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Bolivia: ¿golpe de Estado o protesta de éxito?

A dos semanas de la salida de Evo Morales del poder, Bolivia y el mundo aún debate lo ocurrido, mientras aires de cambio parecen instaurarse en una nación que caminaba firme en la izquierda latinoamericana

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AP y AFP
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Unas polémicas elecciones le valieron a Evo Morales la salida de su cargo y también la salida de su país. Pero para entender lo ocurrido hay que leer la historia desde unos años más atrás.

Todo se remonta a 2016, cuando -con once años ya en el cargo- Evo llamó a un referéndum constitucional para consultar una reelección presidencial que lo llevaría a un cuarto mandato, más allá de los linderos preestablecidos en la carta magna del Estado plurinacional. Aquel 21 de febrero, el “No” ganó con un 51% de los votos, mientras el «Sí» obtuvo el 49% restante. Era el fin de la era Morales en Bolivia, su pueblo había hablado y la reelección de él y su vicepresidente Álvaro García Linera sería imposible.

«Las y los ciudadanos que hubieran sido reelectos de forma continua a un cargo electivo durante los dos períodos constitucionales anteriores no podrán postularse como candidatos al mismo cargo electivo»

Sin embargo, un año y diez meses después, el Tribunal Constitucional emitió una orden en la que les permitía ser candidatos en las elecciones presidenciales de 2019, por considerarlo un derecho humano. Comunicados de la prensa boliviana informaron que los vocales del Tribunal Supremo Electoral (TSE) se reunieron con premura para pronunciarse ante aquella decisión: la mayoría “de las autoridades electorales optó por habilitar al actual mandatario boliviano”, informó la BCC en diciembre de 2017.

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Con la decisión del pueblo obviada, comenzó la carrera por la presidencia nuevamente; una, que se podía extender hasta 2025.

La cita a las urnas fue el 20 de octubre de 2019. Primera vuelta. Por la oposición despuntaba el expresidente Carlos Mesa. El sistema establece que para lograr la máxima magistratura en el primer envión, hace falta superar al adversario más cercano por 10% de los sufragios. El día de los comicios, el conteo de votos sufrió traspiés, y el cabeza a cabeza quedó en suspenso hasta que -retomada la transmisión y con horas de incertidumbre y denuncias de resultados manipulados- el TSE anunciaba a Evo Morales nuevamente ganador con 47,08% de los votos frente al 36,51 del opositor Carlos Mesa. No hacía falta balotaje.

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La oposición denunció fraude, y el órgano electoral así como el propio gobierno de Morales concedió permitir a una auditoría supervisada por la Organización de Estados Americanos, que determinó irregularidades en los comicios que afectaban a al menos 23% de los votos haciendo estadísticamente improbable el triunfo en primera vuelta para el Movimiento Al Socialismo (MAS). Así, las manifestaciones que se desarrollaban en el país del altiplano tomaron mayor fuerza. Y ya no bastaba con repetir elecciones: grupos pedían la renuncia de Evo Morales como castigo por cruzar la raya amararilla del fraude.

«Si no se produce un pronunciamiento militar no salen del poder. Él (Evo) se vio forzado a renunciar»

¿Golpe o defensa de la Constitución?

Veinte días de conflicto bastaron para que parte del gabinete de Morales presentara su renuncia de manera aleatoria. La policía se negó a actuar frente a las manifestaciones y una «sugerencia» de la Fuerza Armada bastó para que Evo depusiera el cargo fue la estocada, vestida de legalidad por un precepto jurídico que le permite al Alto Mando opinar.

Dentro y fuera de Bolivia, el debate sobre la tesis de “golpe de Estado” ha sido el pan diario. Pero, “¿pueden las protestas e incluso los ‘ataques’ que denuncian ser vistos como un golpe?”, es la pregunta que la periodista boliviana Claudia Campanini, radicada en Italia, manifiesta desde entonces.

Todos los cargos señalados en la sucesión constitucional, ocupados por militantes del MAS, quedaron acéfalos. Durante un fin de semana, nadie gobernaba formalmente

La comunicadora insiste en que llamar a la “presión popular” golpe de Estado ha sido una estrategia comunicacional de Evo y su gabinete ante una inevitable renuncia por causa de las protestas. Asegura que si pedir la renuncia de un presidente y presionar para que esto suceda fuese un delito, Evo Morales tendría que ser acusado también de «golpista», pues él, “junto a otros dirigentes, logró dos renuncias, a través de la presión social; la primera de Gonzalo Sánchez de Lozada en 2003 y la segunda de Carlos Mesa en 2005. Sin embargo, nadie lo llamó golpista, porque tanto el derecho a la movilización, como el pedido de renuncia de mandatarios son derechos constitucionales en Bolivia”.

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Mientras tanto, desde Venezuela la politóloga Eglee González Lobato asegura que es precipitado insistir en que lo ocurrido en Bolivia fue un golpe de Estado, debido a que “no toda intervención de los militares puede entenderse como un golpe”. La especialista alega que la acción tomada por el Alto Mando Militar boliviano era una respuesta ante las violaciones a la constitución por parte de Morales y sus seguidores, pues como Fuerza Armada lo que no podían permitir “era que se vulnerara la voluntad de los electores mediante un procedimiento de dudosa legalidad”. “Habían ocurrido unos hechos realmente graves que podían configurar una violación sistemática de la Constitución desde 2016”, explica.


Claudia Campanini asevera que, aunque la sugerencia de las FFFAA ha sido el argumento utilizado por simpatizantes de Morales y gobiernos afines para denunciar que hubo un golpe de Estado al exmandatario -Bernie Sanders es tajante en Estados Unidos al afirmar que cuando los militares se meten no hay otra interpretación-, la acción del cuerpo militar fue hecha “amparados en la Ley Orgánica de las FFAA que reza: ‘analizar las situaciones conflictivas internas y externas, para sugerir ante quien corresponda las soluciones apropiadas’. Reunidas las tres fuerzas consideraron, al igual que gran parte de la población, que, en ese momento de alta tensión, no existía más salida que la renuncia de Morales”. Añade que para la hora en la que el organismo anuncia la exhortación, las protestas en Bolivia no tenían punto de retorno.

«Evo sí atentó, vulneró y violó garantías constitucionales, cosa que es inadmisible. Pero, también es cierto que hubo un pronunciamiento militar, y eso podría considerarse un golpe de Estado»

No obstante, para John Magdaleno –politólogo venezolano- lo ocurrido en la nación suramericana fue una vulnerabilidad de las leyes y las decisiones del pueblo por parte del mandatario, pero también se presentó un golpe de Estado. Ambas tesis, desde su perspectiva, son correctas. “Sí es cierto que Evo Morales viene socavando garantías constitucionales democráticas, y sí es cierto que ha violado la constitución de Bolivia en varias oportunidades. Evo sí atentó, vulneró y violó garantías constitucionales, cosa que es inadmisible”.

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Aclara que el comportamiento del líder indígena es parte de un patrón que llevan a cabo los autócratas de La tercera ola, un experimento realizado por Ron Jones que demuestra que las sociedades libres y abiertas “no son inmunes al atractivo de ideologías autoritarias y dictatoriales”. Pero, el politólogo añade que también es cierto que hubo un pronunciamiento militar, y eso “podría considerarse un golpe de Estado. Y un golpe de Estado es anticonstitucional”.

El director de la consultora Polity afirma que lo ocurrido es un tema complicado de explicar porque “la gente quiere escuchar una versión compatible con sus lecturas (…).  Me parece que en un contexto así es difícil dar un debate”.

Desde Bolivia, María Galindo, activista de los derechos de las mujeres de Bolivia, concuerda con Magdaleno. “Ambas tesis son funcionales a miradas internacionales”.

Mujer de izquierda, pero consciente de los errores de Evo, afirma que “Morales actuó durante todo el conflicto de manera muy errática. Tenía que haber convocado a una mesa de diálogo muy amplia con los diferentes componentes y sectores que estaban generando su crisis política. No lo hizo. Él además controlaba el 100% del Tribunal Supremo Electoral. Él no puede convocar a elecciones, era importante que el TSE fuese renovado por la vía del parlamento, un consenso social y todas las fuerzas políticas imaginables. Le habían pedido, por más de un año, renovarlo. Todos (los funcionarios) fueron renunciando y él los sustituyó con personas afines, que podía manejar de forma directa y se descompuso el TSE al punto que hoy todas esas personas están detenidas”.

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Galindo agrega que no es “sano ni para el conjunto de la izquierda mundial ni para la sociedad boliviana que se haga un análisis victimista del presidente”, pues todos los sectores políticos deben realizar un “análisis crítico” y el mismo Evo Morales debe hacerse “una autocrítica”. “El presidente quiere victimizarse para recuperarse del gran desgaste político y regresar en los hombros del pueblo boliviano; pero la situación es muy grave, el riesgo es muy grande porque Bolivia puede ir a una guerra civil”. Insiste en que “sus golpistas eran sus propios aliados de gobierno”.

Estrategia o error 

Las renuncias colectivas del gabinete de Evo Morales dejaron en Bolivia un vacío de poder durante horas. Todos los cargos señalados en la sucesión constitucional, ocupados por militantes del MAS, quedaron acéfalos. Durante un fin de semana, nadie gobernaba formalmente el Estado plurinacional. El entonces senador Arturo Murillo, del opositor partido, admitía que  tanto Morales como su vicepresidente no habían dejado sus cargos, a pesar de los anuncios público, pues no se había leído en el Senado las cartas de renuncia, como manda la ley. Era necesaria la recomposición de la directiva del parlamento, el quórum de asustencia y demás factores para conducir legalmente una transición. Cosa que finalmente ocurrió sin la mayoría necesaria presente, pero con el aval del propio Tribunal Constitucional.

María Galindo lo considera un grave error de la izquierda del país, pues le dieron “tiempo y espacio” a la derecha “para tomar el control casi de todo”. “La presidenta del senado, Adriana Salvatierra (del MAS), hubiera sido la sucesora de Evo Morales”, expone.

Mientras tanto, Campanini no desestima que las acciones hayan sido una estrategia del MAS para verse beneficiado desde algún punto entre su crisis. “Al renunciar el presidente, vicepresidente y presidentes de ambas cámaras dejaban a la Asamblea Legislativa Plurinacional sin la posibilidad de sesionar y por lo tanto imposibilitada de aceptar la renuncia de Evo Morales. Quizá consideraron que denunciando golpe, creando caos social tras la renuncia, porque en cuanto Evo salió grupos amenazaron con iniciar una guerra civil, y ante la imposibilidad de que la Asamblea acepte su renuncia Evo podría volver… Sin embargo, algunos juristas recomendaron aplicar el artículo 170 de la Constitución Política del Estado, bajo la figura de ‘Ausencia’”.

«Si pedir la renuncia de un presidente fuese un delito, Evo Morales tendría que ser acusado también de ‘golpista’, pues él logró dos:una en 2003 y otra en 2005»

Magdaleno concluye que la situación fue una respuesta ante la presión militar. “Si no se produce un pronunciamiento militar no salen del poder. Él (Evo) se vio forzado a renunciar».

Los próximos días

Mientras las opiniones de expertos contrastan, en Bolivia asumió el mando interino la senadora Jeanine Áñez, quien luego de varias negociaciaciones con el partido de Evo Morales convocó a elecciones presidenciales bajo una ley de Régimen Especial que llama a nuevos comicios en el país, con el compromiso de que serán elecciones «limpias, justas y transparentes» en 2020.

La presidenta interina Áñez, que entró al Palacio presidencial biblia en mano posterior a la toma del mismo, subrayó el compromiso de su gobierno provisional con una competencia justa frente al «fraude» del que acusa a Evo Morales, y cuyos resultados con esta ley, que el Congreso de Bolivia aprobó por unanimidad en sus dos cámaras, quedaron anulados.

A las elecciones podrán concurrir todos los partidos políticos, incluido el Movimiento al Socialismo, la formación de Evo Morales, pero el expresidente no podrá presentarse a la reelección. «Las y los ciudadanos que hubieran sido reelectos de forma continua a un cargo electivo durante los dos períodos constitucionales anteriores no podrán postularse como candidatos al mismo cargo electivo», señala el texto.

La promulgación de la ley coincide con el levantamiento de los bloqueos de carreteras por parte de manifestantes que mantienen conversaciones con Áñez para poner fin a semanas de disturbios que han dejado más de 30 muertos en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.

Entretanto, la activista Galindo asegura que el aire que se respira por las calles de Bolivia es de gran tensión y desinformación. “La situación en general es de descomposición paulatina. Todo cambia hora por hora. Está militarizado el país, no hay abastecimiento de gasolina, están cercadas varias ciudades, entre ellas la paz. Los precios de la canasta han subido en 200 y 300%”.

Aunque algunos aún celebran la renuncia de Morales, la sensación para otros es “de dolor y desesperación. Hay un duelo, dolor, no solo gente del MAS sino gente que siente el dolor de la partida, que siente indefensión, derrota, afectivamente conectada” con Evo Morales, que asilado en México ha dicho querer volver al país mientras las autoridades bolivianas rechazan hablar de amnistía. Y las imágenes de represión y violencia se suceden, mientras todos los actores hablan de pacificar al país, estén aportando a ello o no.

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