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Vinotinto: pelota para crecer y ganar

Lo mejor de la victoria Vinotinto ante Jamaica no fueron los tres puntos, que de por sí constituyen una magnífica noticia, sino el funcionamiento de un equipo que aún está en búsqueda de su identidad, pero que con la victoria seguramente se sentirá más fuerte para seguir en esa exploración.

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(Reuters)

Escribía algunas crónicas atrás que un equipo de fútbol es un organismo en constante evolución, contrario a lo que muchos identifican como un producto acabado. Es por ello que la selección puede pasar rápidamente de un partido gris como ante Guatemala para posteriormente mostrar una mejoría sustancial en el primer partido de la Copa América. No es un tema táctico, o mejor dicho, no exclusivamente.

Los cuatro encuentros amistosos, así como la convivencia, le permitieron a Rafael Dudamel diseñar un plan para el debut, el cual debía sostenerse en ciertos pilares: posesión de la pelota, mucha dinámica, cercanía entre las líneas y rápidas transiciones. Pero el partido cambió. Siempre cambia, porque el rival obliga a ello, y allí la selección criolla mostró una interesante flexibilidad que mucho la ayudará en el futuro.

El equipo sufrió cuando se dejó llevar por la tentación inicial de jugar a las carreras, algo que definitivamente beneficiaba a Jamaica, o cuando se preocupó más en defender centros que en evitarlos. Esos primeros minutos del partido nos recordaron que este grupo está en una etapa de renacimiento que no será ni breve ni sencilla.

Pero le decía que el rival juega y condiciona lo que se intenta hacer. El equipo venezolano identificó que con la pelota podía desordenar a los isleños y se hizo de ella, tanto así que la estadística final de la posesión (61%-39% favorable a los criollos) no vino sola: estuvo acompañada de un saber qué hacer con la pelota. Ahí brillaron Arquímedes Figuera y Tomás Rincón, quienes nuevamente se dieron a la tarea de reeducar a quienes creen que un volante de corte sólo quita y lucha; ambos recuperaron, pasaron al ataque, defendieron, en fin, jugaron al fútbol.

No es poca cosa que el equipo se haya organizado con el balón y haya “desorganizado” a los jamaiquinos. Contrario a lo que quien escribe pensaba, la titularidad de Alejandro Guerra por encima de Rómulo Otero o de Juan Pablo Añor no limitó el control del esférico, sino que su movilidad contribuyó a que sus compañeros siempre encontraran espacios y receptores aptos para darle continuidad a la secuencia de pases.

Obviamente que el partido volvió a cambiar tras la expulsión de Rodolph Austin, sin embargo el gol Vinotinto, así como la readaptación del guión inicial, había llegado minutos antes de la decisión arbitral. Hasta el final del primer tiempo los de Dudamel superaron a su rival, no sin antes sufrir algún susto.

Quiero regresar a la pareja de volantes centrales, ya que en ellos nació la fuerza necesaria para que este equipo haya ocupado el campo rival como un bloque. Instalarse en la base jamaiquina permitió que la presión no fuese un ejercicio que requiriese grandes esfuerzos físicos. Rincón y Figuera supieron llevar a sus compañeros al lugar indicado para hacer bueno aquello de que cuando se ataca ya se están sentando las bases de cómo se va a defender. La pérdida de la pelota, o mejor dicho, cómo prepararse para ese escenario, es algo que se trabaja, y hoy la selección ofreció, en esa primera mitad, una muestra contundente de cómo hacerlo.

Hay un ítem que no debe pasarse por alto, aún cuando insisto en la corta edad de este ciclo, y es la dificultad de los equipos venezolanos para definir los partidos. Hay quienes utilizan la frase “cerrar el partido” con una connotación defensiva, es decir, agrupar defensores para impedir el avance del contrario. No es eso a lo que hago referencia, sino a un tema histórico, casi instalado en la genética de nuestro fútbol, que es no saber aprovechar la superioridad que otorga una expulsión.

En nuestra historia, son pocas las victorias que se han conseguido sin mayores picos de sufrimiento. Nos cuesta definir o sencillamente generar la cantidad necesaria de ocasiones de gol como para que no se siga hablando de efectividad, cuando lo realmente importante es terminar las jugadas. Nos costó hoy aún cuando el equipo tuvo pasajes de muy buen juego y de generación de jugadas cercanas al arco jamaiquino, pero no disparamos a puerta desde media y larga distancia, y tampoco convertimos al portero rival en figura. Reitero, no es algo nuevo y ojalá pueda ser corregido en este nuevo ciclo.

La segunda mitad debe ser atendida con mucha atención. El conjunto nacional se fue apartando de lo mostrado en la primera etapa en cuanto al control del partido. Pudo haber pesado el cansancio, pero no se puede obviar que Jamaica, al retroceder unos metros, hizo más vulnerable el planteamiento defensivo criollo, ya que no se mantuvo la coordinación entre ataque y defensa que se observó en la primera mitad. Los cambios del entrenador criollo sirvieron para enfriar la tibia reacción de los isleños y nada más.

El triunfo no debe opacar dos situaciones: se jugó mejor de lo que el resultado sugiere, y aún así, hay mucho por mejorar si se quiere insistir en controlar los partidos. La primera prueba se saldó con algún nudo en la garganta, pero tampoco tuvo Dani Hernández que ensuciar el uniforme en su regreso al equipo nacional.

Vale la pena resaltar que no es poca cosa que durante un buen período del partido, la idea de juego haya permitido ver muy buenas versiones de futbolistas que quizá no estaban rindiendo a ese nivel. La euforia es entendible porque hacía casi un año que no se celebraba, pero vale la pena escuchar a Marcelo Bielsa y recordar que aún en la victoria, hay muchos cambios que realizar. No obstante que bueno es tener que trabajar amparados en una victoria. El camino es largo; las sensaciones de hoy invitan a recorrerlo con algo de optimismo.

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