Opinión

Y ahora ¿qué?

Ramón Guillermo Aveledo se sincera en este artículo al decir que no hay que luchar por preservar la unidad de la oposición porque, simplemente, no existe. El imperativo, dice, es recuperarla

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Siempre he defendido la Unidad y la defenderé, cuestión de convicciones y de realismo político. Como es evidente que ahora  no existe, mal podríamos luchar por preservarla. Creo que el imperativo es recuperarla. Tomará esfuerzo, inteligencia y tal vez más tiempo del deseable.

¿Hablo de la unidad política entre los dirigentes democráticos? Ciertamente. Pero también de la unidad social entre todos los que defienden la convivencia libre para vivir y progresar en paz. Hablo de empresarios, trabajadores, universitarios, organizaciones de la sociedad civil, comunicadores en cuyo seno también hay opiniones diferentes. Y del pueblo que en su angustia diaria por la supervivencia en condiciones tan adversas que pueden empeorar, tampoco es unánime. Y esa no le logra por contratos de adhesión, como el reverso del ticket del estacionamiento o el recibo de la tintorería.

Si leemos con atención el documento de la Conferencia Episcopal, las declaraciones de la dirigencia empresarial o lo que viene diciéndose desde la sociedad civil real en su diversidad organizativa ya no hay cheques en blanco. Y todas son voces inequívocamente democráticas.

Si ahora la convocatoria de Guaidó no tuvo el mismo impacto en todos los convocados no es por algo que ocurriera o dejara de ocurrir en estos días. Es por diferencias no resueltas que tienen más tiempo y profundidad. A esas dificultades me referí la semana pasada al expresar mi deseo por que funcionara, ahora frustrado.

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En mi relación con María Corina Machado ha predominado la discrepancia, como es sabido que con Henrique Capriles he coincidido muchas más veces. Lo mismo vale para Stalin González. Tras el emplazamiento, ninguno de los tres ha dicho nada sorprendente. Ninguno de los tres es traidor. Ninguno merece ser escarnecido y llevado al paredón de la opinión. Resolver esas diferencias y tomar un camino es dificilísimo pero también esencial. ¿Quién gana con la guerra cainita desatada? Pues el grupo en el poder ¿Quién más?

Hablando de camino y no para recordar consignas de campaña, estamos ante tres. Unos nos dicen que lo recorrimos y ya llegamos, por eso el apoyo internacional, sólo nos falta que el poder lo admita y entregue. Otra que esto nunca ocurrirá y que la salvación vendrá, certera y eficaz, de afuera. Otros nos ofrecen un camino incierto, largo, tortuoso, hoy en peores condiciones que cuando lo hemos transitado antes y en clima de desconfianza. La diferencia clave es que en éste no se nos propone esperar sino actuar.

¿Qué hacer? No tengo hoy respuesta, pero sigo atento los hechos para tenerla. Y como en otros momentos, no me quedaré callado. Les diré honradamente lo que creo y asumiré sus consecuencias, como siempre.   

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