Caracas de madrugada y un viaje en camionetica
Caracas, 2:00 a.m. En la parada de autobuses me acompañaba el frío de la madrugada y los mariachis que andaban de guardia por Altamira (no sabía que aún quedaban algunos en esta ciudad). Esperábamos una Encava beige oxidada, la del farol roto, la de los cauchos cojos, la que tenía a María Lionza rotulada en el vidrio de atrás, la que me rescataba cuando me quedaba hasta tarde en casa del gordo y no quería gastar plata en un taxi que me llevara a la mía.