El Estímulo

Vinotinto: con la semifinal entre ceja y ceja

La selección venezolana juega los cuartos de final de la Copa América Centenario ante Argentina, y como ya es una costumbre, las posibilidades de frenar a Lionel Messi acaparan las conversaciones. Pero esto es fútbol, y también hay que pensar en cómo hacerle daño al rival. Que no se olvide, al fútbol se gana haciendo un gol más que nuestro adversario.

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(AP)

Debo explicarme: jugar al fútbol exige conocer al contrincante, hay que estudiarlo para contrarrestarlo pero también para superarlo. De nada sirve trabajar para recuperar el balón si luego no hay un plan concreto en el cual apoyarse para construir respuestas ofensivas, por ello es muy importante trabajar los comportamientos tras pérdida de la pelota y tras recuperación de la misma: entrenar la idea y la intensidad que exige cada duelo.

Dependiendo del rival se intentarán variantes que sirvan para atacar, por ejemplo: hacerlo por izquierda o por derecha; apoyarse en rápidas transiciones; ocupar el centro del campo; en fin, que hay que preparar los escenarios según las virtudes y las carencias propias y del equipo a enfrentar.

En el caso del próximo partido de la Vinotinto, no es una locura pensar que enfrentará a un rival que intentará arrinconarla en su propio campo. Javier Mascherano, y Ever Banega son los encargados de fomentar esa escalada a territorio criollo, promoviendo la pausa necesaria para que todos los futbolistas albicelestes se involucren en ese plan. La ausencia de Ángel Di María hace que esa pausa, que no lentitud, sea aún más notable.

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La idea es que estos volantes se asocien a Messi para que el 10 no deba retroceder mucho ni apoyarse exclusivamente en la banda derecha, como explicaba magistralmente Juan Pablo Varsky para el diario La Nación. Si Gerardo Martino apostase por el ingreso de Lucas Biglia en lugar de Nicolás Gaitán o Ezequiel Lavezzi, la albiceleste estaría sacrificando desborde en favor de potenciar la sociedad Messi-Banega.

Pero el rival criollo no es de ejercer una presión asfixiante. Sus mejores momentos en el torneo los vivió ante Chile, cuando los volante se instalaron en campo rojo y entorpecieron los circuitos australes; Marcelo Díaz no tuvo protección ni socios y Argentina consiguió el camino al gol. Reitero, no fue un tema de pressing intensivo sino de ubicación. Será indispensable que Tomás Rincón y Arquímedes Figuera, ubicados en la misma zona que el capitán argentino, logren sacarlo del juego hasta llevarlo a un costado, aislándolo un poco de esa zona que han diseñado para él.

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Ante esta posibilidad, da la impresión de que Rafael Dudamel se inclinaría por repetir el equipo que venció a Uruguay. ¿Por qué? Porque la aparición de Adalberto Peñaranda, Alejandro Guerra, Josef Martínez y hasta el mismo Roberto Rosales en el once inicial favorece el plan de salida rápida tras recuperación de la pelota, es decir, que cuando se recupere el balón será muy favorable fomentar la construcción de rápidos contraataques que dejen mano a mano a los atacantes criollos.

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Aquí cobra mucha importancia el papel de Salomón Rondón. Mucho se habla de que debe pivotear, pero siento que al igual que frente a Uruguay, es imprescindible que explote su capacidad para continuar cada ataque, virtud que le permitió marcar el gol ante los charrúas tras el desborde y disparo de Guerra. Esto no excluye que por momentos juegue de espaldas al arco y aguante el balón hasta conseguir conexiones con sus compañeros, sino que valoriza y resalta otra de sus cualidades.

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Argentina es un rival que impresiona por sus individualidades, no por su funcionamiento colectivo. Como cualquier equipo –un sistema complejo y abierto, rehén de las interacciones y de las nuevas propiedades que nacen de ellas– no es un producto acabado sino que está en permanente movimiento, mutando y reinventándose, lo que en fútbol se traduce en la imposibilidad de hablar de versiones definitivas, yque  durante un partido siempre aparecerán posibilidades para contenerlo y atacarlo. Venezuela ha mostrado condiciones y flexibilidad para adaptarse a las exigencias de cada duelo, gracias a algo que debe mantener y mejorar: potenciar sus cualidades para así transformar posibilidades en probabilidades de triunfo.

Nada sencillo, pero nunca imposible.

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