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La juventud de Roger Federer

Su juego, amparado en el talento de ser para muchos el mejor de la historia, pasó por varias manos hasta definirse en esta última versión

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Foto: EFE

Cuando Roger Federer pasó a dar su discurso como campeón del Masters 1000 de Indian Wells el pasado domingo, lo primero que hizo fue bromear por el peso del trofeo de campeón. Su semblante era lógico para alguien que se coronaba en un torneo de alta talla, aunque lo del suizo iba más allá.

Con 19 años de carrera, el patrón común del tenis dicta que el jugador, en caso de estar activo, pase las últimas batallas como una vuelta de reconocimiento y despedida. El adiós como rutina en el calendario. Sin embargo, el de Basilea se pasea por el circuito masculino con los aires de un joven que tiene herramientas para adueñarse de la disciplina y el estado de ánimo de quien ya no necesita competir para darse cuenta de cuán lejos puede llegar.

Todo afirma que Federer no tiene nada que demostrar al mundo. Hace tiempo ya lo había hecho, pero este año luce como quien despertó solo para enseñar de qué va esto.

Sus títulos en Australia y California destacan el reinvento de una figura que parecía tenerlo todo. Su juego, amparado en el talento de ser para muchos el mejor de la historia, pasó por varias manos hasta definirse en esta última versión.

Antes, el manejo del sueco Stefan Edberg se veía reflejado en el constante ataque y subidas a la red; ahora, la labor del croata Ivan Ljubicic también suma influencia en Roger.

El servicio como mejor amigo, trabajo lógico para quien ve pasar el tiempo y busca economizar su tenis apoyado en el saque. Después el revés, donde una raqueta más grande brindó fortaleza a un golpe estéticamente superior en el pasado, pero a la vez irregular. 

La nueva etapa del helvético no solo se mide por lo escrito anteriormente sino por la ambición de volver por todo lo alto al tour, por respeto al juego, al rival y al público, siempre con la confianza de que se podían obtener los resultados positivos. El bajón de 2008 se explicó como algo natural dado el alto nivel demostrado entre 2004 y 2007, por lo que su vuelta al puesto uno del ranking era cosa de meses para retomarlo.

En 2013 la caída que podía comenzar a dibujar la línea en descenso. Lucía normal que ahí se hablara del principio del fin, pero todos nos equivocamos.

Lo de Federer es digno de admirar por el escapismo constante sumada a la trágica ausencia de una nueva generación. Cuando Rafael Nadal pasó por la turbulencia de 2016 junto a las repetidas caídas de Andy Murray y Novak Djokovic este año, la sangre nueva  tenía la obligación de tomar terreno; en cambio, un joven de 35 años sonrió e hizo chistes sobre la escultura de cristal que se llevaría a casa tras dominar el torneo en el Valle de Coachella.

Hoy nadie disfruta más el tenis que Roger Federer. Hoy nadie juega mejor al tenis que Roger Federer.

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