Charlie Hebdo, el atentado y las horas oscuras de la caricatura de prensa
Francia conmemora a las víctimas de Charlie Hebdo, ocurrida hoy hace cinco años, y que marcó el inicio de una ola de atentados yihadistas en el país y el declive de la publicación
Cinco años después de la matanza en Charlie Hebdo y a pesar de la ola de apoyo a la libertad de expresión, la caricatura de prensa es un género amenazado, entre diarios cada vez más temerosos y redes sociales listas para la indignación.
«En todas partes, un mal viento sopla para la sátira y el dibujo de prensa en general, y 2019 habrá sido un año negro para este sector», lamentan Claire Carrard, directora de redacción del semanario francés Courrier International, y Kak, presidente de la asociación Cartooning for Peace, en el suplemento «2019 en viñetas».
La bomba de 2019 llegó desde el prestigioso New York Times, que en junio decidió abandonar la publicación de caricaturas de prensa en su edición internacional, tras una polémica por una viñeta juzgada antisemita.
A pesar de que no fue el autor de esa obra, el histórico dibujante del diario, el suizo Patrick Chappatte, fue despedido.
En Charlie Hebdo la publicación de caricaturas se cobró un precio muy alto hace cinco años con un atentado que dejó 12 muertos, entre ellos varias figuras de la redacción como Cabu o Wolinski.
En un reciente número especial, llamado «Caricatura, manual de instrucciones», la revista se preguntaba si «el dibujo satírico es una forma de libertad de expresión en vías de desaparición».
Menos tolerado
«Tenemos la impresión de que el dibujo es cada vez menos tolerado, que es una forma de expresión que incluso dentro de los medios es molesta. Un poco demasiado atípica, un poco demasiado libre», explica el director de Charlie, Riss.
«Incluso en los grandes diarios, los dibujos se vuelven cada vez más consensuados. No hay toma de riesgo editorial. Los dibujos se vuelven un poco insípidos», agrega.
El semanario satírico se había convertido en blanco de los islamistas tras haber publicado varias caricaturas de Mahoma, en 2012, 2011 y 2006, cuando reprodujo, como varios diarios europeos, las del periódico danés Jyllands-Posten.
¿Volverían a publicarlas hoy? «Podríamos hacerlo, pero ¿qué sentido tendría?», se pregunta Riss.
«Actualmente, la noción de blasfemia superó el marco de las simples caricaturas. Muchas cosas son vistas como blasfemia o agresión. Han aparecido muchas pequeñas blasfemias», juzga este dibujante que a menudo debe defender el espíritu satírico del semanario, como en diciembre pasado ante el ejército francés por caricaturas sobre la muerte de 13 militares en Malí.
Como varios colegas, apunta contra el papel amplificador de las redes sociales.
«La presión de las redes sociales intimida a los medios tradicionales. Hay pánico. Lo que olvidamos es que Twitter no son nuestros lectores. Es un amplificador de la ira, un vector de fenómenos masivos e incontrolables», analiza Patrick Chappatte en Courrier International.
Censura
«La supervivencia económica sigue siendo un problema, y las hordas digitales que manipulan lo políticamente correcto para hacer triunfar su intolerancia y su cerrazón intelectual representan también un peligro contra el que hay que luchar», afirma su colega nicaragüense Pedro Molina, actualmente en el exilio.
La caricatura fue un género muy valorado en los siglos XIX y XX pero sufre de una imagen vetusta.
«Cuando se dice que es un género en desuso, es como si se dijese que la libertad de expresión es un género en desuso», responde Juin, joven dibujante en Charlie Hebdo, recordando que «es un género que siempre ha estado bajo amenaza», por ejemplo, por la censura política el año pasado.
Una censura que persiste en muchos países, donde los dibujantes son amenazados, despedidos, denunciados judicialmente o hasta encarcelados.
Cartooning for Peace, una red internacional de dibujantes de prensa que lucha por la libertad de expresión, milita por el reconocimiento de la viñeta de prensa como un derecho fundamental por parte de la UNESCO.
Organizaciones como Human Rights Watch (HRW) o Reporteros Sin Fronteras (RSF) apoyan esa iniciativa, que no convence a Riss. «Creo que la libertad de expresión ya es un valor fundamental suficiente», dice.
«Este género tiene futuro si los dibujantes tienen la valentía de darle fuerza a sus dibujos. Si es solo para hacer una ilustración o dibujos simpáticos que no molestan a nadie, mejor no dibujar nada», sentencia el director de Charlie.
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