Migajas
Tuve un gato himalayo. Cuando me lo regalaron, le prometí a su dueña, una niña de 4 años, que cumpliría con su petición: no le cambiaría el nombre a su gato. Lo llamaría como ella lo hacía: Anubis. De ese nombre me quedé con lo que tiene de abundancia, su natural relación de ternura con la muerte, y los milagros secretos del Nilo.