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Vivir y morir en La Vega, campo de batalla en la peligrosa Caracas

Un recorrido de El Estímulo por La Vega narra el estado de miedo que viven las personas comunes. Mientras, el régimen de Nicolás Maduro es incapaz de recuperar el control de un territorio urbano hoy en manos de bandas criminales, cuya existencia fue una vez permitida por el propio chavismo como una línea de defensa de la supuesta revolución bolivariana.

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La gente de la parroquia La Vega, en el populoso oeste de Caracas, pudo salir la mañana de este martes a trabajar o hacer alguna diligencia, a pesar de ser una “semana de cuarentena radical”, porque la banda armada de alias “El Coqui”, “Garbis” y “Vampi” no amanecieron con los gatillos alegres disparando, después de una supuesta incursión de las fuerzas policiales.

En la parroquia La Vega despuntaba el sol la mañana de este martes, y la gente salió del barrio caminando o en transporte público. Los comercios subieron sus puertas corredizas «santamaría» después de un lunes improductivo.

Pero, en el rostro  de los habitantes de este sector caraqueño se nota la preocupación. Las personas caminan y miran hacia la parte alta de la montaña que colinda con otro sector popular llamado Cota 905, de donde es originaria la banda criminal liderada por Carlos Luis Revette (El Coqui), Carlos Alfredo Calderón Martínez (El Vampi) y Garbis Ochoa Ruíz (El Garbis).

Estos son los jefes de las bandas de delincuentes comunes dotadas con artillería liviana, que mantienen azotada la población. Esta guerra de baja intensidad repuntó desde hace unos tres meses, bajo la mirada impotente del régimen militar cívico que encabeza Nicolás Maduro.

Los vecinos hasta claman por la intervención de la Cruz Roja Internacional.

Balas encontradas

El día anterior este séquito de antisociales retomó sus trincheras en las laderas que por algunas horas les había arrebatado las FAES (la tenebrosa Fuerza de Acciones Especiales de la Policía Nacional) en un operativo. Las autoridades uniformadas anunciaron que se incautaron de armas y drogas, a la vez que arrestaron a 38 personas señaladas de estar vinculadas a esta poderosa banda criminal.

En el más reciente episodio de este conflicto tres civiles inocentes perdieron la vida al ser alcanzados por proyectiles en medio del fuego cruzado. José Gregorio Belisario Bárbara de 49 años quien se encontraba en la calle San Antonio de la Vega, Yaraima Margarita Díaz Araujo de 48 años, estaba en la Redoma de La India y otra mujer sin identificar en la calle Libertad de La Vega.

Fuego cotidiano

En la entrada de La Vega Marisol Pérez intenta retomar su rutina de vendedora ambulante de maltas y empanadas. Compra la bebida en esta zona porque le sale más barata y le queda cerca de su ventorrillo.

“Esto fue horrible, uno no puede trabajar. Aquí estaba contando que vine a comprar una caja de malta y me tuve que devolver corriendo. De broma no me desnuqué con la carretilla corriendo, porque en ese momento comenzó el tiroteo. Mataron a un señor por allá arriba, una señora supuestamente aquí abajo en La India, le dieron un tiro, y yo me devolví corriendo para mi casa despavorida. ¡Qué voy a hacer! Hoy me vine a comprar mis maltas así, sin carretilla, sin nada, porque con este problema no dejan trabajar a uno tranquilo. Uno está trabajando y está asustado porque en cualquier momento se puede armar un tiroteo”, cuenta a El Estímulo.

“Así es, estamos aquí hablando y entonces comienzan los disparos y hay que correr esmollejaos (disparados) por ahí, para que no te peguen un tiro. Así no se puede trabajar”, recuenta sobre lo impredecible de la violencia.

La rutina del miedo

Algunas personas expresan su miedo cuando el periodista intenta acercarse a conversar con ellos sobre lo que viene sucediendo desde hace semanas en este peligroso sector del oeste de Caracas.

«¡No me grabes!”, exclamaban algunos al taparse la cara.

“¡No hermano! ¿Cómo vamos a salir ahí, a ver si estos (los criminales) nos ven y la pagan con nosotros?”, dice otro.

Miedo es lo que también impera en el lugar, por las represalias que pudieran tomar los antisociales con quienes los delaten.
No hay persona o grupo que no tenga un mal rato con esta situación de violencia normalizada.

Muy cerca de la pequeña redoma que divide la entrada de La Vega con la de la Cota 905, habían tres hombres con sus motos. Tienen una pequeña cooperativa y trabajan como mototaxistas. Comentaban entre ellos que una mujer policía el día del último tiroteo los increpó señalándolos como, “gariteros de los criminales”.

Uno de ellos se quejaba: “La policía hablaba más malandro que los malandros. Nos quería correr de aquí a las 7 de la noche, porque nosotros y que éramos gariteros (vigías) de los malandros de La Cota. Yo le dije que eso no era así, pero nos fuimos, no la fueran a agarran con nosotros”, dijo el mototaxista.

Uno de sus compañeros, cubierto con un chaleco naranja desgastado, explicó que ellos les habían entregado a la policía el documento de registro de la cooperativa, precisamente para que no los fueran a involucrar “en cosas raras”.

Así transcurre el día a día de los habitantes de La Vega. Si no están en medio del tiroteo, a veces incesante y sin tregua, están en la mira de los cuerpos policiales que, contrariando la ley, miden a todos con la misma vara y descartan la presunción de inocencia.

Colchones en el piso

María Anderi tiene 40 años viviendo en La Vega. El ambiente en la parroquia se mantiene tenso desde los últimos tiroteos, dice.

“Ayer hubo una balacera, mataron a unas personas, hoy por los momentos se ve tranquilo. Espero que esto no siga así, que manden a la policía, que manden protección. Yo tengo dos nietos y ayer tuvimos que correr y resguardarnos cuando empezó el tiroteo. Nos metemos en el último cuarto, y nos quedamos en el piso. Los niños se asustan, se ponen nerviosos. En la noche ponemos los colchones en el piso y ahí dormimos. Tenemos como tres meses viviendo así, porque nunca se había visto esto. Han matado mucha gente inocente que no tiene nada que ver con esto. Eso no es vida, vivir en una agonía, tú no puedes salir, y si sales tienes que estar pendiente por donde caminas porque de arriba del cerro te disparan y eso no es vida”, afirmó mientras caminaba con sus nietos hacia la Redoma de La India.

La señora María Anderi se dispone a seguir su camino cuando llega una patrulla de la Policía de Caracas y se estaciona justo al frente de nosotros.

Dos agentes bajan de la unidad, el conductor y una mujer policía.

El hombre lleva puesto su chaleco antibalas, mientras que la mujer no. Tras un frío «buenos días», observamos que ella no porta el chaleco. «¿Y por qué no lo lleva?. Es peligroso si comienza un tiroteo…». Parece que no le agrada la pregunta, nos mira con dureza y ocupan sus posiciones en la acera.

Mientras uno conversa con las personas en La Vega no puede dejar de mirar las garitas que están en el cerro y que son notorias a simple vista. Desde allí es de donde disparan los delincuentes, según comentan los habitantes del populoso sector. La preocupación es mayor porque los supuestos cabecillas de esta banda delictiva han dejado correr en las últimas horas sus mensajes grabados en WhatsApp, donde profirieren amenazas contra los cuerpos de seguridad: afirman que si no retiran a la policía de La Vega, cada hora matarán a un civil.

¿Operativo fantasma?

Desde hace meses los delincuentes que controlan La Vega ostentan su presencia con armas de grueso calibre, desafían a las autoridades del Estado y administran la «ley» en el lugar. Ciudadanos comunes, activistas de los derechos humanos, la comunidad organizada, policías disidentes y frentes políticos opositores critican la falta de resolución del régimen de Nicolás Maduro para acabar con estas bandas que imponen su régimen de terror a pocos kilómetros de los centros de poder nacional.

El ex comisario Iván Simonovis afirma que el último operativo en La Vega, que llevó a cabo el ministerio del Interior a cargo de la almirante Carmen Meléndez, fue una farsa. La acción ya estaba acordada con los jefes de la propia organización criminal, afirma.

“Recibí comunicación de funcionarios de la Policía Nacional bolivariana (PNB), donde me contaban que el operativos en La Vega anunciado con bombos y platillos por Carmen Meléndez era un bluf, una mentira, o era sencillamente un acuerdo entre bandas criminales y el régimen. El Coqui, El Vampi, El Garbis, etc, necesitaban deshacerse de otros delincuentes, y los entregaron con armas y drogas y todo lo demás, ese operativo nunca existió, sencillamente fue un acuerdo”, afirmó Simonovis.

La policía presentó a la prensa varios envoltorios de drogas como presunta evidencia de los resultados del último operativo en La Vega. Foto: @rcamachovzla

Un gobierno criminal

Según el abogado y criminólogo Luis Izquiel, la banda liderada por “El Coqui”, se alió con estructuras criminales más pequeñas que hacen vida en La Vega, para tratar de controlar mayor cantidad de territorio para establecer una gobernanza criminal.

“Imagínense ustedes el temor que deben tener los habitantes de La Vega de que esta pretensión se llegue a concretar”.

Para Izquiel, el régimen de cierto modo ha hecho alguna oposición a esto, porque en el sector hay un importante movimiento político del partido de gobierno, además de colectivos armados afines (bandas civiles afiliadas al partidos Socialista Unido en el poder). De allí que se generen las balaceras entre los antisociales y los cuerpos de seguridad, por supuesto con recursos muy limitados por parte de las autoridades.

Armas y municiones mostradas a la prensa por la policía tras el último operativo en La Vega. Foto: @Rcamachozvla

Permiso para actuar

Desde el año 2015, comentó Izquiel, el régimen implementó las llamadas “zonas de paz”, que no fueron más que la entrega de territorio a estas organizaciones criminales a cambio de que estas entregaran las armas y se acogieran a un proceso de pacificación.

“Nunca entregaron esas armas, nunca se pacificaron, pero, sí utilizaron esa concesión que les dio el Estado para fortalecer su gobernanza criminal. Por eso es que desde hace mucho tiempo a la Cota 905 no ingresan funcionaros policiales”, dijo Izquiel.

¿Cómo se describe a estos sujetos?

«Estos tiroteos se presentan en zonas empobrecidas del oeste de Caracas, donde hay una población desempleada. Producto de un sistema educativo pésimo, muchos comienzan la escuela y luego no vuelven a las aulas de clase. Son personas que vienen de hogares desestructurados, muchos sin la presencia del padre, otros son producto del embarazo precoz, muchos son adictos a las drogas o al alcohol y no tienen atención por parte del Estado. Es decir, ese es el caldo de cultivo del cual se nutren estas mega bandas criminales que están en la Cota 905, en La Vega y en otras zonas del país», señala Izquiel.

En medio de este panorama, muchos jóvenes se ven atraídos por estos grupos de delincuentes porque ven ahí una oportunidad de salir de la pobreza.

“Muchos de estos jóvenes en lugar de pensar en estudiar y graduarse, en lugar de aprender algún oficio para ganarse la vida, lo que pretenden es que El Coqui los reclute porque ven esa como la vía más expedida hacia la prosperidad”.

El abogado indicó que esta es la gravedad en la que está hoy Venezuela, con una sociedad que tienen estos gravísimos problemas, y con una juventud que en lugar de estar pensando en cómo obtener una profesión, están pendientes de ingresar a estas organizaciones criminales.

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