Jo D’Elía, activista y defensor de derechos humanos, aseguró que el sistema alimentario y de salud de Venezuela llegó a la categoría de emergencia humanitaria con «características complejas», tomando en cuenta los estándares internacionales.
El país entró en ese renglón en vista de que su sistema está caracterizado por una escasez prolongada y masiva de insumos y medicamentos, la desestructuración del sistema de salud, el racionamiento arbitrario, la falta de data oficial, la pobreza y el hambre.
D’Elía explicó que estas situaciones suelen presentarse en países que están en guerra o con desastres naturales, pero este país no es el caso.
“Estamos en la presencia de procesos políticos autoritarios. Hay ausencia de instituciones garantes de los derechos. Hay violencia del Estado contra la población, sometida a prácticas violentas».
«No puedes conversar. Hay negativa del Estado a la situación y a la asistencia humanitaria y esto expone a la gente a peligros inminentes como el aumento del número de muertes, de las enfermedades prevenibles y de daños a la población irreparables. Esto es lo que le da la condición de emergencia humanitaria compleja”, dijo.
La afirmación la hizo D’ Elía durante el evento “Perspectivas 2018: análisis político, económico, salud y nutrición” organizado por State Alumni Venezuela en el estado Nueva Esparta (noreste), en el que advirtió que la única forma de revertir este ciclo es con ayuda humanitaria “rápida y urgente”.
En este escenario, D’ Elía explicó que los problemas no son por sectores o de algunos pocos, sino que obedecen a una crisis general que afecta a todo el sistema sanitario y a toda la población.
A su juicio, los mayores problemas que el enfrenta el sistema sanitaria es la falta de autoridad y estructura. El 70% del personal especializado ya no trabaja en el sector, los servicios están inhabilitados casi por completo y los que quedan en pie, tienen una demanda que no pueden atender porque están en cierre técnico.
Todo esto ha hecho que los índices de mortalidad aumenten exponencialmente, afirmó.
“A esta lista añade que el Estado no ofrece cifras oficiales y las que da están manipuladas, esconden el racionamiento, limitan el acceso y no se basan en criterios médicos o de salud, para tomar sus decisiones sino en lo político, cayendo incluso en la discriminación al exigir el carnet de la patria para ser atendido o recibir medicinas. Hay una violación masiva de los DDHH y se está haciendo a conciencia”, expresó.
Para enfrentar estas realidades, D’Elía recomendó ampliar las capacidades de acción de los grupos de apoyo, documentar todo lo que está ocurriendo, establecer coordinación entre los grupos, fomentar en las redes la solidaridad, promover la movilización de apoyo y ejercer acciones de incidencia internacional.
«Desastre alimentario»
Susana Rafalli, nutricionista especializada en gestión alimentaria, emergencia humanitaria y riesgo de desastres, explicó en el evento que la nutrición descansa sobre tres aspectos fundamentales: el alimento, la salud y la capacidad de cuidados. Estos tres factores están en “profundo estado de colapso” como consecuencia de políticas públicas erradas.
Aseguró que el año pasado cerró con un aparato productivo que solo abasteció 33% de lo que necesitaba la población. El índice de producción de alimentos en tres años bajó 28%, en algunos rubros como el azúcar, maíz y aceite hasta 75%.
“Lo poco que se produce queda asignado para abastecer al programa oficial y quienes no tienen acceso a esas bolsas no tienen alimentos. Este sistema está sujeto a discriminación y corrupción. Evita que los otros tengan acceso. A eso se suman los procesos de saqueo, confiscación y la inseguridad masiva en los campos”, refirió.
Hasta 2013, la brecha que quedaba se cubría con importaciones alimentarias, a dólar preferencial, pero estas bajaron 74% desde ese año hasta el presente. Las importaciones no solo están disminuidas, sino que el 93% de ellas se destina a los productos subsidiados que maneja el gobierno. Esto se traduce en escasez de alimentos.
Miguel Gutiérrez | EFE
La vocera agregó que el alimento disponible tiene otra restricción por el tema económico, ya que el salario mínimo actual alcanza para cubrir la canasta básica de un día. “Necesitamos 40 salarios básicos para vivir y 22 salarios para cubrir lo mínimo necesario. La erosión de la capacidad adquisitiva es enorme y la inflación alimentaria peor”.
Cada uno de estos elementos hace que la desnutrición sea cada vez más evidente y haya empezado a tomar las vidas de los niños y adultos venezolanos. La asociación Caritas reporta que la desnutrición aguda en niños se duplicó en el último año, pasó de 8,7% a 16,6%, alcanzando dimensiones humanitarias en las parroquias más pobres del país. La mortalidad infantil se ha duplicado también: de 5.800 en 2011 aumentó en 2016 a 11.000 niños que murieron antes de su primer cumpleaños.
“No hay dinero en efectivo, hay que comprar dinero para comprar comida. Dificultades de acceso te dan un solo día. Hay un desabastecimiento programado para distribuir alimentos por parte Gobierno. La responsabilidad de los alimentos se les da a comités que tienen fines políticos y no alimentarios».
«Hay hambre, desnutrición y muerte. Un profundo desabastecimiento. Lo poco que llega a los mercados no se puede comprar por precios, tenemos limitaciones para cocinar por falta de gas, electricidad y agua. Hoy por hoy no hay ninguna señal que conduzca al bienestar nutricional, sino a un deterioro franco de la salud”, agregó Rafalli.
La especialista ratificó que Venezuela tiene todos los criterios de una emergencia humanitaria por su escala, porque es masiva, la intensidad del daño es muy alta, los daños están cobrando cada vez más vidas, existe una violación masiva de DDHH y la incapacidad del Estado para atender la situación.
“De paso es una emergencia incontenida que está afectando incluso a países fronterizos. Es una emergencia lenta, actúa por desgaste. El tiempo transcurrido es tan largo que la gente ha empezado a normalizar lo negativo: las colas, los niños desnutridos, las enfermedades”, agregó.
Para el 2018, prevé más complicaciones con una profundización en la caída de la producción y las importaciones, así como mayores dificultades en lo que se refiere al flujo de dinero y procesos inflacionarios sin precedentes. Dijo que este año se mantendrá la emergencia humanitaria y que la tendencia seguirá creciendo. Si sigue de este modo, con el deterioro del sistema sanitario, podría cerrar con 26% de desnutrición grave.
Luego de exponer este panorama le pidió a la sociedad civil documentar lo que está pasando para interpelar y poder denunciar, recoger testimonios, demandar al Estado la verdad y sus proyectos para solucionar estos problemas, y finalmente, apoyar a los que están en situación crítica desde sus espacios.
Seguir motivando, divulgando, articulando, resistiendo y facilitando herramientas, recursos terapéuticos. Conocer quiénes son los afectados, fortalecer los procesos de monitoreo y de alianza humanitaria. Continuar haciendo incidencia pública para que cesen las causas de esta emergencia, afinar mecanismos de protección interna y proteger el espacio humanitario, fueron parte de sus recomendaciones.