Lula, recientemente nombrado jefe del gabinete de Rousseff, se aprestaba según los organizadores a asistir al acto de Sao Paulo, la ciudad donde en los años 80 el entonces líder sindical dirigió las huelgas contra la dictadura militar.
Las calles de Sao Paulo, Rio de Janeiro, Brasilia y varias ciudades del noreste, bastión de Lula, comenzaban a llenarse de simpatizantes oficialistas que portaban banderas rojas del Partido de los Trabajadores (PT) y pancartas de apoyo a Rousseff.
«¡No al golpe!», gritaban los presentes, en referencia al proceso de destitución de Rousseff que ya está siendo debatido en la Cámara de Diputados.
La izquierda busca hacer su propia demostración de fuerza, después de la impresionante movilización de tres millones de brasileños que el domingo pasado reclamaron la renuncia de Rousseff.
La crisis política que azota a Brasil y la recesión económica opacaron la imagen de un país emergente pujante, deseoso de celebrar sus conquistas en los Juegos Olímpicos de Rio en agosto próximo.
El gobierno se anotó una victoria este viernes, cuando un tribunal anuló la segunda medida cautelar que bloqueaba la toma de funciones del expresidente Lula como jefe del gabinete. Medios de prensa aseguraron sin embargo a media tarde que un juez del interior de Sao Paulo admitió una tercera cautelar.
– Manifestaciones vs. Votos –
«¡Lula, guerrero, del pueblo brasilero!», coreaban los manifestantes en la avenida Paulista, en pleno centro financiero de Sao Paulo, pocas horas después de que la policía desalojara con chorros de agua y bombas de ruido a unos 150 opositores que ocupaban la vía desde el miércoles.
Los organizadores de la marcha progobierno -el PT, la Central Única de Trabajadores (CUT) y diversas organizaciones sociales- pretenden reunir por lo menos 100.000 personas en la capital económica y financiera del país, menos de un 10% de los 1,4 millones que desfilaron el domingo en la marcha opositora.
«Estamos en un momento en que se está criminalizando la acción política. Este movimiento [opositor] está dando espacio a grupos nazifascistas», dijo el presidente del PT de Sao Paulo, Emidio de Souza.
La polarización de la sociedad brasileña crea temores de incidentes.
«No creo que el gobierno caiga, pero si eso ocurre va a haber violencia en las calles. No se pueden invalidar los votos de 54 millones de brasileños por un millón que salga a la (avenida) Paulista», dijo a la AFP Joao Francisco Brum, un abogado de 30 años, vestido de rojo con una pegatina en la camisa que decía «Abajo el golpe, No al impeachment».
Ambiente de fiesta y hasta un concierto de reagge se escuchó en la Paulista. «Quieren arrestar a nuestro Mandela», dijo el cantante en referencia a Lula.
Pasadas las 6:30 pm, los organizadores calculaban que unas 80.000 personas ya se habían congregado en la neurálgica avenida Paulista y otras 25.000 en una plaza del centro de Rio.
«No soy del PT y hago críticas al gobierno, pero estoy aquí defender la democracia y las instituciones. Es necesario estar atento para que no regrese la dictadura», dijo Ana Rita Fontelles, una profesora universitaria en la ciudad sede de los Juegos Olímpicos de 2016.
Otras 6.000 personas marcharon en Salvador de Bahía y unos 3.000 en Maceió, ambas en el noreste.
– Se acerca el impeachment –
La crisis se aceleró esta semana en todos los frentes tras la designación de Lula como jefe de gabinete de Rousseff.
El ícono de la izquierda latinoamericana, de 70 años, fue llamado a ayudar a su heredera política y sucesora a recomponer la base aliada, que hace aguas, para bloquear el proceso de destitución en el Congreso.
La Cámara de Diputados realizó este viernes la primera sesión de las 15 previstas, para que una comisión especial recomiende la apertura o el archivo de un pedido de impeachment.
El presidente de la Cámara, Eduardo Cunha, dijo que la Comisión podría dar su parecer en unos «30 días».
La «operación retorno» de Lula estuvo además cerca de zozobrar, por sospechas de que el exmandatario se proponía ante todo, asumiendo un cargo ministerial, obtener fueros especiales que lo libraran de las investigaciones del juez anticorrupción Sergio Moro sobre el escándalo Petrobras.
La divulgación de una conversación telefónica pinchada entre Lula y Rousseff avivó esa sospecha y provocó nuevas protestas, principalmente en Sao Paulo y Brasilia.
Rousseff rechazó esa versiones y criticó la divulgación de la conversación por el juez Moro, contra quien tomará «las medidas que correspondan», proclamó en un acto en el estado de Bahia (nordeste).