hacen cada vez más frecuentes en las conversaciones de los venezolanos. Me pregunto si pronto nos escucharemos diciendo, sino es que ya lo estamos haciendo: “no te quejes, por lo menos tenemos un país que funciona a medias, y no un ex – país”, como lo llama el profesor e historiador venezolano Agustín Blanco Muñoz.
Con sinceridad no sé qué tenemos. Sé que deberíamos tener o aspirar a tener, pero un país en el cual no se disfruta de buenos servicios públicos, de seguridad personal, de acceso a la salud, a los alimentos, etc (y allí, cuando uno empieza a enumerar comienza el rosario de problemas del cual siempre a uno se le escapa algo, y del cual siempre otro agrega: “se te olvido esto también, muy importante”), como que no funciona bien, como que requiere de cambios orientados a hacerlo más productivo, más viable, menos fallido.
Hace algún tiempo leí el libro “Querido Líder: Vida Cotidiana en Corea del Norte” escrito por la periodista estadounidense Barbara Demick. En un capítulo ella narra como del lado de Corea del Norte, en la frontera con Corea del Sur, se ven a lo lejos muchas edificaciones espectaculares que resultan ser de utilería, con el fin de impresionar a quienes desde la frontera del sur ven hacia el norte. Después de leer eso me quedé con la sensación que en donde hay carencia de esfuerzo y sinceridad, la creatividad mal conducida siempre logra hacerse de utilería que sirve para no dar la sensación de que la obra está parada. En eso coinciden tiros y troyanos, en no dar la sensación de parálasis. El desempleado, el jubilado, o el vago a todos les gusta siempre decir que andan en algo.
Desde hace muchos años, pero especialmente en los últimos, nos hemos acostumbrado ¿o quizás no? a actuar en modo utilería. ¿Qué es la utilería? Tomo la definición de Wikipedia que me parece útil para entender lo que quiero expresar. “La utilería o atrezo (del it. attrezzo), tanto en el teatro como en el cine y la televisión, es el conjunto de objetos y enseres que aparecen en escena”. También, “son accesorios utilizados por los personajes para interactuar durante una representación artística, o pequeños elementos que complementan la escenografía (como un jarrón o un cuadro) y el vestuario (como la bisutería o un reloj de pulsera). Junto con el vestuario y la escenografía, la utilería forma parte de los recursos necesarios para la representación teatral”.
Al final, no importan tanto los materiales usados, sino que bien lucen en escena. Si cumplen con el objetivo de contribuir a crear en el público la sensación que los actores y la obra se desarrolla en un contexto ¿creíble? la misión ha sido cumplida. Los expertos en el tema, no lo soy, dirán que la utilería es uno de los elementos que contribuye a la “puesta en escena”.
Todo lo que ocurre en el país, en casi todas las áreas está signado por una rápida puesta en escena en donde la improvisación de los actores, el libreto repetido y carente de creatividad, el movimiento escénico oscilante, la compleja escenografía, el vestuario inapropiado y sobre todo la utilería, son de muy mala calidad.
El público se ha ido acostumbrando a no dar, ni tampoco a exigir calidad. Se da como un hecho incontestable que como todo es de utilería, no vale la pena, hacer las cosas bien. De más está decir que hay algunos que se benefician vendiendo como materiales genuinos productos que son de utilería y hacen todo lo posible para que tengamos un país de utilería en donde para algunos se escenifica una comedia y para muchos otros una tragedia. Se abre el telón: ¿Cómo se llama la obra?