La letra de carta no tiene quien la escriba
Ipostel y los manuales de caligrafía Palmer languidecen, mientras ni siquiera en el mundillo literario consterna demasiado que la palabra manuscrita haya sido rebajada todavía más a curiosidad romántica por el régimen del Smartphone. “He pasado sin traumas de la Moleskine al iPad”, asegura el poeta Rafael Castillo Zapata