Internacionales

Siria: una nación rota por la guerra

Cinco años han pasado desde que inició el conflicto en el país árabe. Hoy más de 10 grupos están en combate y aunque hay una tregua parcial, se pone en duda si las partes están en disposición y capacidad para dialogar por una paz duradera

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TEXTO: MANUEL TOVAR | FOTOGRAFÍA: AFP

Al grito de abajo el tirano y fuera Bashar al Assad marcharon hace cinco años miles de sirios con la idea de pedir reformas y exigir una democracia más amplia y representativa. Fueron muchas las manifestaciones que se dieron contra los gobernantes en Medio Oriente durante la Primavera Árabe, pero a la sombra de la protesta pacífica de Siria se gestó uno de los peores conflictos de la actualidad que en ocasiones revive el pulso de la Guerra Fría, recuerda al terrorismo y horroriza con muerte y miseria.

La guerra en la nación árabe cumple ya cinco años. Las heridas están abiertas y las cicatrices son permanentes. 470.000 muertos, 1 millón de heridos, 4,5 millones de refugiados -2,4 millones de niños– y 8 millones de desplazados es lo que ha dejado a su paso el conflicto multilateral en el que ningún bando tiene un solo rival y las alianzas y enemistades sobrepasan la religión, las fronteras o las ideologías.

Atrás quedaron los días del Ejercito Libre Sirio -desertores del ejército de al Assad que decidieron abandonar las filas del gobierno para representar una oposición laica y moderada- que aglutinaba a los opositores. Su falta de poderío militar se vio rápidamente superada por el Frente al Nusra, filial de al Qaeda en el país, que tenía el control de recursos económicos, como yacimientos de petróleo y gas, y militares, porque robó el arsenal estadounidense cedido al gobierno de Irak y lo llevó a Siria.

Hoy más de 10 grupos se disputan el control del territorio entre ellos el temido Estado Islámico o Daesh, escisión del Frente al Nusra, que combaten potencias como Estados Unidos y Rusia.

Hasta ahora el alto el fuego apadrinado por las superpotencias de la Guerra Fría se mantiene en las zonas del este y norte de Siria, bajo control de gobierno y oposición respectivamente. Mientras que el Estado Islámico controla parte de la frontera con Turquía y domina el territorio entre la oposición siria y los kurdos hasta llegar a la porosa frontera con Irak. Lo único que se mantiene como tierra de nadie es el desierto.

Según cifras de Acnur, 60% de los 23 millones de sirios están en la pobreza y 12,2 millones necesitan de ayuda humanitaria para sobrevivir y están desempleados. La agencia señala que la esperanza de vida de la población disminuyó de una media de 79,5 años de edad a 55,7 en 2014.

Medio millón de personas puede morir de hambre según el alto comisionado de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas. Mientras que UNICEF habla de una generación anulada, se perdió 15% de la población. Además 6 millones de niños sirios sufren de pobreza, desplazamiento y estado de sitio.

Del presupuesto que se calculaba para poder brindar ayuda humanitaria eficiente para Siria (8 millardos de dólares) sólo se cubrió 160 millones de dólares, mientras que para los refugiados se estimaba que se necesitaban 5,5 millardos de dólares, pero sólo se recaudó 1,37 millardos de dólares.

La destrucción en la nación equivale a 31 millardos de dólares. Además 83% del sistema de iluminación no funciona.

 El país olvidado. El mundo ha visto como millones de refugiados huyen de la violencia, se ponen en riesgo en el mar sólo para evitar la muerte en los combates y bombardeos en Siria. En 2015 más de un millón de personas llegó a Europa, en lo que se considera la mayor tragedia humanitaria en el continente desde el fin de la II Guerra Mundial. Uno de cada cuatro solicitantes de asilos son niños.

Los migrantes llegan a Europa luego de largos caminos, numerosos bloqueos e inclementes condiciones climatológicas. Padecen por la falta de servicios básicos como agua, comida o aseo. Están, en su mayoría, traumados por la violencia de su país de origen, por maltrato y abusos de bandas de traficantes de personas.

La falta de un plan internacional para ayudar a Siria causó el desbordamiento del conflicto. El régimen de al Assad cruzó la línea roja trazada por Estados Unidos el 23 de agosto de 2013 cuando la oposición reportó el uso de gases tóxicos contra los sirios, sin embargo el mandatario estadounidense Barack Obama poco pudo hacer y sólo se limitó a dar cierto apoyo logístico y aéreo a los moderados.

Rusia, por su parte, aprovechó primero para mediar, por supuesto a favor de Damasco su aliado en la región, y posteriormente vio la oportunidad para revivir su papel de potencia en el concierto mundial. El 30 de septiembre de 2015 inició oficialmente con bombardeos, aunque ya había conocimiento de apoyo logístico para el combate.

Europa, sumida en sus crisis económicas y políticas, ignoró lo que se avecinaba y aunque las naciones fronterizas como Italia y Grecia advirtieron el problema no hubo un plan apropiado. La Unión Europea sólo se reaccionó cuando los atemorizados migrantes ya estaban en sus territorios y los medios reseñaban, hace un año, la tragedia de la muerte del niño Aylan Kurdi en una playa del Egeo.

Siria es un país dividido, de combatientes. A pesar de la tregua parcial, no existe una perspectiva de un fin próximo para el conflicto. El mayor impedimento es si las partes están en disposición y capacidad para dialogar por una paz duradera.

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Hoy más de 10 grupos se disputan el control del territorio dividido en cuatro grandes porciones: la este costera controlada por Damasco y grupos leales a Al Assad, como Hezbolá, el grupo chiíta del Líbano también apoyado por Irán que ha dispuesto de hombres para la guerra; en el noreste y sureste está la oposición islamista, entre los que destacan grupos como Ahrar al Sham, Jaish al Fatah y Jaish al Islam, que han buscado moderarse para tratar con Occidente; al norte en la frontera con Turquía predominan los combatientes kurdos respaldados por Estados Unidos, los únicos que han podido debilitar y hacer perder ciudades enteras a los terroristas del Estado Islámico.

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