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Los tapabocas de "Papi"

Una pequeña fábrica de ropa deportiva en Brisas de Propatria tuvo que adaptarse a los tiempos que corren: ahora es más importante el tapaboca que un short. Pero decidieron entrar a este nuevo negocio con una propuesta atractiva en sus diseños y con la idea de aportar, también, a su comunidad / Por Pedro Rances Mattey

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Pedro Rances Mattey
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Al adentrase al barrio «Morochito Rodríguez», en Brisas de Propatria, se comienzan a ver los diferentes estampados creativos que van desde calaveras hasta mandíbulas de rottweiler, cubriendo la mitad del rostro a los vecinos. ¿Y estos tapabocas?

-“Sube por ahí parriba y preguntas por Papi”, me grita desde un toldo un señor al verme preguntar de dónde salían esos diseños.

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(Fotos: Pedro Rances Mattey)

Luego de que el 22 de marzo Maduro declarara el uso obligatorio del tapaboca para salir a la calle, Luis Rodríguez, presidente de la pequeña fábrica Lual 17, se puso a elaborar mascarillas para su familia.

Un día su hija Yaksibel Rodríguez posteó una foto en las redes sociales utilizando uno de sus modelos y empezaron los amigos a preguntar dónde la había comprado. Y ahí comenzó el juego. La gente llamó, pedían tapabocas estampados con diferentes figuras y así canalizaron la obediencia a la nueva norma pero combinada con el gusto personal y el humor.

La fábrica empezó a producir en mayor cantidad.

Tapabocas estampados

Lo que hacen en la fábrica Lual 17 es más o menos simple: compran la tela, la cortan, la cosen y –especialmente– la estampan con los diferentes bocetos. Y ahí es donde marcan la diferencia.

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Estos tapabocas, claro, no sustituyen a las mascarillas N95 que son las más eficaces para evitar la posibilidad de contagio de Covid-19. Tampoco son tan resistentes como los de material quirúrgico que tienen –o deberían tener– en los hospitales. Los que se elaboran en esta fábrica son hechos de tela atlética y son cosidos con capas de algodón por dentro.

-“Es mejor que andar por ahí sin nada”, dice Papi.

En el tercer piso de su casa, Luis enseña con orgullo su taller: más de una decena de máquinas de coser, maniquíes, patrones, máquinas de estampados y las mascarillas, se logran ver por todo el lugar.

Papi cuenta que tuvo que adaptar sus máquinas y poner en pausa la elaboración de la ropa deportiva que hasta ahora venía haciendo para adaptarse a la crisis y así poder continuar cumpliendo con los compromisos económicos en su hogar.

También asegura que gran parte de estas mascarillas se están repartiendo en los centros de salud y asilos de ancianos, para ayudar a los más vulnerables en la tarea de evitar contraer el virus.

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“No queremos que nadie se quede sin tapabocas”, afirma Suyin Rivas, socia de Luis, quien supervisa la elaboración del diseño de los estampados. Comenta que producen alrededor de 100 tapabocas al día de colores vistosos, con dibujos creativos, de calaveras, de besos o de osos.

-“Son mascarillas alegres para animarle el día a la gente”, dice sonriendo.

Víctima de los «polichoros»

Hace un mes, cuando la demanda era más fuerte y todos querían protegerse del coronavirus, recibieron la solicitud de 8 mascarillas a través de Facebook. Luis acordó con la persona para realizar la transacción en la estación del Metro de Propatria y le dijo a su hijo Jeral Galíndez que lo acompañara, porque habían decretado la cuarentena obligatoria y quizás porque algo presentía.

O por puro instinto de barrio.

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Cuando llegaron al sitio, de pronto aparecieron cuatro funcionarios policiales y lo llevaron a un lugar alejado del comando general: “Me secuestraron y me dejaron incomunicado”, cuenta Luis con impotencia.

Los “polichoros” le quitaron su teléfono y mandaron a su hijo a buscar cierta cantidad de dinero en divisas para soltarlo. Luego de horas de preocupación, sus familiares lograron conseguir los dólares solicitados.

Una vez completada la entrega del dinero, los secuestradores lo dejaron ir, alegando que lo habían detenido vendiendo tapabocas en la calle. Y se llevaron las mascarillas para usarlas ellos. “Aquí si no tienes un padrino, la policía abusa de su autoridad para robarte”.

En guerra

“Es como si estuviéramos en una guerra en contra de la pandemia y esta es nuestra manera de ayudar”, comenta una trabajadora mientras le cose las ligas a la tela ya cortada. La escasez de equipos de protección se ha agudizado tanto en el país que los médicos y enfermeras han tenido que buscar máscaras caseras en la comunidad.

Papi está orgulloso del trabajo que está haciendo. Puede que su empresa tenga que seguir adaptándose a los embates no solo de la crisis económica, política y social que atraviesa Venezuela, sino también al nuevo virus que comenzó en China a finales del año pasado: “Pero si voy a caer que sea con las botas bien puestas”.

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