¡Q ué esperanzas! Dirá más de uno al leerlo ¡Un cubano! Pero es que si las razones profundas de una lucha y su compromiso con el futuro mejor tienen sentido para quienes tanto han sufrido por tanto tiempo, ¿Cómo vamos nosotros a darnos por vencidos?
Sé cómo se ha sentido, amigo lector. Créame, mi estado de ánimo no es muy distinto al suyo. Y agréguele, en el caso de quien escribe, la desazón causada por el papelón de haber dado una declaración optimista basada en datos y proyecciones fiables, para ser desmentido a las dos horas por el boletín oficial.
En Venezuela hay muchos que han sacrificado mucho. Algunos su vida o su libertad o el derecho a vivir en la Patria. Es un dolor que nos duele a todos, aunque nunca podamos sentirlo como ellos o sus familiares. Es un sacrificio que siempre nos impacta y más el de los jóvenes, cuyo derecho a la esperanza es natural. Otros se han movilizado, han creído, han querido y pagan en frustración y amargura cada intento fracasado.
Y otros han sacrificado su tranquilidad, la que tendrían si no fueran perseguidos, acosados, amenazados, insultados y hasta agredidos físicamente. Es el caso de quienes se han atrevido a asumir la responsabilidad de papeles dirigentes. Ese no siempre lo reconocemos, y deberíamos. En partícular de los dirigentes políticos. Su trabajo no tiene, en los tiempos que corren, retribución material y su vida es como una montaña rusa en la que un instante son héroes y en seguida bajan por la cuesta abismal para caer en la villanía.
Ninguno de esos sacrificios ha sido en vano y tampoco lo serán los sacrificios por venir.
La naturaleza del régimen, ese que el domingo 15 y en los meses anteriores le dio otras vueltas a la tuerca dictatorial que nos aprieta está clara. Tenemos que ser capaces de aprender de cada episodio, tanto en los triunfos alcanzados e insuficientemente aprovechados para avanzar, como en los reveses sufridos. Todos tienen un contenido pedagógico. Y los que no nos rendimos ni dejamos la tarea en manos de otros, estamos en el deber de comprender más y mejor la realidad.
A la lista larga de abusos cometidos por el poder, conocerla para combatirla eficazmente. Y también mirarnos hacia adentro. En lo que hicimos y en lo que dejamos de hacer. En lo que acertamos y en lo que erramos. En nuestro mensaje y en cómo lo comunicamos.
En la campaña y antes. Líderes, dirigentes, voceros y ciudadanos. Ojalá seamos capaces de esa revisión, tanto los seres humanos imperfectos que queremos saber para hacer más y hacer mejor. Como los que se la saben todas, salvo qué hacer.]]>