En un año la Fiscalía General de la República imputó a 2.241 funcionarios por violaciones a Derechos Humanos, la policía asesinó a 4.667 personas y solo en el marco de la Operación de Liberación del Pueblo (redadas en barrios populares para buscar delincuentes) cayeron 241 ciudadanos. Los datos –todos oficiales- sirven para entender en qué país se están desarrollando las protestas en las que ya han muerto más de 50 venezolanos.
El régimen chavista administra la violencia. La ejecuta y la difunde. Silencia la voz de la dirigencia opositora que unánimemente condena los excesos y llama a la resistencia pacífica, mientras utiliza su aparato de propaganda para reproducir las imágenes más grotescas. Se solaza en la capucha, pero ignora el reclamo popular que –a cara descubierta- exige comida y medicinas. Prefiere mil veces la piedra antes que el voto universal, directo y secreto. Celebra la barricada y destruye cualquier intento de puente.
El objetivo es tan claro como burdo y nocivo: criminalizar la protesta que busca un cambio democrático. Desacreditar la lucha por la libertad. Por eso tachan de “terroristas” y “nazis” a quienes piden elecciones y respeto a la moribunda Constitución de 1999. Ese es su juego, donde se sienten cómodos. Sembrar el caos y la destrucción, convencidos de que con su fuerza –militar y paramilitar- aplastarán a la mayoría y gobernarán felizmente sobre las cenizas. “Imponer la paz”, lo llaman ahora. Nicolás se escribe con N de Nerón.
En las manifestaciones, el liderazgo de la Unidad marcha a la cabeza. Ahora tendrá que ponerle mucha ídem para que esto no se desbarranque. Gran desafío. Espontáneos, radicales e infiltrados se dan la mano. La cofradía del fracaso. Matan a un joven cerca de una protesta en el estado Barinas. Luego, informan que fue víctima de un choque entre bandas. ¿Dónde está la frontera entre la violencia criminal y la violencia política en Venezuela? Los promotores de la anarquía no conocen límites.
La estrategia democrática y pacífica enfrenta, por igual, a pranes (jefes criminales que controlan las cárceles) con chapa y sin chapa. Por unos y por otros, todos mueren. El régimen chavista cierra los caminos institucionales, aumenta la represión y empuja al país entero hacia el abismo de la violencia con la Constituyente. Con un mensaje diáfano y una conducción clara, la oposición debe soportar la embestida, marcar el rumbo y evitar hundirse en las provocaciones. Al borde del precipicio, el que resbala pierde.]]>