La vida misma: Blackstar de David Bowie
Tengo muy claro el recuerdo de aquella noche. Vivian, la hermana menor de mi querida amiga Valeria, estuvo de paso unas horas en Nueva York, mientras uno de sus vuelos conectaba con el otro. Lejos de dejarla a merced de la vista que los ventanales gélidos del JFK ofrecen a comienzos de enero, la invité al Reggio, mi café favorito de Manhattan. Los tiempos de su conexión le daban en total unas seis horas de dibujo libre en Nueva York.