El común denominador de estas muertes es que las victimas todas han sido muy jóvenes, al punto que tres de ellas fueron menores de edad. El pueblo está conmovido, sorprendido y ha manifestado un total repudio a los asesinatos más aún cuando han sido perpetrados por funcionarios de organismos de seguridad del Estado, Guardia Nacional, (GN) Policía del Táchira y Policía Nacional Bolivariana (PNB).
El Estímulo quiso ahondar un poco más en el tema e indagar, quiénes eran los tachirenses más jóvenes que murieron en medio del clima de protesta que suma ya 48 días continuos.
Daniel se iba del país
Daniel Rodríguez, tenía 17 años, era estudiante del primer año de derecho de la Universidad Católica del Táchira y la noche del jueves 18 de mayo, mientras ayudaba a sus vecinos a instalar una barricada a la entrada de su urbanización en Santa Ana del Táchira, a 15 kilómetros de San Cristóbal, recibió un disparo en la cabeza con salida a nivel de la frente.
“Yo estaba con él en casa, cuando llego una muchacha y le pidió ayuda para construir una barricada en la entrada de la urbanización porque los colectivos venia y atacarían las casas…y efectivamente llegaron”, dijo Marlene Quevedo, madre del joven asesinado.
Relató la mamá de Daniel, desconsolada, que él ayudo a atravesar un palo en la calle para cerrar el paso y fue en ese momento cuando llegaron grupos de motorizados armados disparando.
Cuando le dispararon, después de transcurrir unos 10 minutos es que los amigos y vecinos pueden socorrerlo y lo llevan a casa de una vecina.
“Si uno salía lo mataban también porque estaban dando vueltas disparando a todo el mundo”, narró Marlene Quevedo.
Ante la situación descrita como de “terror” que vivieron los vecinos de Santa Ana, un vecino que es paramédico tuvo que caminar un largo trayecto (una cuadra) por encima de los techos para llegar a socorrer a Daniel.
Más o menos una hora después de haber recibido el impacto fue que pudieron sacar al joven para que recibiera atención médica porque los grupos armados en la calle no lo permitían.
“Mi hijo estaba consiente, inclusive echaba broma con una muchacha porque no llegaba la ambulancia y decía esa no va a llegar todavía, siempre se tarda y se sentó”.
No había nadie haciendo patrullaje en la zona, ni policía, ni guardias nacionales. Se llamó al 711, a la policía, decían que no podían salir y las ambulancias tampoco porque corrían el riesgo que los mataran a ellos mismos, comentó con tristeza la madre.
Enrique Rodríguez, hermano mayor de Daniel, dijo que lo mataron como a los demás jóvenes, solo porque quieren un cambio.
“Mi hermano era mi ídolo, él era un niño pero yo quería ser como él…era el mejor en todo, estudiaba, quería trabajar, ayudar a mi mamá y lo mataron solo por querer algo diferente”.
Lo recuerdan como “un chamo” alegre, “él quería salir del país porque no aguantaba la situación, sabía que un título no le serviría de nada porque aquí no hay trabajo, él decía que no iba a ser feliz aquí”.
En cuestión de tres días terminaron con su sueño porque el lunes viajaría a Bogotá, Colombia. «El no merecía morir así», dijo Enrique a la vez que gritaba entre llanto: “Hermano lo amo con todas las fuerzas de mi alma porque es mi sangre, pasamos muchas cosas juntos y siempre trabajé para ayudarlo, ahora me siento solo”.
José Francisco, el más niño
José Francisco Guerrero, tenía 15 años, el pasado 17 de mayo salió a un abasto cercano a su casa, ubicada en el sector Sabaneta del municipio San Cristóbal a hacer un mandado a la mamá.
Eran cerca de las 6 de la tarde y en la zona se registraban conatos de saqueos y protestas en medio de la revuelta José Francisco cae herido de proyectil, el disparo entro al nivel de la cadera con salida por el área abdominal.
“Él llego vivo al hospital central de San Cristóbal, donde pedía que le salvaran la vida que no quería morir. Cuando los médicos y las enfermeras le preguntan qué le había pasado, él respondió que la guardia nacional que la GN paso disparando y lo hirió”, relató Oriana Guerrero, prima del menor asesinada.
La familiar pidió a través de los medios de comunicación al gobierno que “no sigan mintiendo”, a mi primo no lo mato ningunos motorizados, ni civiles, ni quienes estaban en la protesta, a mi primo lo atacaron Fuerzas Nacionales Bolivarianas, el gobierno, precisó.
Cuestionó la actuación militar y en medio del llanto se preguntó que hacen los guardias disparando en la calle a los ciudadanos.
“Los militares deben estar del lado del pueblo, la Ley está para apoyar al pueblo, no para matarlo. Mi primo no era un delincuente. A nosotras no nos han pagado para decir mentiras y queremos justicia para José Francisco. Llevaremos esto a los organismos de derechos humanos”.
Dijo que pertenecen a una familia de bajos recursos que fue acostumbrada a actuar con honestidad y a decir siempre la verdad, además de cumplir con los derechos y deberes ciudadanos.
“¿Qué está pasando en Venezuela, le quedo grande a Maduro? Haga elecciones, sea humilde y agache la cabeza, acepte que le quedó grande gobernar. No siga matando el pueblo”.
Recordó al “negrito” (José Francisco) como un niño sano, cariñoso y noble que era el apoyo de su mamá, él merecía vivir, tener un futuro y no que se lo quitaran así. José Francisco soñaba con trabajar para comprarle a la mamá una casa y sacarla de la pobreza, aseguró Oriana.
El viernes al mediodía se cumplieron los oficios religiosos del más joven de los caídos en Táchira, El Estímulo, acompaño a familiares y amigos de José Francisco a su última mora. Faltaban fuerzas y sobraron lagrimas para vivir el momento, nadie logró soportar contener el llanto ante la muerte de un inocente…hasta el cielo de San Cristóbal, se encapotó y soltó un intensó llanto mientras se le daba cristiana sepultura.
En motos, camiones de estacas y vehículos funerarios se desplazó la humilde familia de Guerrero hasta el cementerio municipal de San Cristóbal para darle el adiós. Una bandera nacional cubría la urna que cargaban amigos y familiares, entre ellos el hermano morocho del negrito como le decían cariñosamente.
“Mataron, mataron un inocente, volando él se fue…ya lo mataron su cuerpo descargado y el enemigo seguía disparando, sus padres lloran, también llora su hermano y sus amigos lo quieren ver parado” era la letra del reggaetón que no dejaba de sonar en el campo santo, entre los gritos de desgarradores cuando el féretro era bajado a tierra.
Lo observado entre los presentes era dolor, impotencia, eran caras de gente de pueblo, cansadas de sufrir los desatinos de otros. En el cementerio había angustia y desesperación, no había caras de odio, ni de terrorismo.
Luís quería ser periodista
Una tensa calma reinó en Palmira, municipio Guasimos del Táchira minutos después que cayó al pavimento cuando protestaba en contra del gobierno de Nicolás Madura, el joven Luís Alviarez de 17 años de edad.
Luís, era hijo único y vivía con sus familiares y muere en medio de enfrentamientos con funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana (PNB).
Había egresado el año pasado como bachiller en un liceo de la localidad, soñaba con proseguir estudios de comunicación social y era fiel oyente de la emisora radial Andes 102.5 FM, organización que al conocer la lamentable noticia de la muerte de Luís, emitieron un comunicado donde repudiaban el hecho y declararon tres días de duelo en el seno de la institución.
“Se me acercó una vez y me dijo que quería aprender el oficio del periodismo. Lo lleve varias veces a la oficina de prensa para que me apoyara con las fotos”, comentó un amigo cercano del joven que prefirió omitir su nombre.
La mamá de Luis, había estado trabajando en la alcaldía de Guasimos y debido a la situación país, renunció y se fue a Colombia con el propósito de estabilizarse y regresar a buscar a su hijo.
La nostalgia que se vivió en Palmira un día después de la muerte del joven era inmensa. Los vecinos improvisaron un altar exactamente en el lugar donde fue abatido y con velitas, flores, la imagen de la virgen de Coromoto y la franela con la que cubría Luís su cara durante los enfrentamientos, aún ensangrentada, se preparó un espacio en el que se rezó el Santo Rosario e hicieron cantos y peticiones por el descanso de su alma.
Cuando la carroza fúnebre entró al Pueblo, decenas de personas esperaban con banderas nacionales, pancartas, flores y consignas, corrieron detrás del carro para acompañando al joven hasta la llegada a la sala velatorio Santa Rosalía de Palermo, en donde familiares aguardaban con llanto, tristeza y dolor su llegada…entre la multitud se dejaban escapar gritos desesperado: ¡asesinos!, ¡asesinos!
Luís es otra luz que apagó el uso desmedido de la fuerza pública, el Ministerio Público investiga dos funcionarios de la PNB por el asesinato. El joven tachirense soñaba con ser periodista.
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