Opinión

Barbenheimer eau de parfum: ¡atómica!

Dos historias en apariencia sin relación alguna, se cruzaron para formar un fenómeno cinematográfico y hasta una criatura ya casi mitológica que debería tener su propia fragancia

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Predestinación. En julio de 1945 el Proyecto Manhattan explotó su letal objetivo, y a comienzos de ese mismo año Elliot Handler y Harold “Matt” Matson fundaron Mattel Creations. El científico J. Robert Oppenheimer orquestó de principio a fin la exitosa detonación de la pionera prueba nuclear Trinity; en 1959 Ruth Moskowickz, esposa de Handler y también descendiente de inmigrantes judíos, presentó en la Feria del Juguete de Nueva York la muñeca Barbie. Entre las motivaciones de Oppenheimer estaban la fisión nuclear probada por científicos alemanes, y los avances del programa atómico nazi durante la Segunda Guerra Mundial; por su parte, Ruth se inspirararía en la muñeca alemana Lilli para su explosiva Barbie. Ambos, él de muy joven y ella al final de su vida, adolecerían de males del tracto gástrico.

Así como el tan manipulable y paranoico -para la época- entramado legal estadounidense fue inesperado némesis de Oppenheimer, minando su reputación y autoridad, Ruth y su esposo fueron acusados de fraude por la junta de accionistas de su ‘propia’ empresa, perdiendo los dos sus cargos ejecutivos en Mattel. Ahora es en la gran pantalla donde ambos visionarios coinciden con sendas películas precedidas por la etiqueta empeñada en apretar el lazo predestinado a unirlos, quizá, desde el principio: Barbenheimer.

El estreno simultáneo de la cinta de Christopher Nolan, a partir de la biografía American Prometheus, y del filme dirigido por Greta Gerwig, con guion de ella y su marido, activó un radiactivo hongo rosado representado en infinidad de memes y de alcance insondable. Y fue Tom Cruise quien acabó por convertir la antevista como una guerra nuclear de película (por el disgusto de Nolan con Warner, el estudio de «Barbie») en una taquillera coincidencia. «Me encanta una doble tanda, y no puede ser una más explosiva (o más rosada) que una con ‘Oppenheimer’ y ‘Barbie'», tuiteó cuando la más reciente entrega de su «Misión Imposible» entraba en cartelera.

¿Y a qué huele todo esto? Pues en principio figuran las fragancias creadas por Mattel para hacer más terrenal su Barbie, pues ya sea doctora, presidenta o astronauta, eso no la exime de perfumarse cada mañana: ¡incoqueta jamás! Claro, también están los perfumes creados bajo licencia para venta por catálogo -aquí hasta hace poco operó Avon- o por casas de renombre como Puig o por DefineMe. El sprayazo más aromático de esa modalidad es el de Zara. Este 2023 lanzó su Barbie eau de parfum de 80 ml a 29.90 dólares, con olor a “…toques brillantes de naranja y neroli a la salida; en el corazón una rosa apolvada y pétalos de azahar, sobre una base de vainilla y haba tonka” (o sarrapia, como le decimos acá). Para narices avezadas -como la del tiktoker e instagramer Paul Fino– el ya agotado perfume de Zara sería un dupe al 80% de Love, don’t be shy by Killian (2017); este con precio oficial de 235 euros el frasco refill de 50 ml.

Mas yo fantaseo con Margot Robbie (actriz del momento en quien encarna la «Barbie» de Greta) entrando a trabajar al set perfumada hasta el moño con Toy 2 Bubble Gum (2021) de Moschino: toda floral, afrutada y oriental. Según la tienda oficial de la marca -ofrece los 100 ml de esta eau de toilette a 87 dólares- la notas principales son cítricos confitados con limón y naranja de Italia; en las secundarias tendríamos mezcla de chicle, canela, arándanos, jengibre, rosa de Bulgaria, melocotón jugoso + flor de cerezo; y para el fondo madera de cedro, ambrofix con un cóctel de almizcles sedosos.

¿Y para el protagonista de «Oppenheimer» qué hay? A Cillian Murphy lo fijé como Thomas Shelby, el más arrecho de «Peaky Blinders». A él, en el rol del científico mandamás del Proyecto Manhattan, exultante tras el éxito del demoníaco ensayo, lo imagino envuelto en los vahos de Chergui, ideado en 2001 por Christopher Sheldrake para Serge Lutens, quien presentara el perfume así:

“Un fuego avivado por el viento, un desierto en llamas. Como si brotara de la tierra, Chergui -un viento del desierto- crea un efecto más de succión que de soplido, arrastrando plantas, insectos y ramitas en un ascenso ineludible. Sus ráfagas plenas y persistentes cristalizan arbustos, cactos y bayas, que se chamuscan y marchitan para fenecer ofrendando savias, resinas y jugos. La noche cae sobre un recuerdo que aún arde, dando paso a las notas fragantes, ambarinas y confitadas del alquimista que es Chergui”.

Para quien fuera un niño consentido por su familia pero buleado por sus compañeros de colegio, intelectualmente brillante y atroz en su curiosidad científica, mas ahogado en su ocaso por los remodimientos, contradicciones y el tabaquismo sin control, arrimo otra posibilidad aromática: Hermann A Mes Cotes Me Paraissait Une Ombre (algo como ‘Hermann a mi lado parecía una sombra’), perfume de 2015 con la firma de Quentin Bisch. La marca es Etat Libre d’Orange, y su dueño Etienne de Swardt tomó nota del poema “En qué pensaban los dos caballeros en el bosque” (1853) de Víctor Hugo para brifear a Bisch:

«Miraba él hacia delante y yo hacia atrás / nuestros caballos galopaban a través de la arboleda / el viento nos traía el lejano Ángelus / él me dijo: ‘Estoy pensando en los que arrastran dolorosa existencia’ / y le contesté: ‘Yo pienso en los que han dejado de arrastrarla'». (De la versión al castellano de don Jacinto Labaila y González).

En su secado Barbenheimer eau de parfum disipa el ánimo sombrío de J. Robert Oppenheimer ofreciéndole “el aroma de la lumbre de la pipa con notas frescas y afrutadas” como las de Tobacolor de Christian Dior. ¡Y alerta de spoiler! Esta fabulación olfativa en frasco adornado con trinititas -vidriecitos multicolor con radiactividad atenuada, pues provienen de la arena desértica fundida por la explosión Trinity- asiste a Barbie y Ken -los de Gerwig- en busca de la genitalidad omitida: yo a ella la invito a darse fletas aquí y allá con Under my Skin de Francesca Bianchi, y a él a intentarlo con Sadonaso de Nasomatto, el de la tapa glande.

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