Fue en noviembre pasado cuando empezamos a saber de Sonia O’Neill, la nueva incorporación a la selección femenina de fútbol. «Poderosa», «sexy», «sensación». Así la describían tratando de ensalzar el atractivo físico que ella misma exhibe sin problemas en su cuenta de Instagram.
– ¿Alguna vez has trabajado como modelo?
– Nunca he sido modelo, pero quiero mostrar a las niñas y a la gente en general que soy quien soy y que tal como lo hacen los niños y hombres las chicas también pueden practicar deportes y disfrutar y hacer otras cosas. Me gusta tomarme fotos con maquillaje, peinarme y eso… quiero mostrarles que puedo jugar fútbol, PlayStation, pero también me encanta peinarme, usar vestidos y maquillarme. Quiero que las niñas vean que no tienen que elegir entre una cosa y la otra: pueden hacer dos, tres, cuatro cosas, lo que quieran, como los hombres.
La voz melosa y con acento de Sonia casi te hace cosquillas. Y con ese tono deja bien claro que si la ves en bikini, si la ves orgullosa de sus curvas, de su rostro, no es por mera vanidad. Hay un mensaje ahí.
Sonia empezó en el fútbol muy temprano: a los 3 años ya le daba al balón en una escuela creada por un amigo de sus padres para enseñarle a ella y otros dos niños más.
Y no paró: «Mis padres dicen que elegí el fútbol. Nunca podían quitarme la pelota».
Claro que no se la quitaron: «Después jugué en la llamada Spanish League, que está en una zona un poco peligrosa en Toronto pero en la que el fútbol es muy bueno porque hay mucha gente de Suramérica y África. Ahí jugué con los niños hasta los 16 años, aunque también jugué con las niñas en una liga diferente. Al terminar la secundaria fui a Estados Unidos para jugar en el NCAA, en la primera división. Y cuando me gradué fui a Suecia, a Italia, después a Croacia para Champions League, después a Francia y ahora estoy en Escocia, con el Rangers».
Con 25 años se ha puesto unas cuantas camisetas: Husqvarna FF (Suecia), AS Roma y Bari (Italia), ZNK Split (Croacia), Fleury 91 (Francia)
y ahora el Rangers WFC preparándose para comenzar la liga en febrero.
– En Italia el entrenamiento se enfoca mucho en la táctica. En Francia la liga es muy técnica y táctica a un nivel muy alto. En Estados Unidos el fútbol es muy, muy, físico. En Canadá también. Ahora en Escocia, vamos a ver…
A la espera
Sonia O’Neill nació en Toronto, Canadá. Su padre -Brian- es canadiense e hijo de irlandeses y su madre -Yngrid- es venezolana, con nacionalidad italiana: «Entonces soy canadiense, venezolana, italiana e irlandesa».
Nunca vivió en Venezuela, pero mantiene el contacto: «Fui a Venezuela cuando era niña como dos o tres veces y después fui cuando tenía 18 años. En gerenal estuve cuatro o cinco veces en Venezuela, pero para mí es difícil ir porque por el fútbol no tengo mucho tiempo libre. Pero cuando pude ir, fui. Siempre hablo con mis primos y mi familia allí. Mi madre se aseguró de que me mantuviera conectada con mis raíces y mi familia. Cuando era niña siempre le decía a mi mamá que quería ir a Venezuela, ver a mis primos, a mi familia. Siempre. Pero no siempre se podía Estar lejos de la familia ha sido difícil para mí y también para mi madre».
Fue convocada para entrenar con la Vinotinto bajo la dirección de Pamela Conti en el módulo de preparación llevado a cabo en Italia entre el 4 y el 11 de noviembre y en el que disputaron amistosos contra Roma y Nápoli: «Fue mi primera vez con la Vinotinto. El módulo superó mis expectativas, no podría haber sido mejor. Es increíble ver el respeto y la comprensión entre la entrenadora, el personal y entre las jugadoras. Teníamos dos entrenamientos al día en los que todos dábamos la máxima atención y esfuerzo. Realmente disfruté mucho las sesiones de entrenamiento, el equipo y la experiencia en general. Dejé el módulo motivada a mejorar en mi fútbol. Estoy emocionada de volver pronto a la Vinotinto. Parece que ya ha pasado mucho tiempo. Estoy esperando el próximo módulo».
Sonia se reconoce competitiva: «Prefiero el ataque, pero también juego defensa dura porque odio cuando no tengo -o no tenemos- la pelota. Creo que al final prefiero las dos cosas, como un 8. Cuando era niña jugué con el número 10. Ahora soy 8 o 5, pero siempre en el medio campo».
Y el fútbol le ha enseñado lecciones: «En mi carrera el momento más importante o más significativo fue cuando se rompieron los ligamentos cruzados en mi rodilla, en 2014, porque esa lesión cambió mi ética de trabajo para mejor. Constantemente estoy tratando de hacer cosas fuera del campo para mejorar y trato de asegurarme de cuidar mi cuerpo con ejercicios y alimentos adecuados. Me ayudo a ser una mejor atleta. También me recordó que estoy jugando gracias a Dios y que es una bendición poder jugar. Cuando hay niños y niñas que me han dicho que soy como su heroína o cosas así me motiva a mostrarles que con buen trabajo uno puede ser mejor. Sé que por ellos no puedo parar porque nunca quisiera hacer que un niño pierda la esperanza. Quiero darles esperanza».