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Vinotinto: entre la casualidad y la causalidad

En el fútbol es costumbre que una vez terminado el partido, los protagonistas declaren que lo que importa ahora es el próximo encuentro. Esta afirmación pone de manifiesto la inminente necesidad de reafirmar, en el caso de una victoria, que lo hecho no es casual sino la consecuencia de una dinámica positiva que va creciendo y se va desarrollando con el paso de los partidos. En esa búsqueda de estabilidad está el conjunto de Rafel Dudamel.

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(Juan Barreto/AFP)

La muy buena victoria ante la selección de Bolivia permitió que tanto futbolistas, cuerpo técnico y público, se reencontraran con esa sensación que parecía perdida, me refiero a las de sentirse capaces de competir. No se puede soslayar que el rival era quizá el más débil, pero también era el adecuado para retomar la senda competitiva. Ganarle a Bolivia, golearla y darle una lección de juego no era una obligación sino una necesidad; la selección debía aprovechar la ocasión para sentar un punto y aparte, y ahora queda por demostrar si tiene las herramientas suficientes para lograrlo.

Ahora bien, para que esto se haga realidad, es decir que la actuación en Maturín no sea un espejismo, es importante mostrar ante Ecuador un funcionamiento que le permita al hincha más sensato comprender y sentir, independientemente del resultado, que se va por buen camino, que la casualidad no fue la madre de la victoria entre Bolivia. En Quito se puede ganar, empatar o perder, al fin y al cabo hay que sumarle la altura y la humedad como condicionantes al partido del martes, por ello, más que un triunfo, es necesario mostrarse capaz, reiterar y mejorar lo mostrado ante los bolivianos.

Por ello considero importante repasar algunos aspectos que deben ser corregidos inmediatamente, para evitar que en la altura ecuatoriana estos traigan consecuencias nefastas y lamentables. Insisto, salvo un resultado abultado, lo que debe prevalecer en el análisis del próximo duelo es la capacidad de adaptación de los criollos ante un escenario tan complejo y difícil.

1. Evitar largas y cómodas conducciones del rival. Ante los bolivianos se permitió que Ronald Raldes saliera con pelota dominada casi hasta 3/4 de cancha, lo que en Quito puede ser realmente peligroso. No hay que olvidar que los centrales ecuatorianos conocen muy bien las particularidades de la altura y no sólo saben jugar bien la pelota larga, sino que tienen el talento y el atrevimiento suficiente para disparar al arco. Ante Bolivia, la selección supo esperar al rival y taparle las líneas de pase. En el ejemplo que muestra el vídeo está una de las posibles soluciones a esas conducciones que no deben permitirse.

2. La Vinotinto debe evitar a toda costa cometer infracciones innecesarias. Aún cuando en otro escenario estas no generen mayores riesgos, la altura de Quito (2700 metros sobre el nivel del mar) potencia la posibilidad de que cualquier pelota detenida se convierta en una opción de gol. La frase de Daniel Passarella («en la altura la pelota no dobla«) no fue una de las tantas exageraciones del ex capitán argentino.

3. Los goles ecuatorianos en Quito, durante esta eliminatoria, siguen un patrón. Éste ciclo del equipo meridional aún no ha anotado de media y larga distancia. Hasta ahora, el único gol de pelota parada como local fue de penal ante Argentina, lo que ayuda a comprender que esta selección tiene muchos recursos, y sus jugadores tienen internalizado aquello de que el fútbol es movimiento. A su acostumbrada inclinación a jugar por los costados, esta selección ha agregado a su juego mucha inteligencia para identificar espacios a las espaldas de los defensores centrales y así quedar mano a mano con el arquero rival. Como se observa en el vídeo, algunos de los goles han nacido de disparos lejanos, en los que tras el rebote del portero siempre aparece algún atacante ecuatoriano. No debe creerse que, por no haber convertido hasta ahora goles desde fuera del área, los meridionales se han olvidado de esa alternativa. A continuación el análisis de todos esos tantos:

El país futbolero anhela una nueva victoria criolla para seguir alimentando las probabilidades de crecimiento. Pero no es en el resultado en donde deben sustentarse esas esperanzas. Aspiremos a la multiplicación de los signos de evolución, aún cuando el resultado llegue a ser adverso. Ganar por ganar, porque según la ignorancia militante es lo único que importa, no es más que pan para hoy y hambre para mañana.

El reto del equipo que conduce Dudamel es superarse en el juego, en el entendimiento del mismo y aumentar capacidades de este colectivo para adaptarse y responder a las distintas emergencias que nacen del juego mismo. Con estos pilares como punto de partida se podrá pensar en un futuro mejor. De lo contrario, ya sabe estimado lector, no queda otra opción que encomendarse a la fé, las brujas y la propia casualidad.

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