Venezuela

El verdadero reto de Henri Falcón

Por estos días, cada vez que algún parte emanado de la MUD se encarga de documentar “la dificultad de armonizar propósitos y enfoques” que confronta los factores de la coalición opositora, muchos pensamientos, intercalados con suspiros e interrogantes, terminan gravitando en torno a Henri Falcón. Lo que de verdad quiere, y lo que de verdad le interesa, al actual Gobernador del Estado Lara.

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FOTOGRAFÍA: ANDREA HERNÁNDEZ

Integra Falcón, junto a otros sectores moderados de la MUD, que probablemente incluyen ahora Un Nuevo Tiempo, el matiz más visible en lo tocante a las naturales divergencias que puedan existir en materia táctica respecto a la superación del chavismo.

Habiendo sido durante un tiempo una figura del chavismo, y un mandatario exitoso en su gestión, el Gobernador de Lara se ha desplazado con enorme cuidado y habilidad para no dejar sumar adeptos sin perder su capital-semilla inicial. Al comienzo, la navegación pudo hacerse con mucho éxito.

Falcón ha medido sus palabras para construir realidades sin producir antagonismos, procurando que por él hable su gestión. Siempre ha tenido claro que, detrás de la polarización, subyace una sociedad sedienta de acuerdos para solucionar problemas concretos, y ese es su terreno natural en la vida pública.

Desde que el desprendimiento con los rojos se produjo, las conjeturas en torno al posible papel de Falcón en una eventual transición política no han dejado de configurarse. Sobre esa delicada suma de contrapesos ha podido avanzar Falcón, el más moderado de todos los opositores, antes el más moderado de los chavistas, coqueteando con el centro político, lidiando con las voces capciosas, construyendo un escenario en el cual, después de todo, ya se ha convertido en una importante referencia nacional. Y en última instancia, aún con las dudas, Falcón y su partido, Avanzada Progresista, siempre terminan fotografiados donde corresponde: dentro de los confines de la Mesa de la Unidad Democrática.

Por estos meses, sin embargo, la estrategia de Falcón ha perdido la brújula. El exceso de salvedades de su mensaje tiende a producir confusión.

No logra desprenderse Falcón de un extraño ánimo palaciego cada vez que la crisis nacional se desborda. Como a muchos dirigentes que alguna vez pertenecieron a la órbita bolivariana, Falcón parece pendiente de lo que los chavistas opinen de él. Ese interés excesivo en ser apreciado como un vocero «diferente» le puede estar haciendo daño. Sin darse cuenta, Falcón le quiere proponer al chavismo una especie de opositor “bueno”: uno que sí es de izquierda, políticamente correcto.

La estrategia de Falcón se está agotando, a mi manera de ver, porque no está atendiendo una realidad nueva: en Venezuela ya no hay polarización política. Esta no es “una sociedad dividida en dos”. Con todo su poder y su organización, los chavistas se han erosionado terriblemente, y su influencia social no es, ni en 100 años, la que tenían en un año como 2012.

Pienso que Falcón tiene todo el derecho del mundo a ocupar el lado “blando” de la Mesa y opino que lo hace sinceramente. Coincido con él en la importancia del diálogo como instrumento. A diferencia de otros, en lo que a él respecta, no temo un salto de talanquera. Falcón es un dirigente con una identidad política reformista, que es muy notoria, y unos seguidores que no son nada chavistas.

Henri debe olvidarse un poco del equilibrio como doctrina. Es incorrecto suponer que, al juntar los méritos opositores con alguna virtud chavista que pueda quedar, emergerá el venezolano perfecto. No debemos enfermarnos de “transicionismo”. El país está a las puertas de un nuevo período histórico. Está etapa será superada, y para sobrevivir políticamente en el futuro podría ser muy importante la nitidez y la firmeza que se observe en la crisis de hoy.

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