«No es obra de Dios todos esos planes diabólicos que se desataron sobre Nicaragua», dijo Murillo a través de medios del Gobierno.
La también primera dama se refirió así al estallido social iniciado el 18 de abril pasado y que según organismos humanitarios ha dejado entre 322 y 481 muertos, de los que el gobierno reconoce solo 198.
Conocida por sus convicciones espirituales, la también primera dama reiteró que «todo lo que aquí sucedió no respondía a nuestra cultura, a nuestra práctica», en referencia a los actos violentos, de los cuales todavía existen denuncias entre la población y organismos humanitarios nacionales, extranjeros y multinacionales.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh) han responsabilizado al gobierno de la crisis.
Los organismos señalaron al gobierno de Ortega por «más de 300 muertos», así como por ejecuciones extrajudiciales, torturas, obstrucción a la atención médica, detenciones arbitrarias, secuestros y violencia sexual.
Ortega negó los señalamientos y sostiene que todo se debe a un intento de «golpe de Estado».
Las protestas contra Ortega y su esposa iniciaron por unas fallidas reformas a la seguridad social y se convirtieron en la exigencia de renuncia, tras 11 años en el poder.