Venezuela

Terror en Caracas por los Colectivos armados (I Parte)

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TEXTO: NATALIA MATAMOROS | COMPOSICIÓN FOTOGRÁFICA E INFOGRAFÍA: IVÁN ZAMBRANO

Estas agrupaciones deambulan y operan a sus anchas en diversas zonas de Caracas. Sus funciones van más allá de intimidar, sabotear y reprimir con violencia las actividades de la oposición. Controlan panaderías, supermercados, hospitales y escuelas, hasta la distribución de los Clap. Vigilan, dan órdenes, infligen castigo y temor con la complacencia de las autoridadesLlevan chaquetas negras y se desplazan en motocicletas. El sonido ensordecedor de los vehículos intimida y asusta. Cuando se bajan de ellos, se dirigen a la puerta de la panadería que está ubicada de la esquina Piñango a Llaguno, en el centro de Caracas. Su propósito: controlar la venta del pan. Los primeros números se los asignan a sus familiares y amigos para revenderlos a precio de bachaquero en bolsas plásticas en las esquinas de Bellas Artes, Sabana Grande y Capitolio. Aquel que se atreva a denunciar en la cola la deferencia y prerrogativa que este grupo otorga a sus allegados, lo corren y lo amenazan con pistolas que sacan de sus bolsos terciados. “Ellos no juegan carrito, al que denuncie, lo expulsan de la fila y no puede regresar a comprar. Está fichado”, dice un vecino que baja cada tres días a comprar pan.

Ellos no permiten que los consumidores se lleven más de cinco canillas por persona. Son la autoridad y se denominan Colectivo Catedral Combativa. Está integrado por hombres y mujeres que, en nombre de la revolución, deciden a quiénes les venden los productos regulados. Los dueños de los locales no tienen voz, ni voto. No pueden denunciarlos. Ellos mandan con autocrático verbo. Jorge Campero, vecino de la parroquia Altagracia, cuenta que los integrantes del colectivo portan radios transmisores para comunicar cualquier novedad. En la fila que se forma desde las 5:30am también está prohibido hablar mal del gobierno. “Hubo una vecina que criticó cómo se maneja la distribución de comida, a través de los Clap. Eso bastó para que uno de ellos, se le abalanzara y le dijera: ‘maldita vieja, si no te gusta cómo se manejan las cosas aquí, te puedes largar’. Al escuchar el tono desafiante, la señora no pronunció una palabra y el resto de los compradores, se sumó a su silencio. El miedo los censuró”. 

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