Ca7riel y Paco Amoroso en Tiny Desk. Hype en cualquier red social, especialmente en Instagram y TikTok. ¿Inesperado? No, nada que ver. Si algo estaba claro es que estos dos iban a terminar en el radar global. El Tiny Desk era solo cuestión de tiempo.
La dupla, que ha convertido cada presentación en un fenómeno viral, tenía todos los ingredientes para deslumbrar en ese formato íntimo: un groove imposible de ignorar, coros envolventes y ese magnetismo que no necesita gran escenario para hacer ruido. Así que no, no fue una sorpresa, sino más bien la culminación de una trayectoria que lleva años cocinándose con éxito.
Si te pones a pensarlo, siempre supimos que Ca7riel y Paco iban a llegar aquí.
Desde el Tiny Desk de C. Tangana no recordaba uno que me gustara tanto. Al igual que los porteños, el trapero madrileño mostró una fluidez de género magistral. En su presentación, se movió sin esfuerzo entre estilos, juntándose con Antonio Carmona en flamenco-pop, Kiko Veneno en rumba, y La Húngara y Niño de Elche en una mezcla de trap y flamenco. Y eso ya se veía venir, tras haber colaborado antes con Drexler, Calamaro y Sabina. Al igual que Ca7riel y Paco, lo suyo no es militancia musical, sino una libertad absoluta para explorar cualquier género sin que eso afecte su autenticidad.
Para Ca7riel y Paco el Tiny Desk fue una escala más en su viaje que parece solo de ida, porque sí, la ruta de estos dos es cualquier cosa menos convencional. Hace unos meses, en el Lollapalooza de Buenos Aires, rompieron todas las reglas. No tocaron en vivo, pero impusieron su presencia. Se metieron en un jacuzzi en el escenario, y lo que parecía una performance arty terminó siendo una fiesta delirante, más cercana a un happening de Duchamp que a un recital convencional. Mientras jugaban con la espuma y hacían playback de su disco, dejaron claro que lo suyo no es solo música: es un sandbox creativo donde lo irreverente se cruza con lo disruptivo, y el público quedó atrapado entre el desconcierto y la fascinación.
Conocí a Ca7riel hace unos tres o cuatro años, por el disco Livre. A partir de ahí, fui encontrando videos en YouTube donde lo veía versionando a Spinetta o haciendo un cover de «Mil Horas» de Los Abuelos de la Nada. Fue ahí cuando descubrí al gran guitarrista que, con su estética tusi, parecía una reencarnación del Flaco inmortal, pero sin la solemnidad. La misma fluidez para moverse entre géneros como si todos le pertenecieran.
¿Sexo, drogas y trap? Como si no fuera suficiente con su show en el Lolla, el Tiny Desk confirmó lo que ya sabíamos: Ca7riel y Paco Amoroso no están aquí para seguir el manual de cómo ser estrellas. Su música fluye entre géneros con una facilidad que asusta. Post punk, trap, hardcore, house, R&B… No importa la etiqueta, todo lo que tocan lo convierten en oro creativo, y lo mejor es que ni siquiera tienen que intentarlo. ¿El truco? No tomarse en serio y, a la vez, ser los más serios en lo que hacen.
Mientras Buenos Aires solía ser la meca del indie nostálgico, ahora con estos dos se transforma en el epicentro de una explosión de géneros y energías. Cada presentación es un statement, una forma de decir: “No nos importan las convenciones, esto es lo que hacemos”.
Y ahí están, desde el jacuzzi del Lollapalooza hasta los escritorios de NPR, demostrando que el arte no necesita seguir un guion, porque a veces lo más disruptivo es no tocar ni una nota en vivo y, aun así, ser la banda más auténtica del festival.
Ca7riel y Paco Amoroso pueden ser vistos como los hijos descarados de Emmanuel Horvilleur y Dante Spinetta –Illya Kuryaki and The Valderramas- pero llevan esa irreverencia a otro nivel. No solo crean música, sino que generan experiencias que te hacen repensar todo. Su genre fluid no es solo una etiqueta de moda, es su ADN: moverse con la facilidad de quien sabe que ningún género, ni ningún jacuzzi, los puede encerrar.
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