De Interés

Yo sí te perdono Chávez

Hace unos días bajé del cerro donde vivo a llevarle el desayuno a mi papá de 78 años que llevaba dos horas haciendo cola para comprar harina de maíz. Cada vez que veo a mi viejo regresar desconsolado con las manos vacías a la casa después de seis u ocho horas de espera, me duele, porque pienso que a estas alturas él debería estar descansando, reposando de los años de esfuerzo que dedicó a sus hijos. Me arde el corazón de impotencia, porque cuando las cosas mejoren – estoy seguro de que van a mejorar – la energía que le quedaba, tal vez no sea suficiente para ver el país estable y próspero por el que salió a votar en cada elección desde su mayoría de edad.

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Fotografía: Dagne Cobo Buschbeck

Mi padre, como muchos otros ancianos, está viviendo el presente de una economía desequilibrada. Un presente que Hugo Chávez destruyó. Pero eso se lo perdono. No porque sea inocente, sino porque he decido no llevar conmigo la carga de un odio contra alguien que ya no es parte de este mundo.

Queda su legado, sí. Terrible rastro de división, pobreza y tristeza que muchos padecemos sin tener responsabilidad ninguna. Decía el rey Salomón: “Las personas buenas reciben el mismo trato que los pecadores”, pero apuntaba: “Hay esperanza solo para los que están vivos”. Y yo estoy vivo.

Y opté por vivir la vida en libertad. Desde muy joven me enseñaron a perdonar. Lo aprendí con la vida poniendo en práctica las enseñanzas de Jesús plasmadas en la Biblia. Aquí es la parte donde usted estimado lector escéptico y defensor del secularismo hace un freno porque nombré a Dios en público. Lo entiendo, no tengo nada contra eso, solo espero el respeto que merece una persona por ejercer su derecho a tener una fe sin dañar a los demás.

Pero no es solo el cristianismo y las enseñanzas de otras creencias las que refuerzan el valor del perdón. Estudios científicos, como los de la psicología positiva, avalan que ayuda a reducir el estrés y aporta beneficios empezando por quien se siente víctima.

“Si la decisión personal de perdonar está tomada y perseveramos en el camino, llegamos por fin a una elaboración mental, emocional y espiritual que nos permite trascender y vivir la liberación y el encuentro pleno con nosotros mismos y el otro”, dicen los investigadores de la Universidad Metropolitana Calos Zalles y Pura Zavarce en un extraordinario libro llamado Las fortalezas del venezolano (Alfa 2014).

Lamento que la mayoría del país aún no digiera que la megalomanía de Chávez nos llevó a esta crisis de proporciones históricas y que su muerte ocurriera a tiempo para evitar la responsabilidad. En los únicos banquillos en los que se sentará Chávez serán los del tribunal de la historia y en el del juicio final.

Te perdono Chávez, porque como dijo Nelson Mandela “el perdón libera el alma. Elimina el miedo”. Te perdono, porque Jesucristo me enseñó a perdonar. Te perdono por lo que dijo Gandhi, que “perdonar es el valor de los valientes”.

Te perdono aunque no sé cuántas veces más hará mi viejo cola para comprar comida. Pero mientras, quiero nutrirme de valentía y no de rencor, porque esa libertad de perdonar es más poderosa que la sed de venganza. Libre de miedo, con el alma ligera, puedo llegar más lejos y con más fuerza para reconstruir el desastre que dejaste. Te perdono Chávez. Te perdono.

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