Dos semanas seguidas, el gobierno de los Estados Unidos ha anunciado sanciones que acentúan las anteriores. Son su modo de presionar, usando los medios políticos a su disposición, para que el grupo en el poder haga concesiones y ayude así a la deseable solución negociada a la crisis sociopolítica venezolana.
Siempre he diferenciado entre las sanciones individuales a las que se haga merecedor un funcionario por actos de los que es personalmente responsable y las que pueden afectar a la población en general. Estas tienen un alto riesgo de injusticia, porque castigan a inocentes mientras afectan poco la comodidad y el desahogado modo de vida de quienes sí toman las decisiones o influyen en ellas.
Es discutible si la táctica escogida por Washington ayuda o no al propósito perseguido. Unos creen que sí y otros que al contrario, endurece las posiciones. Hay quienes dicen que ese tipo de acciones están pensadas para sabotear e incluso dinamitar las conversaciones de Oslo-Barbados. Eso no lo creo, a juzgar por lo que reiteradamente han declarado los voceros más importantes de la administración norteamericana que como otros centros de poder mundial ha manifestado su apoyo a la iniciativa noruega, como el Grupo de Lima, la Unión Europea y su Grupo de Contacto Internacional e incluso los gobiernos de China y Rusia, cuya relevancia en este asunto no se puede ni se debe ignorar.
Lo que sí tengo claro es que el motivo de estas y precedentes sanciones, son las acciones y omisiones por parte del grupo en el poder que no sólo ha violado nuestra Constitución sino ignorado compromisos internacionales de la República. Baste con ver el reciente informe de la Doctora Bachelet, Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos.
Y también que esas medidas estadounidenses, las tomadas por Obama antes y por Trump ahora, no son el origen de la crisis venezolana y si pueden contribuir a su agudización es porque dificultan los paliativos que a algunos de sus efectos más sentidos por nosotros puedan aplicarse ahora.
Los apagones, las fallas en el servicio de agua, los problemas en el suministro de gasolina, gasoil y gas doméstico, la parálisis de la economía que destruye inversión y oportunidades de empleo, la pérdida dramática de valor de nuestra moneda, la escasez de alimentos y medicamentos, el pésimo estado de la vialidad, la violencia impune son anteriores y nada tienen que ver con las sanciones, así que la cantinela de excusar en ellas los problemas creados por ellos, Hechos en Revolución, no pasa de ser gamelote propagandístico cuyos creadores deben ser consultores extranjeros que nos salen carísimos en divisas necesarias para cosas verdaderamente útiles.