Conversación con

Marcela Said hace ladrar a los perros

Después de ganar el Premio del Jurado en el 26 Festival de Cine Latinoamericano de Biarritz, con Los perros, Marcela Said no descansa. No es una mujer de temores, pero sabe lo que es una sociedad que vive con miedo, que se ha quedado atrapada en la hipocresía después de la dictadura. Sobre Venezuela dice: “Registren, hagan cine, escriban, la justicia es lenta pero llega”

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Nunca pensé en hacer cine, me gustaba la política, la fotografía, pero no especialmente el cine”. A veces sucede así, que el cine busca a su directora. Parece que es el caso de Marcela Said (Santiago de Chile, 1972), quien ha venido relatando cómo es la sociedad chilena. Desde I Love Pinochet (2001), Opus Dei (2006) o El verano de los peces voladores (2013), ella es un grito agudo.

Cuando la presentan en el teatro y le preguntan cómo una mujer decide hacer cine, su respuesta despierta un aplauso entre risas: “No sé, tal vez decidí no quedarme a planchar camisas”.

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Un grito nada fácil de callar.

“Comencé con el documental político. El que era entonces mi marido era editor y realizamos juntos documentales, hasta que vi La Ciénaga (2001) de Lucrecia Martel, que fue la película que me hizo entender que el cine se podía hacer con poco, que no era tan grande. Mientras hacía El Mocito (2011) arranqué a escribir El verano de los peces voladores, y de pronto llegó la plata para hacer la película y me lancé al agua. Me encantó la experiencia y me gustó escribir, así que he seguido en esto. Yo admiraba a documentalistas como Patricio Guzmán, Carmen Castillo, Ignacio Agüero, Frederik Wiseman, Depardon, Agnes Varda. Me gustaban los trabajos de mucha gente que conocía, todo lo que es gran público en general. Después me dediqué a ver Bergman, Haneke, los grandes. Pero entre mis favoritas está Flashdance (Adrian Lyne, 1983). Me gusta el cine de mujeres. Patty Jenkins me cautivó con Monster (2003)”.

Marcela va y viene del Festival Donostia en San Sebastián. Viaja con Los perros (2017) que están ladrando desde la gran pantalla, luego de su estreno vitoreado en Cannes.

La cinta, a pesar de ser ficción, arranca sentimientos encontrados con la realidad chilena y la pasada dictadura. Ella misma expresa que es un filme difícil para aquellos chilenos que no han salido de la hipocresía. “Es una sociedad que todavía tiene miedo, eso es lo que deja la dictadura: un miedo profundo. Mariana tiene miedo de confrontar al marido, al padre, al policía, al vecino. Es un personaje lleno de miedo. Esa es la sociedad chilena. En los tiempos de dictadura negaban lo que pasaba, ahora simplemente lo silencian”.

El largometraje de Said –que aborda las secuelas de la dictadura de Pinochet en la sociedad actual, a través del retrato de una mujer de clase acomodada que se siente atraída por un excoronel– competía en el apartado Horizontes Latinos del festival de Donostia que premia lo mejor del cine latinoamericano, con otras once películas de Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, México, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.

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Marcela, indetenible.

En 1996, Marcela Said se muda a Francia para hacer un Máster en Técnicas y Lenguajes de Medios en La Sorbona. Tres años más tarde, estrenó su primer documental, Valparaíso, producido por Les Films d’ Ici para la televisión francesa. Después llegaría I Love Pinochet, un documental centrado en los adherentes al dictador chileno Augusto Pinochet que fue galardonado en el Festival de Cine de Valparaíso.

En 2006 dirige su tercer trabajo, Opus Dei, centrado en la influencia de esa organización católica en Chile. Luego El Mocito, que cuenta la historia de Jorgelino Vergara, un hombre que trabajó en un centro de exterminio y torturas que conoció a Manuel Contreras, jefe de la Dina en Chile y mano derecha de pinochet; y al capitán Juan Morales Salgado, jefe del servicio de guardaespaldas que operaba en el mismo cuartel.

–¿Cómo llegaste a “el Mocito”?

–Conseguí, gracias a un amigo periodista, al jefe de Mocito que trabajaba en el centro de exterminación y, como el personaje, él tan sólo era un encargado del grupo de guardaespaldas y así se sentía. Para mí, es evidente que en la vida las cosas no son blancas y negras, por ello prefiero los personajes más complejos, difíciles, llenos de matices. Lo convencí gracias a los caballos. Yo hice un curso de equitación con él por dos años, justo antes que fuese condenado, y cuando terminé el documental él aceptó. De hecho sale en la película. (Esta) es una cinta de ficción que muestra la complicidad en la dictadura. Están los perros (los milicos), y la sociedad que financiaba la dictadura, muchos que se beneficiaron económicamente. Al final de escribir el guion, me di cuenta que había escrito un retrato de una mujer, que representa de cierta manera a Chile.

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Tal vez metida en las heridas más profundas de Chile, Marcela elige los actores más generosos que haya conocido para protagonizar Los Perros. Alfredo Castro (Desde allá, 2015) es uno de los histriones chilenos que suenan más fuerte de una década para acá.

En pantalla, funciona muy bien con “Mariana”, el personaje central que también descubre la implicación de su padre, dueño de una importante empresa, con el régimen militar. Así, el peso del pasado político se va filtrando en la historia hasta dominar toda la narración. La mujer es interpretada por Antonia Zerges, aquella actriz fabulosa que heló a la audiencia de El Club (2015). Con ella, la directora está coescribiendo una película de amor que contará la historia de una madre soltera y un homosexual.

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