Venezuela

Yo sigo defendiendo a Dudamel

Mientras escribo estas líneas, escucho el concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. Dirige Gustavo Dudamel, el director más joven que jamás haya dirigido el famoso concierto. Un honor más que sumar a la ya larga lista de reconocimientos que nuestro músico más famoso ha sumado a una edad tan corta.

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AP Photo/Ronald Zak

Pero en Venezuela las críticas en su contra no paran. Más bien, parecieran arreciar cada vez que suma un triunfo. ¿Qué nos pasa?…

Los opositores más recalcitrantes –ésos que se parecen tanto a Chávez pero que no se dan cuenta- no le dan tregua. Insisten en que tiene que pronunciarse políticamente. No le perdonan su silencio ante la situación en Venezuela. Actúan como actuaba Hugo Chávez: quieren que todos piensen y hagan como ellos y si no lo hacen, ahí se lanzan con las andanadas de insultos más escabrosos, rebuscados o simplemente, ordinarios.

Gustavo Dudamel es la figura más visible de nuestro sistema de orquestas, mucho más ahora que el Maestro Abreu está delicado de salud. Una institución de 42 años que sólo puede mantener un estado petrolero como el nuestro. Una institución a la que el gobierno chavista le ha dado más dinero que ningún otro gobierno, básicamente porque ha recibido más dinero por concepto de petróleo que ningún otro gobierno. Una institución que agrupa medio millón de niños y jóvenes, la mayoría de escasos recursos, cuyas vidas experimentan un cambio radical una vez que se someten a los valores de El Sistema, excelencia, orden, disciplina, solidaridad, valores diametralmente opuestos a los antivalores que representa el chavismo. Niños y jóvenes que una vez adultos serán exitosos en todo lo que se propongan hacer, porque desde muy temprana edad vieron y vivieron otros paradigmas. Una institución que como ninguna otra agrupa a personas de uno y otro bando en esta dividida Venezuela.

Todos vimos como Hugo Chávez en su infinita soberbia destruyó PDVSA cuando despidió, pito en mano, a los veinte mil mejores empleados que tenía la estadal petrolera. ¿Será que quienes destruyen a Gustavo Dudamel con sus críticas no han pensado ni por un segundo que si él dice lo que ellos quieren que diga, a Maduro no le va a temblar el pulso para despedirlo a él –que no le va a hacer mella porque tiene casa y trabajo en otro país- y a quienes no estén de acuerdo con sus políticas? Ya el 31 de octubre pasado los empleados administrativos de El Sistema recibieron la visita de Carolina Cestari, Viceministra de la Suprema Felicidad, quien sin ambages les dijo “¿Ustedes no están de acuerdo con el proceso revolucionario? Sean coherentes con su posición política y busquen trabajo en otro lado”. Tal vez Gustavo, generosamente, ha decidido echarse sobre los hombros las críticas –como hizo siempre el Maestro Abreu- y proteger a El Sistema. No necesitamos más instituciones destruidas en Venezuela.

Maduro, que no debe distinguir un violín de un cello, o una trompeta de un trombón, pensará que El Sistema funcionará de igual manera si pone a Jesse Chacón o a Elías Jaua a dirigirlo. Lo mismo que pensó Chávez cuando puso a Rafael Ramírez al frente de PDVSA. Gran responsabilidad la que tiene Gustavo sobre sus hombros. Porque Gustavo no es Gabriela Montero, que es ella sola y puede opinar como quiera. Hago mías las palabras de Fernando Mires en un impecable y certero artículo publicado la semana pasada: “comparto la opción política de Montero y a la vez acepto la opción de Dudamel”.

Yo, que quiero entrañablemente al Maestro Abreu y conozco a Gustavo Dudamel desde antes de cumplir veinte años, y que sé cómo funciona El Sistema por dentro, puedo dar fe de su devoción por los jóvenes que lo conforman, no importa si son opositores o chavistas. Y ellos, conociendo mi posición política, jamás me han dejado de manifestar su cariño públicamente.

Pienso en los alemanes que escondieron en sus casas a judíos durante la II Guerra Mundial: tenían que actuar en público como los nazis más nazis de todos los nazis. Pero aquí los opositores extremistas no perdonan. Siguen insistiendo en que Gustavo debe pronunciarse. Yo, por mi parte, ya tengo mi caparazón de galápago preparado porque sé que me lloverán las críticas, pero no puedo quedarme callada ante la injusticia que estoy presenciando. Esta opinión mía no es un cheque en blanco. He manifestado también públicamente mi desacuerdo, como lo hice el año pasado cuando Gustavo dirigió en la ONU con el retrato de Chávez enfrente.

Gustavo Dudamel es una gloria para todos los venezolanos. Y como venezolano está haciendo y dando lo mejor de sí para que no nos conozcan en el exterior por lo malo, sino por lo bueno. Me gustaría saber si sus detractores están haciendo por nuestro país una infinitésima parte de lo que Gustavo ha hecho por Venezuela. Espero que así como son de duros con él, lo sean también con los bolichicos, aprovechadores y enchufados que son chavistas y pasan por opositores y que han destruido buena parte del país, en contraposición a Dudamel, que lo que ha hecho es construir. Y es que el enemigo no es Gustavo Dudamel y nunca lo ha sido. El enemigo es este régimen infecto que espero que esté viviendo sus últimos días. Pero entiendo también que es más fácil criticar a alguien que lleva una batuta en su mano y no un arma de fuego.

Querido y admirado Gustavo: yo no espero que te pronuncies. Yo espero que sigas iluminando los pasos de tantos niños y jóvenes que te ven como lo que eres: un faro de luz. Y como te dije en un artículo el año pasado, espero que cuando los venezolanos decidamos reconciliarnos, que tú y tu música sean puente para ese reencuentro.

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